Reclutadores militares enfrentan resistencia de los jóvenes







Photo: Don Emmert/AFP/Getty Images
“Te daremos hasta 70,000 dólares para la universidad.” “No tendrás que ir a Irak.” “Tu servicio solo durará cuatro años.”

Mucho de lo que los reclutadores prometen está basado en exageración, mitad verdad y mentiras absolutas. Los reclutadores tienen que llenar cuotas y harán cualquier cosa para cumplirlas, especialmente durante tiempos de guerra.

El ejercito de los Estados Unidos—el más poderoso y destructivo del mundo—está crecientemente desesperado por llenar sus filas.

Solo en el 2005, el ejercito busca reclutar 101,200 nuevos miembros del Ejército en servicio activo y de la Reserva. Pero el reclutamiento en casi todas las ramas militares está en descenso.

La Guardia Nacional se quedó corto en su cuota de reclutamiento por un 13 por ciento el año pasado. El Ejército se quedó corto con su meta por más del 27 por ciento en febrero del 2005 y está atrasado un 6 por ciento para cumplir su reclutamiento anual. La Reserva está atrasada en un 10 por ciento en su meta y la Guardia se quedó corta en un 26 por ciento. Por primera vez en décadas, desde enero a marzo del 2005, la Infantería de Marina no cumplió con su meta mensual.

¿Cual es la causa de este decaimiento repentino?

El factor principal es la resistencia iraquí. Desde el comienzo, la resistencia popular a la ocupación en Irak se ha opuesto heroica y ferozmente a la presencia de los Estados Unidos.

Muchos jóvenes no quieren ingresar al ejército para morir en una guerra impopular.
La fuerza y la profundidad del movimiento global en contra de la guerra también han contribuido. En los tres años pasados, cientos de millones han participado en manifestaciones contra la guerra y la ocupación. Las protestas impactaron a millones más y reflejan la amplia oposición a la guerra.

Un elemento dinámico del movimiento contra la guerra es la tendencia de parte de jóvenes y estudiantes de no permitir a los reclutadores militares infiltrarse en las escuelas secundarias y en las ciudades universitarias. Jóvenes de todo el país están enfrentando a los reclutadores, organizando protestas, y echándolos de las ciudades universitarias por medios legales o a través de acciones militantes.

En respuesta a sus números decrecientes, el ejército recientemente agregó 1,200 reclutadores y dijo que gastaría más de 4 mil millones de dólares en propaganda y reclutamiento en el 2005. También está aumentando sus incentivos educacionales y económicos para atraer a los jóvenes. El ejercito continúa empujando sus tácticas depredadoras donde sea.

Reclutando el “ejército voluntario”

Hace treinta años, la imagen pública del ejército alcanzó su punto mas bajo debido a la profunda oposición a la Guerra de Vietnam y a la conscripción militar. Cuando la perseverancia del pueblo vietnamita, combinado con el levantamiento popular adentro y la resistencia militar, terminaron con el fin de la conscripción y después con la guerra, el Pentágono comenzó a diseñar una estrategia de reclutamiento militar para el “ejército voluntario” basado en un fuerte promoción comercial y propaganda.

Hoy en día las estaciones de reclutamiento militar están dispersadas por ciudades y pueblos en todo los Estados Unidos. Están concentradas sobre todo en vecindarios de clase trabajadora. En áreas urbanas, se enfocan predominantemente en la población negra y latina. El mismo modelo de reclutamiento es usado en escuelas secundarias y universidades. Los reclutadores saben que la gente con menos oportunidades económicas son los que tienen más probabilidad de alistarse.

La inseguridad y la falta de oportunidades son las causas de que algunos jóvenes de clase trabajadora vean el alistamiento militar como una alternativa viable. Un salario garantizado y un trabajo estable de cualquier origen es atrayente cuando el costo de las universidades hacen imposible el ingreso y las posibilidades de trabajo son escasas.

Los reclutadores afirman ofrecerles a los estudiantes un camino hacia la educación superior. Con frecuencia convencen a los estudiantes ingresar al ejército antes de ir a la universidad, prometiéndoles dinero para educación bajo la Ley GI—becas de educación para soldados—y entrenamiento vocacional. A cambio, ellos dicen, los alistados solo tienen que dar cuatro años de sus vidas al servicio militar.

La gente que se alista no recibe el dinero para educación que le prometen los reclutadores. En realidad, la mayoría recibe un poquito más que los estudiantes que califican para Becas Pell (Pell Grant), actualmente de $4,050 por año. Las Becas Pell, son la principal fuente de ayuda financiera federal disponible para estudiantes de bajos ingresos. (“Antes de Alistarte,” Comité Central de Objetores de Conciencia)

Algunos de los que ingresan, nunca reciben dinero. Solo un 35 por ciento de los veteranos militares reciben dinero para la universidad. Lo más significante es que solo un 15 por ciento eventualmente se gradúa de la universidad.

Con alrededor de 135,000 tropas ocupando Irak y 18,000 en Afganistán, muchos de los que se alistan, tendrán que ir a la guerra en el extranjero.

Además, todos los alistados tienen que firmar un contrato que los compromete a ocho años—no cuatro—de servicio militar activo. El contrato puede ser extendido sin el consentimiento del reclutado en tiempos de conflicto, “emergencia nacional” o bajo órdenes del presidente.

Pero es difícil para estudiantes de la clase trabajadora resistir. Ellos están expuestos a los reclutadores y los supuestos “beneficios” del servicio militar les son vendidos en la televisión, el cine, en los centros comerciales y en la escuela.

El objetivo son los estudiantes de la clase trabajadora

Los más vulnerables al reclutamiento son los estudiantes de secundaria. Ellos están expuestos a un influjo de reclutadores militares en sus escuelas, especialmente aquellas con menos posibilidades de enviar graduados a la universidad.

En las escuelas secundarias Downey y Sylmar, ambas en el Sur de California, con la mayoría de estudiantes latinos de bajos ingresos, los reclutadores vagan por las escuelas en grupos de dos o tres para hablar con los estudiantes, con impunidad, de acuerdo a un artículo reciente en Los Ángeles Times. La estudiante de Sylmar, Erika Herran dijo, “No recuerdo cuando fue la última vez que vi a un reclutador para la universidad en la escuela.”

Sin embargo, en la cercana escuela secundaria San Marino, ubicada en un vecindario rico, el director del centro de carreras profesionales, ha visto en esta escuela solo un reclutador militar este año. A diferencia de Downey, 98 por ciento de los graduados de San Marino ingresan a la universidad.

“Si tu estás en venta, no vas a perder tus recursos en un mercado que no va a producir,” dijo Dave Griesmer, portavoz del Comando de Reclutamiento de la Infantería de la Marina. “Si el 95% de los muchachos en el área van a la universidad, el reclutador va a decidir donde está el mejor mercado,” agregó (Los Ángeles Times, 5 de abril).

Escuelas como Downey y Sylmar no pueden hacer mucho para restringir el acceso de los reclutadores a sus escuelas. Como parte del Acta del 2002 “Ningún Niño es Dejado Atrás”—la dramática ley de educación de la administración de Bush—todas las escuelas secundarias públicas deben entregar información personal de sus estudiantes de tercer y cuarto año a los reclutadores militares.

Los padres pueden “optar” por no permitirlo y rehusarse a mostrar la información de sus hijos, pero la mayoría desconoce esta opción. El Congreso pasó el acta, en parte, para facilitarle al ejército reclutar estudiantes de secundaria. Escuelas privadas caras no están sujetas a esta ley.

Una vez que los reclutadores entran a la escuela, buscan a sus presas no solo prometiéndoles dinero para educación, pero también tratan de hacerse amigos de ellos. Los reclutadores les compran boletos para la fiesta de graduación, bailes, los invitan a sesiones de ejercicio, juegan juegos de guerra simulados y los invitan a cenar para tentarlos.

Reclutadores militares en ciudades universitarias se enfocan primariamente en universidades comunitarias y públicas en comunidades de la clase trabajadora. Ponen mesas en áreas comunes y en ferias de empleo. Algunos profesores los invitan a sus clases para discutir los beneficios de la carrera militar.

“El Manual del Programa para Reclutamiento en las Escuelas” del Ejército, da un perfil de cómo los reclutadores deben emprender sus trabajos. El libro describe al Ejército como un “producto que puede ser vendido.” Explica a los reclutadores los trucos y las tácticas estándares, instruyendo a los reclutadores en escuela secundaria asistir a reuniones de maestros y padres, participar en el Mes de Historia Negra, y eventos durante el Mes de Herencia Hispana; reunirse con estudiantes líderes, editores de periódicos y atletas, entre otras cosas.

El libro les enseña a los reclutadores de las universidades que trabajen con la oficina de ayuda financiera y que se concentren en estudiantes de primer año porque “ellos van a tener el porcentaje más alto de estudiantes que abandonan sus estudios.” Muchos estudiantes desconocen el motivo oculto de los reclutadores.

Los reclutadores no se hacen amigos de nadie a no ser que favorezcan sus objetivos. Ellos no honran las luchas y las victorias de los latinos o afroamericanos. Su meta, como las de los militares racistas e imperialista a los que sirven, es alistar a cuantos jóvenes les sea posible. Todo se basa en números. Ellos necesitan más tropas para pelear en Irak y en futuras guerras imperialistas.

A pesar de que la conscripción no está en vigencia desde 1973, una clase de “conscripción económica” pone hoy en uniforme a jóvenes trabajadores y oprimidos. El Pentágono está ansioso por llenar las vacantes en las fuerzas armadas con jóvenes de bajos ingresos. Estos jóvenes representan desproporcionadamente a las comunidades más oprimidas—negros y latinos, asiáticos, árabes y nativo americanos. Muchos blancos pobres también ingresan al ejército.








Photo: Shannon Stapleton
Crece la Resistencia al Reclutamiento

A pesar de que el presupuesto de reclutamiento militar masivo les da a los militares una ventaja, estudiantes en las escuelas secundarias y en las ciudades universitarias en todo el país se están defendiendo.

En las semanas pasadas, estudiantes han realizado acciones contra los reclutadores. La mayoría del activismo proviene de las ciudades universitarias. Algunos utilizan medios legales—simplemente votan para que los militares salgan de la ciudad universitaria.

Los gobiernos estudiantiles en universidades como Hamline en Minnesota y la Universidad de California Berkeley han votado negarle a los reclutadores el uso de las instalaciones y bienes porque los militares discriminan contra la gente LGBT con su política “si no te preguntan, no digas.” Previamente, las universidades no le prohibían el acceso a los reclutadores por temor a perder sus fondos federales.

Una ley de 1995, conocida como la Enmienda Solomon, prohíbe al gobierno federal la distribución de fondos a las universidades que obstruyen el reclutamiento militar en las ciudades universitarias. Sin embargo, en noviembre del 2004, una corte de apelaciones en Filadelfia dictaminó que esta ley viola el derecho de la Primera Enmienda de “comunicar un mensaje oponiéndose a la discriminación.” Significa que universidades con políticas contra la discriminación pueden excluir reclutadores militares sin perder sus fondos.

La demanda en contra de la enmienda fue presentada por facultades de derecho como Yale, NYU, y George Washington después que los estudiantes allí lucharon para negarle al Cuerpo del Fiscal General Militar (Judge Advocate General, JAG) su participación en ferias de empleo.

Usar las leyes para prohibir las instituciones intolerantes es una táctica útil. Le da a los estudiantes una herramienta para usar contra los reclutadores cuando la administración de las universidades trata de intervenir a favor de los militares, lo cual hacen con frecuencia.

Pero los estudiantes no están simplemente pasando una resolución; también están tomando acciones más militantes y lanzando campañas para prohibir los reclutadores. Estudiantes están organizando huelgas, protestas, quioscos informativos, piquetes, y peticiones contra el reclutamiento militar en sus universidades.

En febrero, alrededor de 500 estudiantes en el Colegio Comunitario Central de Seattle, liderados por un grupo de estudiantes que se oponen a la guerra, rodearon a un reclutador del Ejército y lo echaron del colegio. Estudiantes enojados corearon a alta voz y algunos arrojaron periódicos y latas de soda al reclutador.

Protestas similares han ocurrido en la Universidad de Illinois en Chicago, la Universidad del Distrito de Columbia, el Colegio Comunitario de Holyoke, en Massachussetts, el Colegio Comunitario del Este de los Ángeles, el Colegio de la Ciudad de New York, la Universidad Estatal del Sur de Connecticut, la Universidad William Patterson, el Colegio de Santa Mónica y muchas otras ciudades universitarias.

Cientos de estudiantes de la Universidad Estatal de San Francisco recientemente organizaron una acción contra las Fuerzas Aéreas de los EEUU y el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EEUU. Los estudiantes se sentaron para prevenir que los reclutadores se acercaran a cualquier posible reclutado y eventualmente empujaron a los reclutadores a salir de la universidad.

El 5 de abril, más de 300 estudiantes de la Universidad de California, Santa Cruz, marcharon por la ciudad universitaria y echaron al Ejército, a la Marina de Guerra y la Infantería de la Marina de la feria anual de empleo.

Estudiantes de secundaria también se están levantando contra los reclutadores.

A comienzos de este año, un grupo de estudiantes de secundaria de Los Ángeles, se negó a tomar el Examen de Capacidad Vocacional de Servicios Militares, que se le da en miles de escuelas de clase trabajadora y que ayuda a los reclutadores a juntar información para atraer a los estudiantes al ejército. Y en marzo, estudiantes negros y latinos en una escuela secundaria pública de la Ciudad de New York, en el Bronx, echaron a los reclutadores militares gritando “No los queremos aquí” hasta que se fueron.

Algunas de esas acciones son espontáneas. Otras son bien organizadas por estudiante que se oponen a la guerra y al racismo y se ponen del lado de grupos comunitarios y del movimiento contra la guerra.

Vencer al imperialismo estadounidense

Los sectores más avanzados del movimiento estudiantil floreciente ven las acciones contra el reclutamiento como parte de una lucha más grande para parar la guerra, y finalmente, derrotar el imperialismo de los Estados Unidos.

Según Aimee Hunter, una estudiante de 18 años del Colegio Mission de Sylmar, California, “Estamos contra los reclutadores porque no queremos que la gente de la clase trabajadora pelee en este ejército imperialista. Guerras como estas solo benefician a Wall Street y a las grandes corporaciones. En lugar de pe lear contra los trabajadores en Irak, queremos que los jóvenes y los estudiantes se unan en la lucha aquí adentro.”

Como todas las guerras imperialistas, la guerra y ocupación de Irak lastima a los trabajadores de Irak y los Estados Unidos. Esto incluye a los trabajadores uniformados que están siendo usados como carne de cañón por la clase dominante.

El activismo estudiantil para prevenir que los jóvenes ingresen al ejército de los Estados Unidos, sirve para disminuir el número de militares y construir la resistencia contra las aspiraciones hegemónicas del ejercito. Aquellos que no se alistan en el ejército debido a este esfuerzo, deberían ingresar a las filas del movimiento popular contra la guerra imperialista, el racismo y la intolerancia.

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