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Balance y perspectiva de la vida y muerte de Hugo Chávez

Durante los pasados días, millones de venezolanos, cubanos y habitantes de todo el globo rindieron homenaje al revolucionario latinoamericano Hugo Chávez Frías. Asistieron a su funeral treinta y tres jefes de Estado y representantes de cincuenta gobiernos.

Desde las primeras horas tras su defunción, dos millones de afligidos venezolanos dieron el último adiós a su amado Comandante, formando una fila de hasta cinco kilómetros. De Ciudad de México a Nueva York, sus partidarios organizaron incontables vigilias inspirados por el espíritu revolucionario y el ejemplo de la vida de Chávez.

Pero el presidente estadounidense Barack Obama, en una declaración de tan solo sesenta palabras sin asomo de pesar o condolencia alguna, sólo prometió más “políticas que promueven los principios democráticos” en Venezuela.

La cínica actitud de Obama se ajusta a la línea que Washington ha seguido desde el momento en que Hugo Chávez asumió la presidencia por primera vez. El gobierno de EE.UU. ha gastado miles de millones de dólares en respaldar las continuas conspiraciones de la élite derechista venezolana para tratar de derrocarlo a él y a la Revolución Bolivariana.

La trágica y prematura muerte de Hugo Chávez ha despertado el apetito del poder de EE.UU., pero los imperialistas están profundamente equivocados si piensan que pueden hacer retroceder la historia.

La torrencial afluencia de venezolanos no es sólo una expresión del pesar profundo por su líder caído. Los gritos de “¡Somos Chávez” y “¡Chávez vive!” son también un compromiso rotundo asumido por el pueblo, por las masas que lo trajeron de vuelta de las garras del golpe militar patrocinado por Estados Unidos en el año 2002.

Hoy, los venezolanos están más decididos que nunca a defender la Revolución Bolivariana.

Preparándose para el futuro

Cuando Chávez anunció el 8 de diciembre de 2012 que tenía que regresar inmediatamente a Cuba para someterse a otra operación quirúrgica contra el cáncer que padecía, muy probablemente ya era consciente de que su estado era terminal y viviría poco tiempo más.

Se comportó de forma heroica hasta el final de sus días, algo que le caracterizó durante toda su vida.

En lo que sería su último pronunciamiento público al pueblo venezolano, Chávez dijo: “Si algo llegara a suceder, repito, si yo fuera a quedar incapacitado de alguna manera, Nicolás Maduro no sólo en esa situación debe concluir como manda la constitución el periodo, sino que mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que, en ese escenario que obligaría a convocar como manda la Constitución de nuevo a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente”. Nunca más pudo volver a dirigirse a su pueblo.

Esas fatídicas palabras son de gran importancia, dado que la elección de un nuevo presidente debe darse no más tarde de treinta días de la muerte de Chávez.

El 9 de marzo la Comisión Nacional de Elecciones estableció que el 14 de abril es la fecha límite para elegir al nuevo presidente de Venezuela. La fecha se amplió para facilitar que las nominaciones y las máquinas que controlan las votaciones estén listas, además de un período de campaña de diez días y que la votación efectiva se realice un tradicional domingo.

Entre tanto, Maduro ya fue jurado como presidente interino, y se ha confirmado como candidato oficial del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Presumiblemente, el candidato de la oposición derechista será Henrique Capriles, quien ya perdió ante Chávez el pasado 7 de octubre de 2012.

La enorme autoridad de Chávez le permitió transmitir a los siete millones de militantes del PSUV lo que hoy es una cuestión de urgencia apremiante: la unión en torno a un candidato revolucionario capaz de volver a derrotar a la oposición.

Chávez era consciente de que su palabra tendría un peso enorme en las masas, que deben resistir ahora el previsible embiste de la propaganda y fuerte asalto derechista.

Hugo Chávez tenía una confianza plena en el pueblo porque lo entendía. Él mismo provieno de las raíces más humildes de la sociedad venezolana.

La juventud de Hugo Chávez

Hugo Rafael Chávez Frías nació el 28 de julio de 1954, en la pequeña y remota aldea de Sabaneta, estado de Barinas, en la parte occidental de Venezuela, y fue el segundo de seis hermanos. Hugo y su hermano mayor Adán, hoy gobernador de Barinas, fueron criados por su abuela Rosa Inés, mientras que sus padres, Elena y Hugo, maestros de escuela con escasos ingresos, vivían cerca con los otros cuatro hermanos pequeños. Esta era una tradición muy extendida entre las familias locales.

En el libro “Nuestro Chávez” podemos leer algunas historias que cuentan sobre él, vecinos y familiares, y que fueron recopiladas por los autores cubanos Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez.

La infancia en Sabaneta no fue fácil, ya que no contaban con electricidad y su familia luchaba por la supervivencia día tras día. Como ejemplo este conmovedor relato: el pequeño Hugo faltó a su primer día de escuela porque su abuela no pudo darse el lujo de comprarle un par de zapatos.

Pero pronto aprendió del ingenio de los mayores y se le podía ver en la escuela vendiendo los dulces artesanales que cocinaba su abuela, actividad que reportaba algunas monedas extra a la maltrecha familiar.

Las vivencias del joven Chávez le impregnaron de un enorme espíritu de solidaridad y generosidad hacia el pueblo, especialmente hacia los más oprimidos. Uno de los primeros actos de Chávez como presidente fue el de proporcionar comidas escolares gratuitas a cientos de miles de niños pobres. La asistencia escolar se disparó de manera asombrosa.

Años más tarde, en julio de 2001, cuando esta reportera se unió a las miles de personas que marchaban con Chávez por las calles de Caracas comprobó cómo, con paciencia infinita, tomaba el tiempo que hiciese falta para recibir los abrazos o las notas escritas a mano que la gente le entregaba, además de escuchar atentamente exclamaciones de ánimo y peticiones de ayuda. Se aseguró de que esas necesidades fueran atendidas.

Sin embargo, Chávez era consciente de que, por sí solas, las buenas obras no serían suficientes para resolver los problemas de Venezuela.

Desde que ingresó a en la Academia Militar de Venezuela en 1971, a los diecisiete años de edad, en su interior se había comenzado a gestar un concepto de cambio social revolucionario.

La radicalización de Chávez durante sus años en la academia y el ejército fue impulsada por varios factores: la influencia socialista de su hermano Adán, su propia rebelión contra la creciente corrupción militar y sus abusos, y, en un escenario más amplio, las diferentes luchas de los pueblos latinoamericanos.

Podemos encontrar una explicación a su progresiva madurez política en “Nuestro Chávez”: “El Hugo Chávez que se alistó a la Academia era un muchacho de campo, un llanero con aspiraciones a jugador de béisbol profesional. Cuatro años más tarde había eclosionado un teniente segundo con las ideas claras sobre el camino revolucionario a seguir.”

“En esa etapa comencé a leer a Fidel, Che, Mao, Plejanov, Zamora…, y libros como ‘Los peces gordos’, de Américo Martín; ‘El papel del individuo en la historia’; ‘¿Qué hacer?’ Y, claro, ya había empezado a estudiar profundamente a Bolívar.”

En 1982, Chávez formó una organización secreta, el MBR 200 (Movimiento Bolivariano Revolucionario) junto a otros oficiales de ideas afines dentro del ejército dispuestos a tomar el control del gobierno. Él sería su comandante en el histórico asalto al gobierno de 1992.

Mientras tanto, en 1989 Carlos Andrés Pérez renueva su segundo mandato como presidente de Venezuela. De inmediato acepta los dictados económicos del Fondo Monetario Internacional a cambio de un préstamo de miles de millones de dólares. Los efectos de este acuerdo neoliberal no se hicieron esperar: súbitamente se duplicó el precio de la gasolina y también se incrementó el precio de muchos otros bienes. Como consecuencia, se organizó una espontánea y masiva protesta que recorrió las calles de Caracas.

El levantamiento del 27 de febrero de 1989, así como la masacre posterior a manos de gobierno, es conocido como el “Caracazo”. Se estima que unas 3.000 personas fueron asesinadas por las fuerzas de seguridad.

Esta brutal represión convenció a Chávez y sus compañeros de la necesidad de profundizar en sus preparativos.

En las horas previas al amanecer del 4 de febrero de 1992, Chávez y su movimiento llevaron a cabo una acción militar para intentar tomar el Palacio Presidencial de Miraflores, pero fueron interceptados al poco de acercarse. Algunos traidores dentro de sus filas habían revelado los planes.

Dos palabras históricas: “por ahora”

Al final del día, las fuerzas de Pérez derrotaron a las tropas de Chávez, aunque en otras dos regiones aún quedaban contingentes leales listos para llevar a cabo el asalto. Con objeto de evitar un derramamiento de sangre mayor, Chávez mismo apareció en televisión para pedir a sus tropas que detuviesen los combates.

En su discurso televisivo, el teniente coronel rebelde declaró: “Compañeros, lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital… Nosotros, acá en Caracas, no logramos controlar el poder… Yo, ante el país y ante ustedes, asumo la responsabilidad de este movimiento militar bolivariano.”

Esas dos palabras, “por ahora”, enfervorecieron a la inmensa mayoría de la población. Nunca antes un soldado había tratado de derrocar un gobierno corrupto y vindicar el poder del pueblo, y además prometiendo volver.

Ya en la cárcel Chávez se convirtió en un héroe en los ojos de los oprimidos, tanto que durante las elecciones presidenciales, mientras sólo los candidatos burgueses soltaban sus discursos en los mítines políticos, el pueblo cantaba por su libertad. El siguiente presidente, Rafael Caldera Rodríguez, indultó a Chávez y sus colegas en marzo de 1994.

En un principio renvente a participar como candidato en las elecciones en Venezuela, debido a su desconfianza en las elecciones capitalistas, Chávez fue respaldado por mucha gente. Finalmente decidió postularse a la presidencia, en las elecciones de 1998.

Recorrió el país sin fondos, contando sólo con vehículos danados como transporte. Denunció a los partidos capitalistas tradicionales, Acción Democrática y COPEI, como los responsables de la crisis del país. Grandes multitudes le acompañaron durante todo el trayecto.

Chávez ganó las elecciones en diciembre de 1998 con el 56,2 por ciento de los votos, bajo la bandera de su Movimiento Quinta República y asumió el cargo en febrero de 1999.

Las palabras que pronunció en su juramento no se parecen a las de ningún otro presidente previo. “Juro delante de Dios, juro delante de la Patria, juro delante de mi pueblo que sobre esta moribunda Constitución impulsaré las transformaciones democráticas necesarias para que la República nueva tenga una Carta Magna adecuada a los nuevos tiempos. Lo juro.”

En un proceso que se ha repetido en Ecuador y Bolivia, la nueva Constitución Bolivariana de Venezuela se aprobó en 1999. Fue la Constitución número 26 de la historia de Venezuela, pero la primera vez en la historia que fue aprobada por referéndum popular, con un 71,78 por ciento de los votos.

Algunas de las nuevas disposiciones fueron: garantía de la atención médica y educación gratuitas, la prohibición de la privatización de los recursos naturales del país, el reconocimiento de los pueblos Indígenas y de otras minorías a su propia cultura e idioma, y la democratización del proceso político.

Chávez llegó a la presidencia con un flujo masivo de apoyos provenientes de los más oprimidos, y él respondió poniendo toda su energía y poder a su disposición, con objeto de iniciar programas inmediatos y urgentes para hacer frente a las dificultades de los sectores más pobres de la población, así como trabajando intensamente para otorgar poder al pueblo como la base para defender las conquistas.

Pero fue tras el golpe fascista de la derecha en abril de 2002, cuando decenas de miles de personas exigieron el regreso de su presidente y las fuerzas militares leales lo rescataron de los fascistas, cuando realmente el proceso revolucionario se aceleró aún más.

El legado de Hugo Chávez

Antes de Hugo Chávez, Venezuela era un modelo clásico de subdesarrollo capitalista: obscena opulencia para los capitalistas venezolanos y una pequeña élite extranjera, y pobreza y desesperanza para la mayoría. Con Chávez y el proceso revolucionario bolivariano, la aplicación general de programas sociales revolucionarios rescató a millones de venezolanos de la desesperanza.

Su coraje y visión ha transformado paulatinamente a su pueblo en una fuerza combativa que ha aprendido a defender por sí misma todo lo logrado: el derecho universal a la vivienda, la salud, la alfabetización, la educación, la cultura y, sobre todo, la independencia y la dignidad.

Antes de Hugo Chávez, América Latina se encontraba fracturada y bajo el talón de las políticas neoliberales de las que tan sólo los bancos y las grandes empresas se beneficiaban. En la década de 1990, Cuba estaba prácticamente sola en el hemisferio occidental, luchando con fuerza en la difícil tarea de defender el socialismo tras la desaparición de la Unión Soviética.

Chávez abrazó con orgullo la Revolución Cubana como propia, desafiando al imperialismo de EE.UU. al formar junto a Cuba la histórica alianza de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA).

Después de décadas de saqueo de América Latina y el Caribe, un proceso sin precedentes de unidad antiimperialista y transformación se ha desatado en el continente.

Uno de los mayores legados que nos ha dejado la figura de Hugo Chávez es la lucha por una Venezuela socialista, por ampliar y hacer permanente los beneficios por los que se ha luchado hasta el momento.

Bajo el punto marxista, la historia y sobre todo el cambio revolucionario son impulsados por grandes fuerzas sociales y por mediación de la lucha de clases. El marxismo rechaza el discurso de la historiografía burguesa que sitúa el papel de “grandes hombres” como el factor principal de los eventos y acontecimientos importantes que dan forma a toda una etapa histórica.

Pero el marxismo también reconoce que determinadas personalidades desempeñan un papel indispensable en el modelado de las fuerzas sociales y políticas que desatan fuerzas históricas completamente nuevas. La Revolución Rusa, por ejemplo, cambió el carácter de la lucha de clases a nivel global durante el siglo XX. Lenin tuvo un papel único e indispensable en este proceso revolucionario, y sin él es poco probable que los bolcheviques hubiesen conquistado y retenido el poder estatal.

El liderazgo de Fidel es otro ejemplo de ello. Su papel en el inicio y posterior dirección de la Revolución Cubana fue indispensable para la victoria.

Lenin y Fidel no se limitaron a comandar una ola de la revoluciones, sino que realmente ayudaron a moldear las fuerzas que condujeron a una nueva concepción de la historia.

Lo mismo sucede con Hugo Chávez. El papel único que desempeñó durante los últimos quince años también ha dado forma a las fuerzas por la integración latinoamericana y la unidad sobre una base antiimperialista y socialista. También ha cambiado la dinámica de la lucha de clases no sólo en Venezuela sino en todo el continente. Chávez, al igual que Lenin o Fidel, no era un “superhombre”, pero su papel en la creación del ALBA y el proceso más amplio que se ha desarrollado en América Latina durante la última década ha sido único e indispensable.

El pueblo y su lucha han recibido un duro golpe con la pérdida de este gran líder. Pero del movimiento revolucionario social y político que él catalizó surgirán otros líderes dedicados a impulsar el movimiento hasta la victoria final.

Tras su muerte, el camarada Chávez ha entrado en la historia no sólo con su ejemplar vida revolucionaria, sino como una fuente de confianza para todas las personas que han sido formadas por el movimiento que él inspiró: los millones que continúan oprimidos y han sido objeto de explotación extrema, pero que ahora han en el proceso político como actores que demandan ser los forjadores de su propio destino histórico.

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