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Editorial del PSL – Apoyamos al pueblo brasileño contra los complots golpistas de Bolsonaro

Foto: Manifestantes en 2021 portando pancartas acusando a Bolsonaro de genocidio por su manejo del COVID-19. Crédito — Parzeus/Wikimedia Commons

Este domingo, las y los brasileños acudirán a las urnas en una elección trascendental para elegir un nuevo presidente. El apoyo al expresidente, militante del Partido de los Trabajadores (PT) y principal candidato de la izquierda, Lula da Silva, está en alza. Las encuestas más recientes muestran que Lula podría vencer en la primera vuelta frente al incumbente de extrema derecha, Jair Bolsonaro. Sin embargo, Bolsonaro, un admirador acérrimo de la dictadura militar fascista que gobernó el país entre 1964 y 1984, amenaza con un golpe de Estado para permanecer en el cargo.

Siguiendo el juego político de Donald Trump, y ya por largo tiempo, Bolsonaro ha estado difundiendo rumores sobre la amenaza de la manipulación de las elecciones en favor de Lula, una acusación totalmente infundada. Bajo tal escenario, las y los partidarios de Bolsonaro sostienen que una “intervención militar” sería una garantía para anular las elecciones y mantener a Lula fuera del cargo. El 25 de septiembre, Bolsonaro tuiteٌó: “¿Ganará [Lula] en la primera vuelta?… ¡Es imposible. Imposible y punto!” El miércoles pasado, el presidente señaló que “no podemos descartar la posibilidad de fraude.” Bolsonaro ha ido tan lejos en sus declaraciones que ha llegado a decir que solo Dios podrá destituirlo del cargo.

En medio de la campaña, Bolsonaro ha movilizado a sus partidarios para llevar adelante actos violentos de intimidación, incluyendo asesinatos. En Julio, un partidario de Bolsonaro asesinó a un militante del PT en su fiesta de cumpleaños. A principios de este mes, otro partidario de Bolsonaro asesinó a su compañero de trabajo solo porque apoyaba a Lula. Eduardo Bolsonaro, el hijo de Jair y miembro del Congreso, llamó a los partidarios armados de su padre para formar los grupos milicianos “voluntarios por Bolsonaro.” Es más, oficiales militares de alto rango han accedido a altos cargos de gobierno a lo largo de toda la administración de Bolsonaro, incluida la vicepresidencia.

La clase trabajadora de Brasil ha sufrido inmensamente durante los últimos cuatro años de mandato de la extrema derecha. Aunque se presente como un populista desafiando a las élites, Bolsonaro es, de hecho, un servidor de los intereses de los ultra-ricos y grandes empresarios.

Una de las primeras importantes iniciativas del gobierno de Bolsonaro fue llevar a cabo una “reforma” de pensiones de gran envergadura que redujo drásticamente los beneficios para las y los trabajadores. Bajo el liderazgo servil del Ministro de Economía Pablo Guedes, el gobierno siguió entregando dádivas a los ricos, como la privatización parcial de la empresa eléctrica Electrobras, la mayor empresa de servicios públicos de América Latina. El lunes pasado, Guedes incluso se comprometió a privatizar eventualmente la petrolera estatal Petrobras, la empresa pública más importante del país.

La administración de Bolsonaro también ha facilitado la destrucción del Amazonas. De hecho, ha dado luz verde a los grandes agronegocios para llevar adelante incendios masivos con el fin de despejar el camino a la agricultura, usualmente teniendo como objetivos las tierras de los pueblos indígenas. Lo miembros más ricos de la clase capitalista del agronegocio han recompensado a Bolsonaro con enormes donaciones de campaña.

Bolsonaro está empleando todas las formas imaginables de discriminación e intolerancia. El candidato incumbente usa insultos homofóbicos frecuentemente para atacar a sus oponentes, denigra a las mujeres, y promueve un vil racismo en contra de los pueblos indígenas y afrobrasileños. Esto se refleja en crímenes de odio y acoso perpetrados por sus seguidores más fanáticos.

La gestión criminal de la pandemia de Covid-19 de la administración bolsonarista ha provocado cerca de 700.000 muertos en el país, una de las mayores cifras del mundo. Bolsonaro incluso puso en duda las medidas más básicas de salud pública y difundió locas teorías de conspiración que socavaron la lucha contra la enfermedad. Un comité del Congreso creado para investigar este desastre recomendó el año pasado que Bolsonaro fuera acusado de crímenes de lesa humanidad por su papel en el proceso.

Ante todo esto, el pueblo brasileño ha resistido masivamente. El pueblo ha luchado por la defensa de sus derechos a través de manifestaciones masivas, huelgas generales y toda una serie de otras formas de lucha. La oleada de apoyo a Lula es otro ejemplo de la resistencia. Sin embargo, tal como muestran las amenazas golpistas de Bolsonaro, la lucha deberá continuar más allá de las elecciones del domingo para asegurar que el país no se sumerja en una dictadura total.

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