Español

El mito de la intervención humanitaria

El 19 de marzo marcó el octavo
aniversario de la invasión a Irak, al mismo tiempo que, aviones
estadounidenses, británicos y franceses comenzaron a bombardear
Libia, dando inicio a una nueva guerra en contra de otro país árabe.
Dos días antes, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, bajo
intensa presión por parte de los EEUU y sus aliados, votaron por la
Resolución numéro 1973, la misma que hace un llamado a tomar “todas
las medidas necesarias supuestamente,” para “proteger a los
civiles (libios) y satisfacer sus necesidades básicas.”
Inmediatamente, el presidente Obama y la Secretaria de Estado,
Clinton, dieron luz a las verdaderas intenciones de los Estados
Unidos—cambio del régimen libio.

Un día después del voto del Consejo
de Seguridad, el 18 de marzo, las fuerzas armadas del gobierno de Ali
Abdullah Saleh en Yemen realizaron una masacre, la misma que tuvo
lugar a plena luz del día en la Plaza Saná, capital de Yemen. Al
menos 52 personas fueron asesinadas y más de 200 heridas, la mayoría
por francotiradores quienes disparaban desde los techos de los
edificios gubernamentales. A pesar del uso de munición real por
francotiradores, decenas de miles de manifestantes siguen exigiendo,
durante varias semanas, valientemente y sin dar marcha atrás para
destituir al régimen de Saleh, el mismo que es respaldado por los
Estados Unidos.

¿Cuál fue la reacción del gobierno
de EE.UU. ante la masacre del 18 de marzo? Clinton declaró
insinceramente: “El gobierno de EE.UU. está alarmado por la
violencia de hoy en Saná contra los manifestantes en contra del
gobierno y está tratando de verificar los informes que este fue el
resultado de las acciones de las fuerzas de seguridad … Hacemos un
llamado a las fuerzas de seguridad yemeníes a ejercer la máxima
moderación, que se abstengan de la violencia, y que permitan a los
ciudadanos expresar libre y pacíficamente sus puntos de vista.”
Traducción: Si las fuerzas de seguridad llevó a cabo la masacre
(como si esto realmente estuviera en duda), Clinton los instó a
mostrar “la máxima moderación” en el futuro.

No hay llamadas de Washington por una
“zona de exclusión aérea” impuesta por la UNO, ni por un
bombardeo de los militares de Saleh. Washington ni siquiera ha hecho
un susurro sobre las sanciones.

Al contrario, el fluyente de la ayuda
militar—y otra asistencia—por los EE.UU. ha continuado sin
obstáculos.

El 16 de marzo, el gobierno de Bahrein,
con la ayuda de 2.000 tropas invasoras de Arabia Saudita y de cientos
de soldados de la fuerza de seguridad de los Emiratos Árabes,
dispersaron las protestas masivas en la capital Manama y en otras
partes. Los gobiernos de los tres países son monarquías
hereditarias y estados policiales subordinados, desde hace mucho
tiempo, a los de EE.UU. y al imperialismo británico. La Quinta
Flota, un elemento clave en la estrategia de EE.UU. para la
dominación de toda la región persa / árabe del Golfo, tiene su
sede en Bahrein.

Según un comunicado de la Casa Blanca,
el Presidente Obama llamó a los reyes cómplices, Abdullah de Arabia
Saudita y Hamad al-Khalifa de Bahrein, para expresar, en los términos
más suaves posibles, su “profunda preocupación por la violencia
en Bahrein e hizo énfasis en la necesidad de máxima moderación,”
y también “hizo hincapié en la importancia de un proceso político
como la única manera de tratar con toda tranquilidad las quejas
legítimas de los ciudadanos de Bahrein y conducir a un Bahrein que
sea estable, justo, más unido y preparado para su gente.”

Al igual que en el caso del Yemen, no
hubo amenazas de intervención militar, sanciones ni nada en absoluto
frente a una invasión flagrante y brutal represión. Más de 20
ciudadanos de Bahrein han sido asesinados y cientos heridos, en una
población total de apenas medio millón, durante el mes pasado.

Exponiendo la hipocresía de EEUU

¿Cómo se explica la respuesta
moderada de Washington a los acontecimientos en Yemen y Bahrein,
mientras que al mismo tiempo, lanza una nueva guerra contra Libia?

La respuesta es que mientras el
gobierno de Gadafi en Libia, bajo presión, ha hecho muchas
concesiones al imperialismo y ha abierto la economía del país en
los últimos años, este no es un régimen cliente. Después de
cubrir sus apuestas en las etapas iniciales del conflicto libio, el
gobierno de Obama decidió rescatar a la oposición que se enfrentaba
a una derrota inminente.

Esta decisión no tenía nada que ver
con las razones alegadas: democracia, derechos humanos, sufrimiento
de los civiles, y así sucesivamente. Los líderes en Washington,
tanto demócratas como republicanos, han demostrado durante décadas
su voluntad de no solo tolerar—sino promover y crear en muchos
casos—los regímenes más represivos y crueles del mundo.

Tomemos por ejemplo a Arabia Saudita.
Los británicos y los EE.UU. armaron y financiaron a una extensa
familia, los al-Saud, en su afán de conquistar la mayor parte de la
Península Arábica. El país fue fundado en 1932, y su nombre
significa literalmente la Arabia de la familia al-Saud. En la
actualidad está dirigido por 2.000 príncipes. Nunca ha habido una
elección en la historia del país, las mujeres se les niega incluso
el derecho a conducir vehículos, y la más mínima señal de
disidencia política se paga con la tortura, la prisión y con
frecuencia, la ejecución. Pero en Washington y los medios
corporativos de aquí, tratan a Arabia Saudita como un estado
“moderado” y amigo.

El hecho es que Arabia Saudita tiene
más del 25 por ciento de las reservas mundiales conocidas de
petróleo, y mientras la familia real se ha enriquecido mucho, las
compañías petroleras de EE.UU., los bancos y el complejo
militar-industrial de las empresas-el núcleo del poder de la clase
dominante de los Estados Unidos, han cosechado aún más riqueza.

Lo que motivó a la administración de
Obama a actuar el 19 de marzo fue la realización de que los líderes
de la oposición de Libia que pedían a voz en cuello la
intervención imperialista, servirían mejor a los intereses de los
poderosos si ellos mismos se convirtiesen en el nuevo gobierno de
Libia. El presidente y sus consejeros no comparten la misma opinión
acerca de los movimientos de oposición en Yemen o Bahrein. Ellos
ven los movimientos en los dos últimos países como potencialmente
amenazantes para el imperio de los EE.UU., por lo tanto emite
declaraciones de “preocupación.”

Pero aunque los EE.UU. es el estado
militar más poderoso del mundo, no es todopoderoso. A pesar del
apoyo ostensible y secreto de Washington a los regímenes en Yemen y
Bahrein, los movimientos populares no han sido derrotados.

En Yemen, se ha producido una gran
división en el ejército creando una facción que proporciona
protección a las protestas, que siguen exigiendo la destitución de
Saleh. En Bahrein, el movimiento desafió la seguridad del régimen y
las tropas de ocupación y regresó a las calles en forma masiva el
25 de marzo.

Related Articles

Back to top button