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El Referéndum en Crimea: la verdad detrás de la rivalidad entre EE.UU. y Rusia

17 de marzo 2014

Los habitantes de Crimea han votado en cifras abrumadoras y por un margen abrumador para salirse de Ucrania y federarse con Rusia. La mayoría de la población habla ruso en Crimea, se identifica con Rusia y fue formalmente parte de Rusia hasta que la región fue transferida a Ucrania como una medida administrativa en 1954, cuando Ucrania y Rusia eran repúblicas unidas en un solo país: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

El voto de Crimea para salirse de Ucrania ha llevado a un coro de condenas y sanciones económicas contra Rusia por parte de Estados Unidos y de todos los gobiernos europeos de la OTAN.
Los mismos países que lanzaron 23.000 bombas y misiles sobre Yugoslavia en 1999 exigiendo que Kosovo se separase de Serbia y Yugoslavia — y que también invadieron a Afganistán en 2001 y bombardearon Libia en 2011 — están gritando sobre la “flagrante violación” de Rusia contra la soberanía de Ucrania por haber alentado y apoyado el referéndum de Crimea.

Los mismos militaristas que criminalmente invadieron y bombardearon Irak soberano o vitorearon mientras que Irak se dividía y fue dejado sangrando por el asalto, ahora están llorando grandes lágrimas de cocodrilo por la soberanía de Ucrania. El pueblo trabajador y las personas progresistas deben tratar con absoluto desprecio esa lealtad fingida a la causa de la soberanía nacional.

Estados Unidos y la UE se pasaron de la raya

Los provocadores militaristas neoconservadores como John McCain y su homólogo irresponsable que ocupa el cargo de Secretario de Estado se han pasado de la raya por facilitar y felicitar a un golpe de estado anti-ruso y fascista dirigido contra el gobierno corrupto sin embargo electo, de Ucrania.

Ellos pensaban que estaban en el camino para absorber por completo a la segunda ex república soviética a la OTAN. No anticiparon que la Crimea celebraría un referéndum popular y declararía su independencia.

La arrogancia del poder imperial llevó a los acontecimientos. Hace cinco meses que Putin estaba dispuesto a una competencia económica pacífica para suavizar la campaña de Estados Unidos y la UE de absorber a Ucrania a la esfera de influencia occidental. Putin suponía que ambas partes sabían que Ucrania está dividida geográfica y étnicamente de una manera que haría imposible que el país fuese absorbido en su totalidad por el imperialismo occidental.

El derrocado presidente Yanukovich favorecía la integración en la UE, pero le prometió a Rusia que Ucrania nunca se uniría a la alianza militar de la OTAN contra Rusia. Yanukovich fue una figura corrupta, cerca a los oligarcas ucranianos, y estaba perfectamente dispuesto en el pasado de establecer negocios con las fuerzas fascistas y semi-fascistas que finalmente derrocaron a su gobierno el 21 de febrero.

El rompimiento del acuerdo de 21 de febrero

Putin estaba ocupado con los Juegos Olímpicos de Sochi y defendiéndose de un aluvión de hostigamiento por los medios occidentales, mientras las protestas callejeras en Kiev cobraron fuerza. Originalmente las protestas eran una mezcla ecléctica de fascistas, de centro y de algunas fuerzas de izquierda, pero pronto las protestas callejeras de Maidan se volvieron bajo el liderazgo de las fuerzas verdaderamente fascistas controlados por la derecha y el Partido Svoboda.

Los cancilleres de Alemania, Francia y Polonia engañaron al desventurado presidente de Ucrania, Victor Yanukovich y quizás al de Rusia, para que firmara el acuerdo de 21 de febrero con los líderes de la protesta de EuroMaidan. Yanukovich se acordó a retirar a la policía, debilitar el poder de la presidencia y llamar a elecciones anticipadas para formar un nuevo gobierno. En el momento en que la policía se retiró el 21 de febrero, sin embargo, las milicias fascistas se apoderaron del complejo presidencial y otros edificios gubernamentales y Yanukovich huyó para salvarse la vida.

Hasta la violación del acuerdo de 21 de febrero, el gobierno de Putin estaba jugando un papel extrañamente pasivo, aun cuando Estados Unidos y la Unión Europea estaban desestabilizando al vecino más importante de Rusia en un esfuerzo que, de tener éxito, sólo podría culminar en la integración de toda Ucrania en la UE y en la OTAN. Entonces Crimea se transformaría en una base de la OTAN. Rusia hubiera sido expulsada de su base naval más grande e importante y la implacable campaña de la OTAN hacia el este sería una daga apuntando directamente a Rusia.

La última gota

El rompimiento del acuerdo de 21 de febrero y la toma del poder por parte del nuevo gobierno dominado por fascistas en Kiev fue el colmo para Putin. El acuerdo de 21 de febrero se trabajó con las potencias de la UE, pero fue inmediatamente desechado por los fascistas. Los oficiales de los Estados Unidos públicamente saludaron al nuevo régimen, reconociéndolo como gobierno legítimo.
¿Hay alguna persona pensante, que crea que Putin aceptaría este resultado en Ucrania, un país de 46 millones de personas con lazos culturales, económicos, políticos y militares profundos a Rusia?
A McCain, por supuesto, no le importa porque se pasa toda su mimada vida corriendo por el mundo, exigiendo nuevas guerras y nuevas confrontaciones. Él vuela en primera clase con el dinero de los contribuyentes a Ucrania o a Siria o adonde pueda acaparar los titulares de la prensa por su “postura firme”. McCain es un gran charlatán que tiene poco impacto real.

Pero John Kerry es responsable como Secretario de Estado de supervisar los intereses extranjeros de los mayores bancos y corporaciones de Estados Unidos y del estado global del imperio. Kerry también es un político mimado que ha pasado toda su vida adulta, al igual que McCain, como testaferro en el Senado de EE.UU. Como Secretario de Estado ha demostrado ser un desastre para la Administración Obama. Él estuvo a punto de arrastrar a Obama a una catástrofe iniciando otra guerra en Siria en agosto pasado, pero su movida fue detenida por la oposición global y al último segundo los rusos le echaron una mano de ayuda a Obama con un gesto por el cual Estados Unidos pudo dar marcha atrás sin mirarse demasiado “débil”.

Ahora que Putin se vio obligado a actuar y lo hizo con el ejercicio de un referéndum popular que más allá de cualquier duda demostró el verdadero anhelo de la mayoría en Crimea de afiliarse a Rusia, él ha demostrado su capacidad de hacer retroceder al imperialismo estadounidense y sus tramas. A pesar de ello las acciones de Putin son mesuradas y claramente diseñadas para encontrar un nuevo camino para posibles negociaciones sobre el destino de Ucrania y los intereses reconocidos de Rusia en el país y la región.

La movida de Rusia ha cambiado la ecuación y ha proporcionado un enigma para los Estados Unidos y la UE. Rusia y la UE tienen muchos intereses económicos y comercio compartido. Un súbito colapso en las relaciones crearía sufrimiento económico generalizado en ambos lados. Esto no fue anticipado por las principales figuras en el Occidental.

John McCain y los fomentadores de guerra en el Congreso fingen que Rusia es Irak o Corea del Norte o Siria y que las sanciones económicas harán el truco para debilitar y desestabilizar a Rusia como si Rusia no tuviera contramedidas disponibles para devolver el golpe.

El quid de la rivalidad EE.UU. con Rusia

La Rusia de hoy es mucho más débil en relación a los Estados Unidos y las otras potencias de la OTAN de lo que era la Unión Soviética.

La fuerza militar de Rusia es una quinta parte del tamaño de las fuerzas armadas soviéticas.

Más importante que el tamaño de sus fuerzas armadas, los principales aliados europeos de Rusia en la era soviética han sido absorbidos en la esfera de influencia de los Estados Unidos y la OTAN. Esto también ha pasado con muchas antiguas repúblicas no rusas de la URSS.

La URSS era una unión de 15 repúblicas. La más grande era Rusia. Ucrania era el segundo mayor motor de la URSS. Tenía tanto de industria pesada y un vasto sector agrícola llamado el granero de la Unión Soviética.

La industria en Rusia, Ucrania y otras repúblicas era propiedad pública. Pertenecían al Estado y su capacidad productiva y los productos eran propiedad del gobierno. No había una clase de multimillonarios y oligarcas que controlaban la economía. Las corporaciones multinacionales occidentales tampoco tenían un posición en esa economía.

La economía soviética funcionaba de acuerdo con el principio de la planificación económica. La causa principal de este mecanismo económico era completamente diferente a la de las grandes potencias capitalistas, donde los banqueros prestan y las empresas producen y comercializan, única y exclusivamente para obtener beneficios para los propietarios e inversionistas.

La Unión Soviética fue sancionada, en gran parte fue aislada del comercio y de la inversión con los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. El Pentágono le forzó a desviar una gran parte de su tesoro nacional a una carrera de armas nucleares. No obstante, la Unión Soviética, con Rusia como su república anclaje, se convirtió en la segunda mayor potencia económica y militar en el mundo.

Cómo el imperialismo vio la URSS

La URSS no sólo proyectó poder económico y militar para Rusia, lo hizo sobre una base de clase diferente. La lucha mundial para descolonizar Asia, África, América Latina y el Medio Oriente se convirtió en el elemento central de la política mundial después de la Segunda Guerra Mundial, y la Unión Soviética y los países del bloque socialista se convirtieron en el aliado económico y militar de los que luchaban por la independencia.

A pesar de que el liderazgo político soviético estaba más ansioso por mantener la coexistencia pacífica y un período de no confrontación con los Estados Unidos, la lucha global anticolonial en el llamado Tercer Mundo conducía la URSS a la lucha.

Cada una de las antiguas potencias colonizadoras de Europa y Estados Unidos se opusieron a los movimientos revolucionarios en Vietnam, Corea, Cuba, Indonesia, Irak, Palestina, Angola, Sudáfrica, Mozambique y otros países, mientras que la URSS proporcionó ayuda militar y económica.

El otro punto de la confrontación entre la URSS y los Estados Unidos fue el status de Europa Oriental después de la Segunda Guerra Mundial. Alemania, Bulgaria, Hungría y Rumania habían sido dominadas por los fascistas.

Europa del Este fue la base de operaciones y la puerta de entrada para la invasión alemana a la URSS en 1941. El liderazgo soviético quería garantizar que el liderazgo de la posguerra en estos países no fuera controlado por las fuerzas políticas anti- soviéticas que debían su lealtad a la política de los Estados Unidos y Gran Bretaña.

Fue el Ejército Rojo soviético que derrotó al nazismo en el área de Europa Central y Oriental en 1944 y 1945. El Ejército Rojo fue capaz de montar una contraofensiva masiva contra la máquina militar nazi y sus fuerzas colaboracionistas en la región, pero a un costo casi inimaginable. Más de 27 millones de soldados y civiles soviéticos murieron en la guerra y la mayor parte del país fue devastada. (El nombre del Ejército Rojo Soviético fue cambiado a las Fuerzas Armadas Soviéticas en 1946.)

Es de vital importancia entender esta historia básica, no sólo para captar la esencia de la confrontación soviético-estadounidense durante la llamada guerra fría, sino para determinar la orientación de Putin y el gobierno ruso hoy en la crisis de Ucrania. A pesar de que el gobierno socialista de la Unión Soviética fue derrocado y la URSS se disolvió en 1991, a pesar de que el gobierno ruso actual es ideológica y programáticamente pro-capitalista y no comunista, hay una constancia en las políticas de Estados Unidos y las potencias de la OTAN que están profundamente amenazando a Rusia.

Hitler y el imperialismo alemán

La invasión de Alemania a la URSS fue motivada no sólo por el anticomunismo y extremo odio de Hitler para los comunistas, sino que también estaba diseñada para agarrarse los vastos recursos de las tierras de Europa del Este: Ucrania, los países bálticos (Letonia, Lituania, Estonia), la región del Cáucaso (Georgia, Armenia, Azerbaiyán) y grandes partes de Rusia.

El imperialismo alemán bajo Hitler invadió esas tierras, ya que quería crear una zona imperialista alemana de dominación económica, no sólo ni principalmente por objetivos ideológicos fascistas, sino para el beneficio de los bancos y las industrias de propiedad capitalista de Alemania.

La Alemania de Hitler y más tarde los Estados Unidos y las potencias de la OTAN vieron estos países en gran parte como ellos veían sus antiguas colonias en el Tercer Mundo: como una fuente potencial de súper ganancias basadas en la explotación de sus tierras, recursos y mano de obra.

Lo que Stalin y la Unión Soviética querían después de la Segunda Guerra Mundial

Bajo el liderazgo de Stalin, la Unión Soviética esperaba un respiro de la guerra después de la Segunda Guerra Mundial. Los soviéticos hubieran preferido que la alianza durante la guerra con Estados Unidos continuara. Ellos hubieran estado contentos con una situación neutral de Europa del Este similar al acuerdo que se trabajó con un estatuto de neutralidad de Austria.

Pero el nuevo liderazgo en Washington en 1945 se dirigía en una dirección completamente diferente. El Ejército Rojo soviético en Europa, junto con la creciente ola de movimientos de liberación nacional contra el colonialismo y la popularidad mundial de la URSS por su derrota del nazismo creó un temor generalizado, pánico y fiebre de guerra en Washington. El establecimiento de EE.UU. preveía que una tercera Guerra Mundial era probable, pero esta vez sería contra la Unión Soviética y sus aliados.

Los Estados Unidos comenzó sus operaciones masivas encubiertas y abiertas para traer las fuerzas de derecha y anti-soviética de vuelta al poder político en Europa del Este y Central — las mismas tierras que Hitler había utilizado como plataforma para la invasión alemana de la Unión Soviética en junio de 1941. Fue bajo esta presión que Stalin y los dirigentes soviéticos decidieron abandonar la idea de que Europa del Este podría ser “neutral” y comenzaron a llevar al poder gobiernos permanentes que eran liderados por los partidos comunistas, aliados de la URSS. La excepción fue Yugoslavia, donde las fuerzas comunistas indígenas liderados por Tito eran lo suficientemente fuertes como para llevar a cabo su propia revolución socialista después de su larga y amarga lucha para derrotar a los ocupantes nazis.

Al “socializar” a los gobiernos de Europa del Este, la dirección soviética a finales de 1940 también les quitó de la esfera de explotación por parte de las corporaciones y los bancos capitalistas de Europa y Estados Unidos.

No es sólo una lucha ideológica

La guerra fría por lo general se presenta como una lucha ideológica entre los gobiernos pro-comunista y pro-capitalista. Ese fue uno de los componentes por seguro. El imperialismo, sin embargo, no es fundamentalmente un programa o proyecto ideológico. Se trata de un sistema económico mundial que obliga a los bancos y corporaciones a dominar toda parte del mundo en beneficio de esas mismas entidades.

Este sistema económico mundial se reorganizó de una manera transformadora después de la Segunda Guerra Mundial. La competencia inter-imperialista y la rivalidad entre las potencias colonizadoras habían sido las características dominantes de este sistema global entre 1900 y 1945. Después de la Segunda Guerra Mundial, la rivalidad entre los países imperialistas que había generado tanto caos y dos guerras mundiales en dos breves décadas fue silenciado como consecuencia directa del papel dominante alcanzado por los Estados Unidos y una estrategia global sofisticada empleada por el gobierno de los EE.UU. en su posición recién adquirida de líder mundial y el ancla del sistema económico global.

Un sistema mundial reorganizado bajo el liderazgo de EE.UU.

En lugar de castigar, sancionar y debilitar a sus enemigos en la Segunda Guerra Mundial, la política de EE.UU. se dedicó a revivir el poder económico y político de sus enemigos derrotados en Alemania y Japón.

En condiciones de ocupación militar estadounidense, las élites económicas dominantes de Alemania y Japón y la mayoría de sus operadores políticos fueron restaurados rápidamente al poder. En lugar de aplastarlos económicamente, la estrategia del imperialismo estadounidense era permitir las empresas alemanas y japonesas tener acceso a los mercados y los recursos globales.

Bajo la nueva alineación, Alemania y Japón, junto con Gran Bretaña, Francia y las demás grandes economías y gobiernos capitalistas se unieron entre sí como un frente unido contra la URSS y el socialismo.

Después de más de cuatro décadas de lucha mundial contra la URSS — una lucha incesante que se llevó a cabo en todos los frentes — fue una implosión política interna dentro de la cumbre del Partido Comunista soviético que finalmente derrumbó el poder político soviético y llevó a la disolución de la segunda mayor potencia del mundo.

Rusia sufrió un deterioro fuerte. Sus principales aliados fueron recogidos por la OTAN. Su economía se cayó en picada. La condiciones de vida para la mayoría de la población se redujeron drásticamente. Nunca había habido una caída tan abrupta en tiempos de paz. Grandes partes de la economía nacionalizada fueron saqueados por los gángsteres con conexiones a financiamiento internacional. Rusia estaba de rodillas, pero 10 años más tarde Rusia comenzó a recuperarse. Los Estados Unidos quería que Rusia fuera un títere o tan débil que nunca podría ser un obstáculo más a los deseos y diseños del imperialismo, incluso en los vastos territorios llenos de recursos y estratégicamente importantes dentro de las antiguas fronteras de la Unión Soviética.

Un sistema intrínsecamente expansionista

Sin embargo, Rusia es demasiado grande para ser una marioneta. Su ejército es demasiado grande, la masa de la tierra y los recursos demasiado vastos, y su nivel de desarrollo muy alto como para que Rusia se convierta en una estera para el imperialismo occidental.

Así que a pesar de que la Unión Soviética ya no existe, sigue habiendo una lucha continua entre el club de los países imperialistas — liderado desde 1945 por Estados Unidos — y Rusia.

La lucha ideológica contra el comunismo ya no es una característica de la nueva rivalidad. Pero la naturaleza expansionista del imperialismo moderno lo pone en rumbo de colisión continua con Rusia, China o cualquier entidad nacional o movimiento de masas que sirva como freno u obstáculo a la dominación de la tierra y los recursos del planeta.

Este patrón histórico es observable porque es la característica dominante del imperialismo moderno. Es también la razón de que el colapso de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría no trajo consigo la paz, el desarme y la disminución del militarismo. Por el contrario, los últimos 20 años han sido de una guerra imperialista tras otra, y el principal poder en ese sistema económica global sigue en marcha en pos de su agenda depredadora. En ese sentido, no hay una nueva Guerra Fría, sino más bien una continuación de los esfuerzos por las élites más poderosas en los países imperialistas por mantener su dominio sobre el mundo.

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