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Pasado un punto de no retorno: “Russiagate” y la reorientación del imperialismo EEUU

A continuación se presenta una versión editada de un discurso de Brian Becker dado el 25 de marzo del 2018. Becker es miembro del comité central del Partido por Socialismo y Liberación

De lo que quiero hablar es identificar en dónde nos encontramos en este momento en este proceso político. En el Comité Central del PSL consideramos que hemos llegado a un punto de no retorno en relación a la controversia “Russiagate.” No va a desaparecer, se va a ampliar y profundizar, y tendrá importantes repercusiones para la política estadounidense y el mundo.

Lo que estamos presenciando son dos fenómenos convergentes, paralelos pero que ahora se cruzan. Uno de ellos es una intensa guerra civil política en la cumbre de la clase política dirigente capitalista, en los centros de poder dentro de las agencias de inteligencia. La segunda es una reorientación cualitativa de la política exterior estadounidense y la preparación para un conflicto de “grandes poderes” con Rusia y China como blancos de ataque. El objetivo de esta reorientación de la política exterior y militar es el de generar fuerte presión de todo tipo sobre Rusia y China con cuatro metas principales: 1) rodear a Rusia, debilitarla económicamente y asediarla por todos lados, 2) competir con China por el dominio de Asia, la zona más dinámica de la economía mundial, 3) debilitar o darle fin a la alianza que Rusia y China han formado en los últimos años, y 4) llevar a cabo un cambio de régimen en China y en Rusia.

Comencemos por examinar el primero de estos fenómenos: la lucha de poder interna dentro de la clase dirigente capitalista.

Muchos de los centros de poder político de la clase dirigente no se esperaban que Donald Trump obtuviera la presidencia y ahora desean ponerle fin a su administración. Dentro de esta oposición están incluidas: las agencias de inteligencia; dirigentes de la política exterior de ambos partidos; el núcleo del equipo de profesionales del Departamento de Estado; los “think tank” (tanque pensante) estratégicos en Washington que producen funcionarios que entran y salen del gobierno capitalista y que en muchos aspectos constituyen el gobierno profesional duradero del país; y los medios principales de comunicación capitalista. Su oposición a Trump no se debe principalmente a su intolerancia o misoginia.  No es por que sea un xenófobo, anti-inmigrante y anti-musulmán. No es por que sea un racista contra los negros. Por supuesto que Trump es todas estas cosas, y se distingue de otros políticos de la clase dominante por su manera abierta de hablar, así quitándole la máscara a la intolerancia que tanto penetra a la clase dominante en los EE.UU. y por ende la avergüenza. Su forma es considerada de mal gusto. Los líderes políticos del sistema capitalista de EE.UU. han aprendido que este tipo de alardeo descarado de intolerancia reaccionara sólo ayuda a desacreditar al sistema.

Pero hay otro motivo por el cual grandes sectores de la clase dominante y sus operativos consideraron que Donald Trump no es apto para la presidencia y es una de las razones principales por las que el FBI y las agencias de inteligencia atacaban a Trump incluso desde el 2016.

Si nos ponemos a pensar en lo que Carlos Marx y Federico Engels escribieron en el Manifiesto Comunista de 1848, resumieron de brevemente las diferentes características de la sociedad burgués moderna, el sistema burgués y el capitalismo. Utilizaron esta formulación desde el comienzo del Manifiesto Comunista: “El ejecutivo del Estado moderno viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa.” Lo voy a repetir: “El ejecutivo del Estado moderno viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa.”

Donald Trump es considerado como alguien que no está dispuesto o que no es capaz de administrar los intereses colectivos de la burguesía. De hecho es un personaje único sólo en este sentido; de repente se convirtió en CEO de la maquinaria estatal más poderosa del mundo. La experiencia personal de Trump lo ha equiparado sólo para ser el líder, o digamos dictador, de una empresa de bienes raíces que tambalea entre la solvencia y la quiebra, además de una personalidad de “reality” cuyo “estrellato” ya había sido eclipsado desde hacía tiempo. A Donald Trump sólo le importa Trump y no le importa para nada — como podemos observar por su conducta durante el último año — los asuntos de la burguesía. No es apto para la presidencia por que no encaja el molde de lo que se requiere del CEO del estado dominante capitalista e imperialista del mundo. Quieren acabar con él y la investigación de Mueller se ha convertido en el vehículo para aquellos dentro de la clase dominante que quieren acabar con la presidencia de Trump. La investigación de Mueller sólo se concretizó como consecuencia de la estupidez política de Trump, como lo demuestra su despido de James Comey como director del FBI.

Trump ridículamente creía que como los demócratas odiaban a Comey por su reanudación de la investigación del uso personal de correos de Hillary Clinton, que los demócratas apoyarían la decisión de Trump de despedirlo. Después de todo, la investigación del FBI se reanudó tan solo once días antes del día de las elecciones el 8 de Noviembre del 2016, así ensombreciendo su campaña. Al contrario, los Demócratas y liberales en contra de Trump abrazaron al ex director del FBI como el campeón de “nuestra democracia”.

La indagación “Russiagate” tiene dos objetivos principales

La campaña Russiagate de propaganda y de agitación está diseñada para desacreditar a Trump. A la vez está siendo utilizada para generar consenso dentro de los EE.UU. para un enfrentamiento con Rusia, para una aceleración drástica del militarismo y una redistribución masiva de los recursos públicos hacia las arcas del Pentágono y de los contratistas de guerra.

Russiagate también está siendo utilizado para desacreditar a la izquierda, para desacreditar al movimiento para la liberación negra, para atacar a terceros partidos políticos independientes, para desacreditar a nuestro propio Partido.

Mueller no tiene realmente evidencia de colusión entre Trump y los rusos que le permitiera a Trump convertirse en presidente en el 2016. Después de todo, perdió el voto popular por 3 millones de votos, y de no ser por el sistema arcaico del colegio electoral basado en la esclavitud, Hillary Clinton, y no Trump, sería presidente.

Ni los rusos ni nadie esperaba que Trump se hiciera presidente de los EE.UU. No sentaron sus esperanzas en Donald Trump incluso si hubieran pensado que Trump sería más suave con Rusia y menos belicoso que Hillary Clinton y la clase dirigente neo-conservadora que la apoyó. Clinton y los neo-conservadores eran la punta de lanza de una política exterior reorientada, atacando directamente a Rusia como consecuencia de los eventos en Ucrania y en Siria.

Nadie, o muy pocos dentro de la clase dominante, esperaba que Trump obtuviera la presidencia. Nadie contaba en ello y la clase dominante se sorprendió — o para ser más precisos, se escandalizó — después de su victoria.

El alcance amplio y no definido que ha sido autorizado la investigación de Mueller, como se puede observar en los últimas citaciones legales, logrará obtener los registros financieros de la organización de Trump. Y en estos habrá bastante corrupción, habrá criminalidad. Habrán intentos de imputaciones contra Trump y a menos que se de un cambio drástico en la situación política, una buena parte de la clase dominante mantendrá firme su determinación de derrocarlo.

Quiero que escuchemos de las palabras de John Brennan, el antiguo director de la CIA durante el mandato de Barack Obama. A Brennan, por cierto, le costó trabajo conseguir el puesto más alto en el 2009 cuando Obama lo quiso reclutar para esa posición. Pero el problema principal de Brennan era su íntima conexión con el programa de tortura de George W. Bush. Obama tuvo que esperar y dejar que pasara un tiempo en un encargo secundario durante unos años hasta que consideraran que la gente (los medios) se habría olvidado de lo que hicieron Brennan, Dick Cheney, Gina Haspel y todos los demás torturadores. Ahora, irónicamente, los liberales adoran a Brennan.

Pero, volviendo a nuestro punto principal: esto fue lo que dijo Brennan del Presidente de los Estados Unidos. El director de la CIA hasta hace un año atrás, escribe las palabras siguientes:

“Cuando el alcance total de tu venalidad, torpeza moral y corrupción política se haga pública tomarás tu merecido lugar como demagogo deshonrado en el vertedero de la historia.”

Continúa con una declaración de que Trump es uno de los más grandes mentirosos y soplones en Washington. ¿Relegado al vertedero de la historia? Este es el tipo de lenguaje que la burguesía generalmente reserva para Saddam Hussein, o Muammar Qaddafi, o Kim Jong Un o antiguamente a Fidel Castro, pero este es el antiguo director de la CIA refiriéndose al Presidente de los Estados Unidos. Nos muestra la estado de ánimo dentro de la clase dominante en EE.UU. y esta será una lucha que continuará. A la larga, uno de los dos lados triunfará.

Creo que dentro de la maquinaria del estado y los medios, muchos están resueltos a darle fin a la presidencia de Trump, la cual se convertiría en la presidencia de Mike Pence. Así que es verdaderamente imprudente, ridículo, extraño y políticamente incorrecto para cualquier tendencia de la izquierda, y ciertamente aquellos dentro de un movimiento obrero, socialista y Marxista, de afiliarse políticamente con una de las dos facciones de la clase dirigente que se encuentran sumergidas en una lucha profunda.

Los intensos desacuerdos y divisiones dentro de la clase dominante no son algo nuevo. De hecho, es una característica de lo que le sucede al imperialismo estadounidense dentro de la cima de la clase política dirigente cuando el imperio de los EE.UU. se encuentra en declive o en crisis.

Comencemos con un poco de historia reciente. Entre 1960 y 1980 no hubo un solo presidente estadounidense que lograra terminar un segundo mandato. Los EE.UU. parecía estar perdiendo la mal-llamada Guerra Fría. El socialismo y la liberación nacional estaba en ascenso. Cuba fue capaz de repeler una invasión norteamericana en Bahía de Cochinos en 1961, cuyo objetivo era, derrocar la revolución.

Luchadores por la liberación habían lanzado en Vietnam del sur una ofensiva en contra del régimen marioneta de los EE.UU. A Kennedy se le culpó de no hacer lo suficiente para derrotar a la revolución Cubana. Kennedy y su hermano habían sido las voces principales de moderación dentro del consejo de guerra de emergencia durante la crisis de los misiles en Cuba de octubre de 1962. Kennedy era profundamente odiado por la jerarquía del Pentágono y de la CIA. Era percibido por los Dixiecrats (Demócratas del sur) como un “traidor de raza” por que parecía estar a favor del fin del apartheid — segregación — y porque su Departamento de Justicia tenía algunas conexiones con el movimiento pro derechos civiles de los estados del Sur.

Un año después de la crisis de octubre en Cuba, John F. Kennedy fue asesinado a tiros. Su reemplazo fue Lyndon Johnson. Johnson no podía postularse para un segundo mandato por la creciente oposición en las calles y dentro de la cumbre de la clase dirigente por el fracaso de los EE.UU. en Vietnam. Johnson habría sido reemplazado por Bobby Kennedy quien se postuló sobre una plataforma de darle fin a la guerra de Vietnam. Pero Bobby Kennedy fue asesinado en junio de 1968 la misma noche que ganó la primaria de California, y así la nominación del partido Demócrata.

Dada la ausencia de Kennedy, fue Richard Nixon quién logró ocupar la Casa Blanca. Nixon también enfrentó una gran lucha dentro de, y por la ultra-derecha en 1972, liderada por la campaña de George Wallace. Ese esfuerzo llegó a su fin cuando Wallace fue blanco de las balas en un intento de asesinato. Nixon ganó 49 estados en las elecciones del 1972. Wall Street y el complejo militar-industrial estuvieron cien por ciento opuestos a que George McGovern obtuviera la presidencia.

Nixon no fue capaz de terminar su segundo término por el escándalo de Watergate. Pero Watergate realmente fue el derrocamiento de Richard Nixon por el FBI. La llamada “garganta profunda” en la investigación de Watergate no era otro que Mark Felt, el número dos en la jerarquía del FBI después de J. Edgar Hoover.

Después de que Nixon fuera derrocado, una vez más por una lucha interna dentro de la burguesía, Gerald Ford y Nelson Rockefeller se hicieron presidente y vicepresidente, pero sin elecciones; fue por sucesión. Ford fue derrotado por Jimmy Carter en 1976.

Y sin embargo, Carter tampoco fue capaz de ganar la reelección en 1980 por causa de una división aún más profunda dentro de la clase dominante. Fue el Pentágono quien encabezó este enfrentamiento increíble. Más de 120 generales y almirantes retirados crearon el Comité sobre el Peligro Presente. Publicaron anuncios a página completa en los periódicos, acusando a Carter y a otros líderes “débiles” de poner en riesgo la posición de los EE.UU. como primera superpotencia del mundo. Su mensaje fue uno de los llamados más desvergonzados por un militarismo extremo y el aumento violento de la propaganda anti-soviética. La campaña Ronald Reagan en 1980 fue el vehículo para el Comité sobre el Peligro Presente. Consistía de una coalición de generales militares y de las grandes compañías petroleras.

El contexto internacional al momento de esa ruptura dentro de la clase dominante fue la revolución iraní de 1979 y la revolución socialista en Afganistán. La pérdida de Irán mediante una revolución popular tuvo un impacto abrumador sobre las políticas de la clase dominante en los EE.UU., dado que Irán, al igual que Israel, habían operado como los principales agentes para asegurar el dominio de los EE.UU. sobre un Oriente Medio rico en petróleo. La CIA había llevado a cabo un golpe de estado en 1953 que volvió a poner a la monarquía Iraní en el poder.

La revolución iraní logró tomar el poder en febrero de 1979, y en noviembre del mismo año estudiantes iraníes ocuparon la embajada de los EE.UU. en Teherán. Rehenes estadounidenses fueron retirados de la embajada. Como sabemos, los iraníes se rehusaron a liberar a estos rehenes hasta el 20 de enero, el mismo día, e incluso solo unos minutos después de que Ronald Reagan se convirtiera en presidente de los Estados Unidos. La campaña presidencial de Reagan había estado colaborando con el nuevo gobierno iraní. Obviamente hubo algún acuerdo entre la campaña de Reagan, los republicanos y el gobierno iraní de no liberar a los rehenes. El haber fallado en obtener la liberación de los rehenes y un intento militar chapucero para rescatarlos hicieron a Jimmy Carter parecer débil, un presidente a quién le faltaban las agallas para sobreponerse sobre esta supuesta agresión iraní.

En retrospectiva se puede apreciar la inestabilidad durante 20 años dentro de la clase dominante en los EE.UU.

Las divisiones, rupturas y los enfrentamientos tóxicos dentro de la clase dominante se deben entender como una consecuencia de contratiempos.

No solo fue Irán. Los contratiempos que los EE.UU. enfrentaba eran de una escala global. Casi todo el sureste de Asia se había declarado socialista, la revolución africana estaba en camino, hubieron revoluciones en Mozambique, Guinea Bissau y en Angola. Se dio la revolución etíope en 1974 y otra revolución aún más socialista en 1977. La revolución afgana tomó el poder en 1978. Los sandinistas tomaron el poder en Nicaragua mediante la lucha armada en 1979.

Dentro de la cumbre de la clase dominante estadounidense se volvió tóxico por la lucha interna, y no por la lucha entre la clase obrera y la burguesía en los EE.UU. Era una lucha interna de la burguesía sobre cómo manejar sus derrotas y contratiempos en la lucha de clases internacional.

En algunos aspectos ahora nos encontramos en una situación parecida, aunque por razones distintas. Es una clase dominante fracturada y tóxica. Políticamente es mucho lo que está en juego dependiendo del desenlace. Trump representa a una corriente dentro de la política en el país que cree que los EE.UU. es un país alguna vez “grande” que ahora se encuentra en descenso. Las intervenciones militares continuas en el Oriente Medio no le han abierto a los EE.UU. un nuevo camino. Estas intervenciones han comprometido a los EE.UU. en el Oriente Medio, lo cual permitió a China elevarse como el nuevo poder dominante en Asia. A su vez, Rusia se volvió a levantar y reanudó su alianza estratégica con China que sirve para amortiguar el afán constante y natural del imperialismo estadounidense por dominar el mundo.

El segundo fenómeno: la reorientación de la política exterior y militar

La lucha dentro de la clase dominante coincide con otro desarrollo importante, la reorientación de la política exterior militar en preparación para un gran enfrentamiento con Rusia y con China. Esto ha sido declarado explícitamente en la reciente Revisión de la Postura Nuclear y la nueva Estrategia Nacional de Seguridad que fue publicada en enero. No se trata del Estado Islámico, no se trata de Al-Qaeda, no se trata de la guerra contra el terrorismo. El Pentágono se está preparando activamente, incluyendo con presupuestos y planificación de imprevistos, para lo que describen como un gran enfrentamiento con Rusia o con China.

Pocos días antes, los estadounidenses enviaron buques destructores a 12 millas náuticas del territorio chino. Los chinos dijeron que esto constituía un acto de guerra. Luego la Fuerza Aérea China condujo ejercicios importantes, los que las Fuerzas Armadas Chinas llamaron “un ensayo general de guerra”.

Los sucesos en Ucrania y en Siria han cambiado la situación y han conducido a una evaluación cualitativamente distinta en la cima de la clase dirigente a cargo de la política exterior, en el Pentágono y en la CIA, con respecto a Rusia. En 1991 cuando la Unión Soviética colapsó, los EE.UU. le prometió al nuevo dirigente ruso, Boris Yeltsin, que los EE.UU. no se aprovecharía de la nueva debilidad de Rusia en mover NATO hacia el este.

Pero, como sabemos, esto fue exactamente lo que sucedió. Todos los antiguos gobiernos socialistas habían caído en Europa central y oriental. Los gobiernos socialistas en antiguas repúblicas soviéticas que no eran Rusia, como por ejemplo Ucrania, Letonia, Estonia y Lituania también cayeron. Todos excepto Ucrania habían sido incorporados a la OTAN para el 2014, como parte de una alianza multilateral militar liderada por los EE.UU. en contra de Rusia. Entonces, la OTAN se convirtió de estar ubicado en Europa central o occidental, a la mera frontera con Rusia.

Cuando el gobierno de Viktor Yanukovych fue derrocado en un golpe de estado en febrero del 2014 liderado por neo-nazis — y esto no es una expresión retórica, eran nazis y neo-nazis — el gobierno de los EE.UU. lo celebró como un gran “nuevo comienzo” para la libertad en Ucrania. La Flota Rusia del Mar Negro y la base naval más grande del ejército ruso se encuentra en Crimea. Es una región que había formado parte de Rusia desde los 1700s, en que los habitantes son mayoritariamente rusos étnicamente, y que fue transferida de manera administrativa de Rusia a Ucrania cuando ambos países eran un solo país, cuando formaban parte de la Unión Soviética.

Cuando se dio el golpe de estado apoyado por los EE.UU. en Ucrania en el 2014, Putin aclaró que Crimea seguiría siendo rusa y entonces se llevó a cabo un referendo en Crimea. Y desde luego que el pueblo mayoritariamente ruso votó por ser parte de Rusia en lugar de ser gobernado por un gobierno anti-ruso y fascista en Ucrania. Aunque el gobierno se ha aplacado un poco sigue siendo muy derechista.

Fue en ese momento que los EE.UU. dijo: “¿Cómo se atreve Rusia a detener la adopción unilateral de todos estos antiguos territorios soviéticos o antiguos aliados soviéticos dentro de una alianza militar liderada por los EE.UU.?” Ucrania había sido la segunda república soviética más grande y tenía un gran ejercito. De ninguna manera habría permitido Rusia que la OTAN implantara una base militar sobre su territorio. Fue precisamente ahí por donde los Nazis penetraron Rusia en 1941. Como sabemos, fueron derrotados, pero 27 millones de personas soviéticas murieron. Esta es una gran parte de la historia rusa, la cultura rusa, el psiquis ruso.

Yo no sé qué es lo que los EE.UU. pensaba que podía hacer en Ucrania, pero lo que pensaba no es algo que Putin o cualquier otro gobierno ruso hubiera permitido de ninguna manera. A su vez, los EE.UU., habiendo derrocado los gobiernos de Irak y de Libia en el 2003 y 2011, tenía la certeza de que lograría hacer lo mismo en Siria. Pero en lugar de apaciguar al gobierno estadounidense una vez más, como hizo Rusia en el 2011 en las vísperas del bombardeo de Libia — cuando Rusia se abstuvo en la Resolución 1973 de la ONU que autorizó el uso de fuerzas militares para “proteger a los civiles”— esta vez Rusia dijo “No.” Después de la invitación del presidente sirio Bashar al-Assad, Putin colocó al ejercito ruso dentro del conflicto sirio de manera decisiva para aclarar que el gobierno de Assad no sería derrocado por el imperialismo, ni por Turquía, ni por sus fuerzas subsidiaria como el EI y Al-Qaeda. Y esos son sus subsidiarios en el caso de Siria.

Hemos pasado a otra etapa de la historia, a una nueva etapa después de la Guerra Fría, en la que el imperialismo estadounidense ahora se está preparando para un gran enfrentamiento con Rusia y con China. Debemos ver el fenómeno de “Russiagate” y esta cacería de brujas, esta nueva guerra fría, dentro del contexto de un cambio en las políticas globales y un cambio en la orientación del imperialismo estadounidense.

Incluso si así comenzó, no es simplemente una excusa por parte del partido Demócrata para explicar por qué perdieron las elecciones, o por qué los líderes de la Convención Nacional Demócrata exigieron que la gente “no deberían leer los correos publicados en WikiLeaks provenientes de los rusos.” Sin importar su origen, esta propaganda y cacería de brujas, que llamamos Russiagate, se ha cruzado con una reorientación del imperialismo estadounidense que está dirigida en contra de Rusia, en contra de China. Como consecuencia se debe tomar en serio.

Si le preguntáramos a la gente en Europa, digamos hace 106 años, en 1912, “¿Es probable que dentro de dos años el mundo entero estará en guerra? ¿Es posible que haya una guerra mundial con la magnitud y la violencia de una guerra entre grandes poderes, y que 18 millones de personas morirán en menos de cuatro años?” Eso nunca había sucedido anteriormente en la historia de la humanidad. La mayoría de la gente hubiese pensado, “No, eso es inconcebible.” Pero sí sucedió y 19 años después de la primera guerra mundial estalló la segunda.

Una segunda guerra mundial estalló nuevamente cuando las rivalidades entre imperialistas y entre capitalistas se hicieron inmanejables. Las rivalidades se volvieron incontrolables. La propaganda combinada con el nacionalismo, populismo y desplazamiento económico generaron una situación en la que surgió un arreglo político completamente nuevo. A pesar de que posiblemente ninguno de los partidos quería la guerra, cada uno de ellos siguió tomando pasos en el camino hacia la guerra — todos y cada uno de ellos tomaron pasos hacia una escalada. Cada escalada requería que la otra parte ejecutara una contramedida. Es fácil entrar en una escalada, y es difícil salirse.

Mi punto final es que Donald Trump ha reemplazado a Rex Tillerson, Gary Cohn y ahora a HR McMaster, quienes hasta cierto punto se consideraban como “fuerzas moderadoras” dentro de la burguesía tradicional. ¿Quién hubiera pensado que estas serían las fuerzas moderadoras? Han sido reemplazados con personas como John Bolton quien está absolutamente dispuesto a la guerra en Irán y fue el agente de Dick Cheney para ello en el 2005. Es importante recordar que la única razón por la cual los EE.UU. no fue a la guerra contra Irán en el 2005 fue que su maquinaria de guerra se vio comprometida por la resistencia armada no anticipada del pueblo iraquí luego de la invasión.

Observemos a este alineamiento: John Bolton es el reemplazo como Asesor de Seguridad Nacional. Mike Pompeo será el Secretario de Estado de Trump. Pompeo es un republicano Tea Party de extrema derecha. No solo es un islamófobo, un racista extremo, sino que también quería deshacerse del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA en inglés), el acuerdo con Irán, para poder crear una situación de enfrentamiento con Irán.

Estamos pasado a un tiempo nuevo y extremadamente peligroso. Trump ha creado un gabinete que es “su” gabinete. Es un gabinete de guerra. Ahora está libre de antiguas restricciones dentro de la clase dominante, de aquellos que él consideraba un tanto desleales, no completamente partidistas en el contexto de esta feroz y venenosa lucha dentro de la burguesía. Ahora que se ha rodeado de fieles partidarios, habrá una intensificación de la lucha dentro de la burguesía y un aumento del riesgo de guerra. Por el momento, son el General Mattis y el Pentágono quienes son las voces que se oponen a deshacer del JCPOA. Una guerra con Irán rápidamente conduciría a una guerra regional y posiblemente un enfrentamiento global que arrastre a grandes poderes en bandos opuestos. El militarismo y las guerras recurrentes son una característica duradera del capitalismo. No debemos ignorar esta realidad.

Traducción por Ernesto Alfonso.

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