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Ninguna recuperación para los trabajadores

La narrativa predominante en los medios de comunicación acerca de la economía estadounidense es de una recuperación lenta, pero constante, de la crisis económica. Esta narrativa se acentuó después del informe de empleo de septiembre, el cual mostró que la tasa de desempleo había caído por debajo del ocho por ciento. Las empresas han vuelto a acumular miles de millones en ganancias, y muchas de las fábricas y gran parte del equipo que estaban paralizados en 2009 han vuelto gradualmente a ponerse en uso (medida que los economistas llaman la tasa de “utilización de la capacidad”.) Los medios de comunicación y el presidente insisten en que la recuperación está en marcha, aunque “tenemos un largo camino por recorrer”.

Aunque la “Gran Recesión” terminó oficialmente hace tres años, ya que las ganancias corporativas se recuperaron a niveles récord, ha habido poca recuperación para los trabajadores. La economía se ha mantenido en un período prolongado de desempleo, salarios y beneficios estancados o en declive, y la inseguridad económica alta.

¿Por qué no han experimentado la recuperación los trabajadores aquí? La clase capitalista ha utilizado sus ganancias récord para darse bonos, y repartir dividendos a sus accionistas. Están insatisfechos con las tasas de ganancia en la producción de EE.UU. y han invertido en la producción en el extranjero, donde los salarios y las regulaciones son aún más bajos. Otros capitalistas han suspendido intencionadamente sus inversiones con el fin de mantener como rehén la política del gobierno, los impuestos más bajos y acabar con la red del seguro social. (Ver “El capital se va a la huelga”)

Esto demuestra el tipo de recuperación que tienen en mente, uno que no va a alterar el deterioro a largo plazo de los niveles de vida de la gente trabajadora y pobre. Hasta el momento, la reducida “recuperación” ya lo ha demostrado.

Alta tecnología, bajos salarios

Esta recesión ha expulsado a millones de trabajadores de la fuerza laboral, ya que simplemente han dejado de buscar trabajo. Este fenómeno explica en gran parte la disminución de la tasa del desempleo. La duración promedio del desempleo sigue siendo más de 40 semanas. Incluso con el crecimiento del empleo modesto, no ha sido suficiente para mantener el ritmo de crecimiento de la población.

Incluso para aquellos que se reincorporan al mercado de trabajo están encontrando una reducción de sueldos y beneficios. Los empleadores están utilizando el gran “ejército de los desempleados” para exprimir a los trabajadores. Los que tienen puestos de trabajo encuentran sus horas de trabajo reducidas de manera continua, o, el extremo opuesto, hacen el doble de trabajo en la misma cantidad de tiempo.

Esto afecta incluso a la celebrada recuperación en las industrias de históricamente alto salario, como de automóviles, por ejemplo. Este crecimiento ha sucedido en gran medida en estados como Carolina del Sur — por los salarios bajos y las tendencias anti-sindicales — que ha atraído a $4,4 mil millones en inversiones relacionadas a la industria automovilística desde enero de 2011. Mississippi también lanza paquetes de “incentivos” en los cientos de millones de dólares a las compañías fabricantes de automóviles para abrir plantas no sindicalizadas con salarios y planes de jubilación más bajos.

El mercado de trabajo sigue siendo organizado por las líneas racistas, y con una geografía que omite por completo a las comunidades de color. Así, aunque la expansión económica podría estar en camino, no es una solución a los problemas de la economía, y dejaría tasas mucho más altas de desempleo, en las comunidades negras en particular.

Las nuevas tecnologías continúan eliminando puestos de trabajo. Por ejemplo, las nuevas tecnologías de fabricación de acero — como el uso del horno de arco eléctrico — han resultado en “micro-acerías” que utilizan 70 por ciento menos trabajadores que los molinos de hornos gigantes que anteriormente se utilizaban en el antigüo centro industrial del país. Existen tendencias similares en las industrias tanto automovilística como aeroespaciál y de envíos.

Los grandes bancos y las empresas de energía están promoviendo la energía como un campo donde grandes inversiones y fuerte crecimiento puedan tener lugar. De hecho, el reciente crecimiento en el sector manufacturero ha sido acompañado por el nuevo fenómeno “fracking (fraccionamiento del subterreno para mayor extracción de hidrocarburos” y una mayor explotación de petróleo en estados como Oklahoma. Un ejecutivo de Dow Chemical dijo recientemente a The Washington Post que esperan $80 mil millones en inversiones relacionadas con la producción de gas natural. Los Estados Unidos podría convertirse en el mayor productor mundial de petróleo en 2020, dando así también un gran impulso al manufacturero.

Pero las consecuencias ambientales de esta “energía sucia” son inmensas, tanto para las áreas circundantes inmediatas y el cambio climático. Esto es el “desarrollo” bajo el capitalismo, con los grandes bancos y las corporaciones pidiéndonos sacrificar la existencia a largo plazo de nuestras comunidades y el medio ambiente natural, a cambio de trabajo básico para sobrevivir. El gobierno no ha mostrado el deseo o la capacidad de planificar y facilitar la inversión real en la “energía verde”.

Tal configuración significa que con el supuesto objetivo de crear millones más puestos de trabajo, se debería permitir a los capitalistas degradar aún más el medio ambiente y el nivel de vida del pueblo — es verdaderamente un pacto con el diablo.

Auge, revuelta y revolución

La economía capitalista se caracteriza por auges y crisis cíclico. Cada fase del ciclo genera las condiciones para la siguiente fase: un período de auge del capitalismo tiene contradicciones internas (normalmente la sobreproducción) que llevan a la recesión. Asimismo, en cada recesión, se crean las condiciones para un nuevo período de prosperidad capitalista. Esto es a menudo descrito como un motor de automóvil: una recesión “enfría” un “sobrecalentamiento” de la economía, de modo que una vez que esté suficientemente frío, las condiciones son adecuadas para que empiece a funcionar de nuevo sin problemas.

Todo esto puede sonar bastante fácil, pero en realidad este proceso revela la realidad perversa del capitalismo: que las personas que trabajan deben periódicamente experimentar la destrucción de sus medios de subsistencia, con los consiguientes sufrimientos, para que los súper-ricos, que crean esta crisis, puedan encontrar la mejor forma de obtener beneficios subsiguientes. También es un absurdo: la gente quiere trabajar, los recursos y lugares de trabajo existen para contratar, hay mucho trabajo que se necesita, pero las personas siguen sin empleo porque los capitalistas no pueden obtener beneficios a la velocidad que requieren.

Queda claro que la crisis económica actual no es un ciclo económico normal. Se profundizó por una grave crisis financiera, en la que los bancos más poderosos casi se derrumbaron junto con el sistema de crédito del país. Sólo la intervención del gobierno en el rescate de los bancos, con el dinero de los contribuyentes, detuvo este escenario apocalíptico.

Ninguna crisis en sí misma y por sí sola puede acabar con el capitalismo. Sólo una revolución — que presente otra clase de poder, la clase obrera, y que reorganice la economía en torno a un plan para satisfacer las necesidades humanas — puede hacer eso. La clase capitalista está trabajando día y noche para diseñar una “recuperación” que despoje a los trabajadores de sus derechos sociales y económicos, y consolide su poder sobre la sociedad.

Hay una necesidad urgente de una recuperación distinta, donde la gente pobre y trabajadora se recupere de las décadas de explotación y la disminución de su nivel de vida. Es una visión de la sociedad totalmente diferente, por la cual el PSL también está trabajando día y noche para lograrlo.

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