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Obama, la desigualdad racial y la opresión nacional

Después del asesinato racista de Trayvon Martin, el Presidente Obama esperó varios días antes de hacer una declaración, por su mayoría apolítico, de que si él tuviera un hijo, él se “vería como Trayvon”. Sin embargo, este simple comentario fue atacado por los candidatos presidenciales republicanos, quienes lo acusaron de “insertar” raza a algo que “simplemente” era una tragedia.

Esto es la norma del mito que vivimos en una “América pos-racial” en que la sociedad ha “ido mas allá de la raza” gracias a la elección de un presidente afro-americano. Ahora, en el nombre de la “ceguera hacia el color,” a uno se le llama un “racista” por mencionar la discriminación, la violencia racista o la pobreza desproporcionada que azota las comunidades afro-americanas y latinas.

También, los temas de la brutalidad policial y la encarcelación masiva no se trataron ni una sola vez en los debates presidenciales. Recientemente, un reporte compilado por el Movimiento de Base de Malcolm X (Malcolm X Grassroots Movement) encontró que cada 36 horas, una persona afro-americana en los Estados Unidos es asesinada por las fuerzas oficiales.

La desigualdad racial

El Presidente Obama bien sabe las condiciones deplorables de los afro-americanos, cuyos índices de desempleo son mucho mayor que cualquier otra población. Un asombroso 28 por ciento de personas afro-americanas viven en la pobreza en comparación a 10 por ciento para los blancos. Universalmente—para cada indicador—las disparidades raciales son la norma.

Cuando se le pregunta los planes que tiene para tratar esta desigualdad, Obama típicamente responde diciendo que él es “el presidente para todo americano,” y que sus políticas económicas beneficiarán a todos. La “creciente marea levanta todos los barcos,” él dice, entonces no hay necesidad para hacer algo “especial” para las comunidades afro-americanas.

La realidad no es tan sencilla. Históricamente, los trabajadores afro-americanos siempre han sido los primeros en sentir los estragos de la recesión y los últimos en sentir los beneficios de la recuperación. En 2007, antes de que la crisis capitalista ocurriera, muchas áreas urbanas afro-americanas tenían índices de desempleo hasta 50 por ciento. Estos porcentajes empeoraron durante la Gran Recesión.

Esto subraya una verdad principal sobre la lucha contra la supremacía blanca. La ascendencia del Presidente Obama a la presidencia indudablemente señaló el progreso en las actitudes raciales del país. Pero esto no desarraigó la explotación clasista ni la opresión nacional que son la base de las disparidades raciales continuas. Tampoco significa que el racismo explícito es hoy en día menos peligroso o un factor periférico en la política de los EE.UU.

El producto del movimiento pro-derechos civiles, y también la negación de él

De hecho, la elección del Presidente Obama ha tenido el efecto de suprimir la discusión de la desigualdad racial. Por un lado, se utiliza para decir que el racismo ya no importa. Por el otro, la misma administración de Obama ha firmemente evitado políticas que solucionan las necesidades de las comunidades afro-americanas—para que no se le acuse de favorecer a los afro-americanos.

Los medios recurren a generalizaciones dramáticas cuando discuten el significado de la reelección de Obama en términos de “relaciones raciales”. Indudablemente, la elección culmina—y podría decirse que cierra—el proceso político iniciado por la Ley de Derechos del Votante, que afirmó y reorganizó el poder electoral afro-americano para hacer posible la elección de políticos afro-americanos. En las ultimas décadas, hemos visto más “caras afro-americanas en posiciones de poder,” empezando con los distritos y ciudades mayoritariamente afro-americanas, y finalmente la más alta posición política del país.

Pero, como todo proceso político, este es uno dialéctico. Obama no sólo representa el éxito del movimiento de los derechos civiles—su expresión  institucionalizada—pero también la negación de él. Mientras los activistas del movimiento pro-derechos civiles lucharon por la igualdad política-legal como una manera de luchar por la igualdad socio-económica, la existencia de esta igualdad legal es ahora utilizada para detener la discusión de la desigualdad económica.

Durante el periodo de los movimientos pro-derechos civiles y la liberación afro-americana, toda la sociedad—incluyendo los intelectuales populares—tenían que discutir y debatir de cómo la esclavitud, el fenómeno de la segregación llamado Jim Crow, la violencia de los pandillas racistas y la discriminación ubicuo, habían dejado impresiones perdurables sobre la sociedad de los EE.UU. Ahora, con la ascendencia de un hombre afro-americano en la Oficina Oval, estas discusiones se han declarado pasados de moda.

La opresión nacional: más profundo que las actitudes

Seguidamente se dice que la raza es una “construcción social,” que es cierto. Raza no existe en la biología, sino en las relaciones sociales. Los asentamientos de los colonos que se convirtieron en los Estados Unidos desarrollaron la anti-científica “regla de una gota”, que creó una categoría social “negra” para toda persona con cualquier ascendencia africana. Identificados y aislados políticamente, subordinados socialmente y super-explotados económicamente, esta experiencia—junto con los siglos de decidida resistencia y la historia común de cultura y economía, forjada dentro de los Estados Unidos—ha formado al pueblo afro-americano como un pueblo, oprimido por la clase dominante, históricamente blanco. La ideología racista de dividir-y-conquistar también fue adoptada por la mayoría de la gente blanca del país.

Así, mientras la raza es una construcción social, no significa que es irreal. Siempre ha sido central en la realidad del país. No sólo es una cuestión de la conciencia, pero de cómo está organizada. Esto no se puede desaparecer por los individuos que reclaman “no ver la raza de una persona” o por la elección de un presidente afro-americano.

Las actitudes racistas y el estándar hipócrita que enfrentan el pueblo afro-americano en sus interacciones diarias, en las entrevistas para un trabajo, cuando uno llama un taxi, etc. son una parte importante de la opresión nacional. Pero los prejuicios sirven para justificar las mayores disparidades raciales—no son la causa principal de ellas. Las actitudes no explican fundamentalmente por qué hay más hombres afro-americanos bajo el control correccional de los que estaban en cadenas de la esclavitud, o por qué el desempleo afro-americano ha incrementado hasta los doble dígitos. Ni explican adecuadamente las enormes disparidades raciales en los índices de la salud pública incluyendo la nueva cifra alarmante de que 44 por ciento de nuevas infecciones de VIH le ocurre a los afro-americanos.

Estas disparidades tienen origen en la historia de la opresión nacional que es parte integral del desarrollo cultural y económico de los EE.UU. El racismo—o mas correctamente, la supremacía blanca y la opresión nacional del pueblo afro-americano como un pueblo—ha sido una parte integral del capitalismo estadounidense desde el comienzo. Ha servido el propósito específico de regimentar al sector laboral, crear el labor super-barato, otorgar privilegios a los trabajadores blancos—en comparación a otros trabajadores, claro—y mantener la estabilidad social.

Los afro-americanos fueron inicialmente forjados en un pueblo distinto por medio del proceso brutal de la esclavitud. Decenas de naciones y etnias del continente africano fueron unidos en los centros de desembarco, en las detenciones de barcos, los eventos de subasta y las plantaciones. Eventualmente fueron forzados a hablar un sólo lenguaje, y sometidos a todo tipo de restricciones culturales.

Después de la Guerra Civil, hubo un momento breve de oportunidad democrática que rápidamente fue cerrado. La ideología racista resurgió nuevamente, el Jim Crow estableció una nueva realidad opresiva en el Sur, mientras que la segregación racial de facto prevaleció por todo el país, particularmente en el sector laboral y en la vivienda. Los intelectuales burgueses y sectores de la comunidad científica popularizó la idea de la inferioridad biológica de los afro-americanos. Algunos elementos de la cultura popular presentaron a la comunidad afro-americana como un pueblo envilecido, bruto y promiscuo.

Incluso después de que el gran movimiento de la libertad basada en el Sur destruyó a Jim Crow, mostrando el gran heroísmo que desenmascaró la imagen racista del pueblo afro-americano, la desigualdad fundamental al corazón de la experiencia afro-americana no fue resuelta. Las erupciones de los 60 y 70 resultó en un incremento significante en la retórica y la represión basada en la “ley y orden”. La clase gobernante optó por un régimen de represión policial y encarcelación masiva para controlar los problemas sociales burbujeando en los llamados ghettos.

Un pequeño grupo de personas afro-americanas entraron a las altas esferas de la economía, y había un crecimiento limitado de la “clase media” afro-americana que estaba muy vulnerable durante las crisis económicas. La crisis económica de los 70 y las décadas de políticas neoliberales han erosionado aun más los niveles de vida para el pueblo trabajador y pobre de afro-americanos.

¿Por qué los políticos no tratan los “temas afro-americanos”?

Existe cierto debate entre los políticos y los intelectuales afro-americanos sobre si es mejor proseguir políticas “específicamente raciales” o “neutralmente raciales” para poder ayudar a la comunidad afro-americana. Lo que este debate tiende a ignorar es que para poder confrontar las numerosas formas de opresión nacional afro-americana se requiere una confrontación directa con los gobernantes capitalistas de los Estados Unidos.

La única manera para tratar la brutalidad policial racista y la encarcelación masiva es enfrentarse a las cárceles, la policía y los jueces que forman el núcleo del estado capitalista. De igual manera, es imposible tratar la desigualdad racial sin invocar la desigualdad económica (y viceversa), la enorme diferencia entre el rico y el pobre. Los políticos capitalistas quizás tratan las orillas de la opresión nacional, pero no tocan los “temas afro-americanos” directamente porque invariablemente significan loa temas de la gente pobre.

Piénselo: ¿Quién tiene miedo a un empleo garantizado para todos? ¿A mejores sueldos? ¿A más viviendas dignas y accesibles? ¿Al cuidado médico y la educación gratuita para todos? Aquellos que van a perder con estas políticas son una pandilla pequeña de banqueros y corporaciones que controlan la gran mayoría de la riqueza. Utilizando a los Republicanos y Demócratas como sus voceros, estos gobernantes constantemente enfatizan que el país “no tiene lo suficiente” para un estándar digno de vida para todo el pueblo, y dicen que hay que haber recortes a los programas y beneficios sociales.

Cualquier confrontación a la opresión que enfrentan los afro-americanos requiere una confrontación directa con las fuerzas mas poderosas del país—los bancos y las corporaciones, sus políticos pagados, y la policía. Esto significa el derrotar sus practicas laborales, establecer servicios sociales gratuitos, priorizar viviendas accesibles y no hipotecarias comerciales, abrir las escuelas para todos—en fin, significaría un nuevo sistema.

Luchar contra el racismo y el capitalismo juntos

La lucha contra el prejuicio racial es central para la gente que quiere un cambio revolucionario en los Estados Unidos. Las ideologías racistas—que presentan al pueblo afro-americano como biológicamente inferior, o flojo, o propenso a la criminalidad—han jugado un papel central en obstruir la conciencia social de clase de los trabajadores blancos. Han debilitado los movimientos de la gente trabajadora y pobre, que en realidad tiene un potencial revolucionario. La única manera de crear la confianza entre los trabajadores de todas las nacionalidades es hacer como factor central la lucha en contra del racismo y la supremacía blanca.

En el periodo venidero, pueda haber una resurgencia de actividades por la ultra-derecha y los supremacistas blancos, enojados por la reelección de Obama y los cambio demográficos que lo hizo posible. Noventa y tres por ciento de las personas afro-americanas votó por Obama principalmente porque lo interpretaron como una lucha contra esta oposición racista republicana.

El Partido para Socialismo y Liberación estará al frente de la lucha contra los racistas de ultra-derecha y el racismo en general. Pero la posición del PSL es que la lucha contra el racismo y la opresión nacional debe convertirse en un movimiento anti-capitalista. El debilitamiento de las actitudes racistas y la derrota de los movimientos racistas no significa que han resuelto la opresión nacional—la opresión especial del pueblo afro-americano. Las enormes disparidades que azotan a los afro-americanos están insertados en la fundación del capitalismo estadounidense, no sólo en las mentes de la gente. Todo el sistema tiene que cambiarse.

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