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La re-segregación, la unidad revolucionaria y la autodeterminación negra

El 2014 es un año importante para los aniversarios de derechos civiles: El aniversario sesenta de Brown contra la Junta de Educación, y el aniversario cincuenta para la Ley de Derechos Civiles de 1964. Aniversarios como estos seguramente animan un importante debate sobre la forma de llevar a cabo las metas incumplidas de la era pro-derechos civiles.

A pesar de la derrota de la segregación legal, Estados Unidos sigue siendo una sociedad altamente segregada. Por ejemplo, en 2009, el 41 por ciento de todos los estadounidenses negros vivían en barrios “racialmente aislados”. Si bien esto se ha reducido de 47 por ciento en 1990, esto se debe principalmente a que los negros, los latinos y los asiáticos se están mudando más cerca entre si mismos. Tres de cada cuatro personas de raza blanca viven en barrios prácticamente todo blanco. Una proporción similar de estudiantes negros y latinos asisten a escuelas en las que al menos la mitad del cuerpo estudiantil es sólo una “minoría”.

La “re-segregación” del sistema escolar se ha visto facilitado por muchos gobiernos locales y estatales que han abandonado sus antiguos planes de desegregación. Si bien los niveles de hoy en día no son exactamente los mismos que antes de la revolución de los derechos civiles, sin embargo, son similares.

Jim Crow no era fundamentalmente de “separación” en abstracto. De hecho, los negros y los blancos interactuaron diariamente de mil maneras. Jim Crow era un sistema social de la supremacía blanca, una forma de ordenar la sociedad,  de controlar la lucha de clases, de distribución de los servicios y los recursos, y de mantener el poder. La “re-segregación” de hoy tampoco debe ser considerada en términos de separación en abstracto, sino el papel que desempeña en el actual sistema social y de clase.

Por encima de todo, esta segregación es un reflejo de la desigualdad racista en el seno del sistema capitalista de EE.UU. Es una acusación formal de un gobierno y clase dominante que le gusta celebrar los iconos de los derechos civiles, pero que no ha querido de verdad derrotar  las paredes de la supremacía blanca .

Mas allá de la ‘integración o el separatismo’

Muchos libros de texto de historia abordan el debate entre Martin Luther King, Jr. y Malcolm X en los términos simplistas: “el integracionista” frente al “separatista”.

Cualesquiera que sean elementos de verdad que existan en estas etiquetas, tildarle a King y al Movimiento de Liberación del Sur de “integracionista”  da una falsa impresión de que la principal meta de los activistas de los derechos civiles era vivir entre los blancos y ser absorbido por la sociedad blanca. Pero el lema del movimiento no era: “Integración ya” — era “¡Libertad ya!”

En otras palabras, el movimiento quería la igualdad ante la ley, igualdad en los servicios, igualdad de la vivienda, y acceso a las mejores escuelas en todo lado. Los niños negros que desafiaron los insultos y los ataques al entrar en las escuelas previamente solamente para blancos, o los jóvenes que sufrieron la violencia de las turbas en los mostradores de almuerzo, lo hicieron para poner fin a ser tratados como ciudadanos de segunda clase.

Al igual que la estrategia de King no era principalmente sobre el amor a los blancos, el separatismo de Malcolm X no se trataba de odiarlos. Él se opuso a todas las leyes segregacionistas y discriminatorias, pero señaló la realidad de que el país y su estructura de poder racista no tenían ninguna intención de tratar a los negros con una verdadera igualdad. Así como los sujetos colonizados de todo el mundo tenían que ganar la independencia nacional para afirmar su igualdad, los negros deberían construir sus propias instituciones, escuelas y vida económica y, finalmente, formar su propio Estado-nación.

Si bien sus estrategias e ideologías eran diferentes, ambos expresaron el mismo esfuerzo de la nación negra por la igualdad, la dignidad y el respeto. Ellos, por supuesto, funcionaron en diferentes contextos regionales, tomaron diferentes tonos, y expresaron diferentes niveles de escepticismo sobre la capacidad de la sociedad de EE.UU. para ser reformada.

En las experiencias y las luchas de la nación negra, las luchas por la “integración” y “separación” no estaban separadas tan claramente.

Cuando se ganó la Ley de Derecho al Voto en 1965, el Comité Coordinador Estudiantil No Violento (SNCC en inglés) dirigió su campaña de inscripción de votantes para la organización de partidos electorales compuestos principalmente por negros en el Profundo Sur (el primero en utilizar el símbolo Pantera Negra.) Esto no era principalmente un acto de “integración” ni “separación”. Fue un acto de auto-determinación.

En vista de la oposición racista, los negros insistieron en su derecho a entrar libremente y acceder a las mismas tiendas,  servicios y escuelas como los blancos, para seguir con su vida libremente. En otras ocasiones, las comunidades negras exigieron, como parte integral de la lucha de empoderamiento político, traspasar la mayoría de las instituciones blancas a ejercer poder dentro de su propia comunidad. Estas estrategias no estaban en contradicción, ya que todos ellos expresaron en diferentes momentos el deseo de la gente negra de poder ir donde quisieran, a ser tratados por igual y tener el control de las instituciones afectando a sus vidas.

La lucha sigue por la igualdad de recursos y la autodeterminación

Cuando la mayoría de la gente habla de “integración racial” en la actualidad, en realidad lo utilizan como sinónimo de integración de clase porque la estratificación de clases en los Estados Unidos está tan enredado con las categorías raciales. Los distritos escolares urbanos tratan de atraer a los estudiantes blancos, ya que hacerlo es sinónimo de recursos “de la clase media”, de ingresos fiscales y de atención política. Del mismo modo, muchos padres negros y latinos luchan por inscribir a sus hijos en las escuelas blancas suburbanas no por las virtudes abstractas de integración, sino por el acceso a recursos y oportunidades económicas.

El punto de vista comunista está en clara distinción del liberalismo paternalista que plantea que la integración en sí misma va a curar la desigualdad educativa. No hay razón para una escuela predominantemente negro o barrio tiene que ser “malo” o integrada por estudiantes blancos para salvarla. El problema es uno de los recursos, y cómo las escuelas y los barrios se incorporan a la economía capitalista.

Las disparidades racistas persistentes son, en realidad, una consecuencia de la opresión nacional. El Partido Socialismo y Liberación siempre ha insistido en que el pueblo negro en los Estados Unidos se forjó en una nación distinta por la experiencia compartida de opresión y resistencia entre 1619 y 1896. Los socialistas hacen distinción entre los términos nación y país, el último definido por un gobierno central y fronteras. Una nación, por otro lado, es un pueblo distinto con un lenguaje común, una cultura, un territorio geográfico y una vida económica (lo cual no quiere decir que todos desempeñan las mismas funciones). Los Estados Unidos es un país, y al mismo timpo multinacional, desarrollado históricamente en base a la subyugación de pueblos enteros — negro, mexicano, nativo, y otros.

La cuestión de cómo lograr la igualdad racial está envuelta en la cuestión de cómo deshacer la opresión nacional.

Hacia la revolución social

La principal victoria del movimiento de derechos civiles fue destruir la fachada jurídica y política de la supremacía blanca descarada. Esta fue una revolución política, pero no una revolución social a gran escala, el vuelco de las clases sociales. Los sacrificios heroicos de las personas involucradas obligó a la clase dominante extender los derechos democráticos, pero no liberar a la gran riqueza de la sociedad, y el aparato legal-estatal se mantuvo firmemente en las manos de la clase capitalista.

Estaba claro incluso que la segregación y la supremacía blanca podrían operar en contextos jurídicos distintos. Las escuelas en el norte estaban casi tan segregadas en términos estadísticos como el sur, a pesar de que Jim Crow no funcionaba formalmente allí. Era bastante fácil acabar con las normas explícitamente racistas que bloqueaban a los estudiantes por razones raciales. Pero era otra cosa golpear realmente las barreras racistas y de clase para integrar las escuelas, el mercado de trabajo, las comunidades residenciales y toda la sociedad de arriba a abajo. La exclusión racista podría ser re-escrita, a través de los medios económicos.

¿Cuál es la respuesta? Como comunistas, luchamos por una sociedad sin clases y sin opresión y explotación de cualquier tipo. Luchamos para eliminar todos los obstáculos a la plena libertad de asociación de los seres humanos, ya que se refiera a su origen étnico, nacionalidad, género u orientación.

Pero para empezar por este camino, hay que haber una revolución social para liberar los recursos y medios de producción, que expulsaría a las corporaciones, a los bancos y a los racistas del poder y crear un nuevo poder para reorganizar radicalmente la sociedad. Esto incluye necesariamente una reparación plena a la nación negra por los siglos de los peores crímenes imaginables.

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