El movimiento anti-guerra y la ‘oposición’ en el Congreso

Casi tres años desde el comienzo de la guerra en Irak, la administración Bush tiene una crisis en sus manos. La guerra ha demostrado que no puede ser ganada militarmente. La meta de Bush de establecer un régimen de cliente estable sigue siendo una lejana fantasía.  








Photo: Mark Keraly

La resistencia iraquí a la ocupación extranjera crece cada día y goza de amplio apoyo entre la población del país.


Dentro de Estados Unidos, gran parte de las encuestas muestran que la mayoría de personas se oponen a la guerra. Las masivas manifestaciones en contra de la guerra en meses recientes, combinadas con los informes diarios de las bajas han contribuído a este sentimiento. Las brutales realidades económicas y racistas expuestas por los huracanes Katrina y Rita han disminuído las posibilidades del gobierno de presentar un “esfuerzo unido” detrás de su proyecto imperialista.


Estos factores han empujado a sectores de la clase gobernante de Estados Unidos a cuestionar la política de guerra de la administración Bush en Irak. Aún más significante, el congresista John Murtha, un Demócrata de Pensilvania, habló extensamente el 17 de noviembre del 2005. En una conferencia de prensa, Murtha—conocido como un halcón de línea dura pro-Pentágono—hizo un llamado para “la salida inmediata” de las tropas estadounidenses de Irak, caracterizando la guerra como “una política defectuosa envuelta en ilusiones.” Murtha elaboró, “Los Estados Unidos no puede lograr militarmente nada en Irak. Es tiempo de que las tropas regresen inmediatamente a casa.” (Washington Post, 17 de nov. 2005)


La brusca presentación de Murtha causó una crisis dentro de la administración Bush. Inicialmente, la administración trató de responder con un contra-golpe, equiparándolo con el cineaste liberal Michael Moore.


El liderato demócrata no sabía como responder. La mayoría fue incoherente. Los senadores John Kerry y Jack Reed no estaban de acuerdo con Murtha, pero defendieron su derecho a disentir. La líder de la minoría demócrata en el Congreso Nancy Pelosi se enredó en el tema, sin deciderse a apoyar o no la posición de Murtha.


Algunos grupos y activistas liberales anti-guerra señalaron a Murtha como un campión de la causa anti-guerra. “Estamos agradecidos que el congresista John Murtha se haya unido a nosotros en un llamado por el fin a la ocupación de Irak”, leía un informe del grupo Code Pink.


Pero Murtha no está en contra de esta guerra por la misma razón que lo está la mayoría de los trabajadores y los activistas anti-guerra. El no se ha despojado repentinamente de su ascendencia pro-imperialista para unirse al movimiento popular.


Murtha nunca se ha opuesto a la sangrienta marcha del imperialismo estadounidense. El es un militarista de toda la vida, con 37 años en la Infantería de Marina. El peleó en la guerra de EEUU contra Vietnam y es miembro superior y ex presidente del Subcomité de Apropiación del Departamento de Defensa en la Cámara de Representantes.


Las credenciales bélicas de Murtha son impecables. En sus propias palabras, Murtha “dirigió la lucha para lanzar la guerra en 1991” y “apoyé a Reagan en la cosa de Centroamérica”—las brutales guerras por poder estadounidense en El Salvador y Nicaragua en la década de los 80. Hasta hace poco, él también apoyó firmemente la ocupación de Irak.


¿Qué es lo que está detrás de la milagrosa transformación de Murtha?


Cuando Murtha habló, no estaba hablando como individuo. El estaba actuando como un vocero de la sección de oficiales superiores en el Pentágono. La posición de Murtha—y las fuerzas políticas que la respaldan—revela como funciona realmente la política dentro del sistema capitalista.


Hablando en nombre de los generales






El Congresista John Murtha sirve de portavoz del sector de los generales del Pentagono.

Photo: G. Fabiano/SIPA Press

Una sección importante de los oficiales del Estado Mayor ha llegado a la conclusión de que la política de EEUU en Irak debe cambiar drasticamente. Ellos nunca estuvieron en contra de la guerra de Irak, y no se oponen ahora por principios. Pero algunos generales de alto rango ven como un fracaso la estrategia de la administración Bush en Irak y quieren cambiarla. Ellos están preocupados que si la estrategia estadounidense no cambia, eventualmente van a perder el control total sobre Irak y sus recursos.


Ellos también temen que una inminente derrota en Irak dañará la maquinaria militar estadounidense y no le permitirá envolverse en futuras intervenciones imperialistas. Ellos perciben al ejército como “quebrado, gastado” y “viviendo de la mano a la boca,” como fuera expresado por Murtha. (Washington Times, 2 de dic. 2005)


Esos generales usaron a Murtha como su vocero.


Este punto de vista apareció orginalmente en el discurso de Murtha el 17 de nov. “El futuro de nuestras fuerzas armadas está en peligro. Nuestras fuerzas armadas y nuestras familias se están extendiendo demasiado. Muchos dicen que el ejército está quebrado. Algunas de nuestras tropas están en su tercer despliegue. El reclutamiento está en descenso incluso cuando se han reducido los requisitos del ejército. … Ellos han sido obligados … a tratar de alcanzar una cuota reducida.”


Pero a los generales no se les permite hablar abiertamente contra las metas políticas del Presidente. Bajo lo Constitución de EEUU, los militares están bajo el control de la rama ejecutiva del gobierno. El presidente es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, y el Jefe del Estado Mayor Conjunto responde al Secretario de Defensa, una posición del gabinete nombrada por el Presidente.


Por lo tanto, los generales que se oponen a la política actual en Irak, encuentra en John Murtha un vehículo para golpear a la administración Bush en el Congreso.


Como veterano de alto rango y congresista con experiencia, Murtha goza de lazos muy estrechos con los peces gordos del ejército. El periodista Seymour Hersh dijo que “el mensaje de Murtha es un mensaje … de muchos generales actualmente activos. Esto es lo que ellos piensan, al menos un sector importante de ellos.” (DemocracyNow.org, 29 de nov. 2005) “Los generales cuatro estrellas escogieron a Murtha para pronunciar ese discurso porque tiene importantes credenciales”, según una fuente del Pentágono citado el 3 y 4 de diciembre en la edición electrónica de CounterPunch. Sus credenciales de derecha hacen difícil atacarlo como “débil contra el terrorismo.”


Por supuesto, el pronunciamiento de Murtha no refleja la única tendencia de los líderes militares. Hay aquellos que quieren desplegar más tropas a Irak, y otros que prefieren disminuir el número de tropas y fortalecer el ejército títere iraquí. Todas esas facciones diferentes tienen representantes en el Congreso que hablan por ellos. Pero el campo que representa Murtha está siendo hoy escuchado ampliamente por la prensa y por el público.


Ese campo también representa el cambio radical propuesto para las tácticas imperiales en la región.


La administración Bush está sintiendo el mensaje. Inicialmente después de criticar a Murtha, la administración cambió sus tácticas.


Sus oficiales respetuosamente pero vigorosamente dijeron estar en desacuerdo con Murtha. Inmediatamente después del estallido de ira inicial de la administración Bush contra Murtha, Condoleezza Rice y Donald Rumsfeld comenzaron a manejar la posibilidad de una reducción de las tropas en Irak. Pero Bush también se fue a la ofensiva, dando varios discursos importantes mostrando los “éxitos” de EEUU en Irak y alabando efusivamente al ejército de Irak. La pandilla de Bush quiere reducir las diferencias entre el liderato militar mientras que “mantiene el curso”.


Estas posiciones variadas representan el debate que se está dando dentro de la clase gobernante de como salir del conflicto militar que les ha salido tan mal. Así es como la clase gobernante maneja los conflictos en el sistema capitalista. Los trabajadores y los soldados y otros que sufren directamente las políticas imperialistas no son invitados a participar.


Los demócratas no son anti-guerra






Miles de iraquies en Tikrit demandan la libertad de Saddam Hussein del cautiverio estadounidense, 5 de diciembre, 2005.

Photo: EPA Photos

¿Si los líderes militares están detrás del plan de Murtha, deberían los trabajadores y activistas en contra de la guerra apoyar su plan? Absolutamente no.


La posición de Murtha es para una continuación del dominio imperialista estadounidense en el Medio Oriente. El está haciendo un llamado a “una redistribución inmediata de las tropas estadounidenses consistente con la seguridad de las fuerzas estadounidenses para crear una fuerza de reacción rápida en la región, para establecer la presencia cercana de la Marina, y alcanzar diplomáticamente la seguridad y la estabilidad en Irak.“ (Washington Post, 17 de nov.). En esencia, el plan de Murtha es cambiar el personal militar estadounidense hacia bases en los países limítrofes con Irak; tener fuerzas de la Marina dentro y fuera de Irak que no sean blancos tan visibles de la resistencia pero que puedan responder militarmente cuando sea necesario; y financiar, armar y apoyar al nuevo ejército en Irak creado por los Estados Unidos, y continuar manteniendo al gobierno títere iraquí.


No hay nada anti-guerra ni anti-imperialista de este plan. Los gastos militares masivos continuarán creciendo, los programas sociales continuarán sufriendo, y nuevas guerras imperialistas aparecerán pronto.


Pero, después de los discursos de Murtha del 17 de nov., muchas personas dijeron que él representa el punto de vista del movimiento anti-guerra. Grupos liberales anti-guerra lo alabaron; los demócratas vacilaron, sin mostrarle un real apoyo, y los republicanos se movieron rápidamente para apoyar a Bush.


Los republicanos presentaron un proyecto de ley en el Congreso pidiendo “el fin inmediato del despliegue de fuerzas estadounidenses en Irak”. Esto fue para avergonzar a los demócratas y forzarlos a tomar una posición rapidamente y mostrar su verdadera posición.


Ellos triunfaron. Los demócratas protestaron debilmente las maniobras de los republicanos, pero se alinearon rapidamente con los republicanos para derrotar la medida 403-3. Virtualmente todos los congresistas demócratas liberales que dicen ser aliados del movimiento anti-guerra votaron en contra de la resolución.


Algunos grupos anti-guerra se sorprendieron ante el enorme apoyo de los demócratas para continuar la guerra. Pero ellos no deberían sorprenderse. Los demócrtas han apoyado abrumadoramente la política de la clase gobernante estadounidense en Irak desde que fué concebida. Los demócratas, incluyendo a Murtha, continúan apoyando los planes imperialistas de Estados Unidos en la región.


Por supuesto, hay diferencias de posiciones sobre Irak entre los políticos del Partido Demócrata. Pero ninguna de esas diferencias son importantes para el debate dentro de la clase gobernante. Excepto por Murtha, quién está operando como agente para algunos de sus camaradas militares de alto rango, la postura de los demás políticos básicamente no significa absolutamente nada—Nancy Pelosi, John Kerry, John Edwards, Hillary Clinton, y otros. Ellos ni siquiera se proyectan como los líderes del creciente sentimiento anti-guerra en los Estados Unidos. Ellos simplemente están maniobrando de manera oportunista para su reelección en el 2006. Ellos nadan entre dos aguas para calmar a las corporaciones que los apoyan mientras tratan de atraer al creciente electorado que se opone a la guerra.


Al preocuparse sobre lo que algún congresista demócrata dice sobre la guerra, como lo hacen algunos grupos anti-guerra, lo que hacen es traicionar a las millones de personas que honestamente están buscando el fin de la guerra y ocupación de Estados Unidos en Irak. Esto es parte de la política de distracción—la “farsa democrática”, como Carlos Marx la llamara. Desvia la atención del problema fundamental—el fuerte control capitalista sobre el sistema político y económico.


¿Tiene importancia el Congreso?


Enfocar el sentimiento anti-guerra hacia el Congreso, también revela una falta de interpretación básica del papel del Congreso en la política estadounidense. El Congreso de Estados Unidos conserva unos pocos poderes formales que antes constituían una verdadera autoridad en asuntos militares—pero hoy no representa un poder verdadero.


El Congreso—la rama legislativa del gobierno—en otro tiempo tuvo un papel integral en los asuntos políticos de EEUU. Pero ahora, la clase gobernante estadounidense, tiene poco uso para el Congreso cuando se trata de importantes decisiones políticas. Es básicamente un taller de conversaciones.


Cuando la Constitución estadounidense fué aprobada, el Congreso jugaba un papel importante para la creciente clase capitalista. Fué creado como un cuerpo federal para resolver amigablemente disputas entre la clase gobernante. El historiador Charles Beard describió este papel en su libro de 1913, “Una Interpretación Económica de la Constitución de Estados Unidos”. A fines del siglo XVIII, había una intensa competencia regional entre los industrialistas pequeños y productores agrarios. El Congreso proveyó un camino para que la burguesía debatiera entre ella sin tener que ir a la guerra o sancionarse económicamente entre ellos.


Pero a medida que la clase capitalista se ha ido concentrando en las últimas décadas, especialmenete en la era del monopolio capitalista, el papel de la representación regional es menos importante. Casi todos los poderes para tomar decisiones sobre políticas se centran firmemente en la rama ejecutiva.


Como se estableció en la Constitución, el mayor poder del Congreso es controlar los gastos del gobierno. El Congreso sólo, de acuerdo a la Constitución, puede declarar la guerra.


Pero desde la Segunda Guerra Mundial, ninguna guerra de Estados Unidos ha sido declarada por el Congreso. Cuando la clase gobernante decide declarar una guerra, es iniciada por el presidente. El Congreso no ha tenido ningún papel en esto, excepto aprobar resoluciones de apoyo después que la rama ejecutiva ha tomado la decisión.
Siempre que la rama ejecutiva ha necesitado dinero para sus políticas—ya sea para rescatar a los inversionistas estadounidenses o foráneos o para apropriaciones bélicas—el Congreso aprueba automáticamente el pedido.


Por ejemplo, en la guerra de Vietnam, el Congreso esperó hasta 1974—un año después de que el último soldado estadounidense saliera de Vietnam—para cortar la ayuda financiera para la aventura militar. La población estadounidense estaba dividida y la victoria del pueblo vietnamita era clara. Sin embargo, el Congreso fué subordinado a la rama ejecutiva.


Hoy el Congreso juega el mismo papel. El Departamento de Defensa está preparando su séptimo presupuesto suplementario solicitado para las guerras en Irak y Afganistán (Boston Globe, 4 de dic. 2005) El Congreso ha aprobado los seis anteriores, destinando un total de $350 mil millones de dólares para la “guerra contra el terror.” No hay ninguna razón para creer que el Congreso no vaya a aprobar abrumadoramente también este pedido.


La construcción de un movimiento independiente


La clase trabajadora no debería dejarse engañado pensando que John Murtha habla para nosotros. El es parte del debate filosófico entre la clase gobernante sobre la guerra, donde a todas las partes sólo les importa los intereses de los monopolios petroleros y el Pentágono. Ellos están preocupados sobre la viabilidad de la guerra, sin duda, pero quieren encontrar una forma de alcanzar los mejores resultados para el imperialismo estadounidense. Lo que los trabajadores necesitan—ya sea en Irak o en los Estados Unidos—no está en consideración.


Los trabajadores tampoco deben creer que otros miembros del Congreso, con algunas pocas excepciones, son sus aliados. Sus cambios de posición hacia la guerra son puramente reactivos y estan diseñados para sus necesidades de re-elección. Sus intereses fundamentales radican en mantener al sentimiento anti-guerra dentro de los límites de las políticas imperialistas y, dentro de lo posible, en la arena electoral y fuera de las calles.


A lo que más le teme la clase gobernante estadounidense es a que un amplio sector de la clase trabajadora de Estados Unidos se separe de las políticas imperialistas. Esto es lo que hace que sea tan importante la tarea de construir un movimiento de la clase trabajadora independiente—un movimiento sin ataduras a los partidos burgueses, tanto demócrata como republicano.


Un movimiento tal se opondría a todas las tácticas imperialistas—no sólo oponerse a la guerra pero también a las bases militares estadounidenses, a las sanciones económicas, y los ejércitos apoyados por Estados Unidos en otras partes. Podría encontrar su fuerza en los millones de trabajadores y gente pobre que están sufriendo por la guerra, el racismo, los despidos, y el desempleo. Podría encontrar su energía en la ira y la indignación debido a la contínua negligencia racista de cientos de miles de víctimas de los huracanes Katrina y Rita.


Un movimiento unido de la clase trabajadora puede despojar a los capitalistas de su capacidad de tomar decisiones sobre las guerras que dañan a los trabajadores de los Estados Unidos y del mundo.

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