¿Podrá Washington admitir su derrota en Irak?

El militar estadounidense no ha podido establacer un gobierno títere estable.
Photo: Wissam Al-Okaili/AFP/Getty Image

En las semanas que conducían a las elecciones en noviembre de 2006, la guerra en Irak fue el tema principal las encuestas y comentarios en la prensa. Sin embargo y a pesar de la vasta mayoría de los estadounidenses opuestos a la guerra, no hubo ningún candidato de los dos partidos capitalistas que reflejase ese sentimiento anti-guerra.

Los dirigentes tanto del partido demócrata como del republicano están de acuerdo completamente en su deseo de recolonizar a Irak, a pesar de tener desacuerdos en sus tácticas. Para su desgracia, sus planes recolonizadotes han sido malogrados por el profundo deseo del pueblo iraquí de recuperar control sobre su soberanía. Las bajas causadas a las fuerzas de ocupación estadounidenses están aumentando considerablemente debido a la resistencia movimiento interno. El Pentágono está lejos de tener control sobre Bagdad, siendo la “zona verde” que se asemeja a una fortaleza, el único sector seguro en la ciudad.

La ocupación produce muerte y destrucción

Para el pueblo de Irak la ocupación ha sido brutalmente cruel. De acuerdo a un reporte del 11 de octubre publicado en el periódico en línea británico Lancet, 655.000 iraquíes han muerto—2,3 por ciento de la población—como consecuencia de la guerra de “liberación” de los Estados Unidos. Si se podría hacer una comparación esa escala de muertes sería similar a 7 millones de personas aquí en los Estados Unidos.

Todos los indicadores sobre la calidad de vida de una nación enseñan que la ocupación de los Estados Unidos ha aumentado el sufrimiento y la miseria del pueblo iraquí, junto con los 13 años de sanciones impuestas por los Estados Unidos antes de la invasión de 2003.

Durante el período de 1990 hasta la invasión de 2003, en el cual se impusieron las terribles sanciones económicas contra Irak, los residentes de Bagdad recibían de 16 a 24 horas de electricidad según un estudio realizado por el Instituto Brookings el 2 de noviembre. Hoy en día, a más de tres años de la invasión los residentes de Bagdad fuera de la zona verde reciben 5.6 horas de electricidad diariamente.

Antes de la invasión, el tratamiento del agua era de 3 millones de metros cúbicos por día, para marzo del 2006 esta había bajado a menos de la mitad, a 1,3 millones de metros cúbicos por día.

Un reporte realizado por UNICEF el 2 de mayo demuestra que el 25 por ciento de los niños iraquíes entre las edades de 6 meses a 5 años padece de malnutrición y que su situación empeoró después de la invasión a Irak por los Estados Unidos.

Los estimados del desempleo varían entre el 25 al 40 por ciento.

Aumenta la resistencia de Irak

Desde el punto de vista del Pentágono, la ocupación se está convirtiendo cada vez más en un verdadero dilema. El mes de octubre del año en curso se ubica en el cuarto lugar donde más muertes se han producido dentro del personal militar estadounidense desde el comienzo de la invasión, ascendiendo a 103 muertes admitidos.

Cada vez, más soldados estadounidenses están rechazando sus misiones. Una encuesta realizada por Zogby Internacional en febrero del 2006 señaló que el 72 por ciento de las tropas que están en Irak piensan que los Estados Unidos debe retirarse de este país el próximo año. Y uno de cada cuatro piensa que las tropas deben retirarse inmediatamente.

A la vez, la resistencia iraquí está haciendo un promedio de 100 ataques por día a las fuerzas de ocupación. Como una señal de crecimiento de fuerza política y coordinación, las fuerzas de resistencia iraquí realizaron desfiles militares públicos en las ciudades de Pamdi, Haditha, Bani Daher, Rwahand y Haqlaniyah a finales de octubre. Los desfiles se llevaron a cabo a menos de una milla de las bases militares de los Estados Unidos.

Desacuerdo entre los ladrones de la clase dominante

Mientras que para el pueblo en Irak la guerra y la ocupación se han convertido en una pesadilla asesina, para el imperialismo yanqui se está convirtiendo en un absoluto fracaso. La administración de Bush había prometido que la guerra se acabaría en semanas. Soñaban con que los recursos humanos y materiales de Irak podían ser saqueados en favor de la ganancia imperialista.

Los portavoces imperialistas como Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz y Richard Perle abrigaban la esperanza de ver convertido a Irak en un ejemplo para el resto del mundo de lo que le sucede a una nación cuando esta se atreve a resistir al imperio estadounidense. Después de la caída de Bagdad en abril de 2003, John Bolton, embajador de los Estados Unidos en las Naciones Unidas, dijo que Irak enseño a Irán, Siria y Corea del Norte “la lección adecuada”.

El plan consistía en entrar a Bagdad, instalar un régimen marioneta que compartiera el botín y suprimiera el deseo a la auto determinación del pueblo iraquí. Cualquier recurso que se utilice en la reconstrucción de Irak tendría el propósito de reparar la infraestructura destruída por la guerra y sanciones para facilitar la extracción, procesamiento y exportación del petróleo a mercados internacionales.

Sin embargo luego de tres años y habiéndose gastado alrededor de $400 billones de dólares en la ocupación, esta visión se ha caído a pedazos. Confrontando la derrota, las instituciones políticas de la clase dominante se están poniendo cada vez más en contra de los principales arquitectos de la estrategia de Irak en el Pentágono.

Naturalmente que los llamados a una nueva estrategia en Irak no tienen nada que ver con la miseria infligida en el pueblo de Irak, en los horrores de Abú Ghraib, o en las masacres cometidas por las tropas estadounidenses en Fallujah, al-Hadita o Hamandiyah. Esto se debe a que no se ha logrado alcanzar ni las lecciones geopolíticas ni los objetivos económicos.

¿Un ‘año perdido?’

En un documental que salió al aire en octubre en la serie Frontline de la televisión PBS titulado “El año perdido” se argumenta que la situación actual se debe a los errores hechos por los administradores civiles y militares durante el primer año de ocupación. El programa acusa del fracaso a la pobreza en la planificación, la falta de coordinación entre el Pentágono y la Autoridad Civil Provisional dirigida por L. Paul Bremer, y a un conjunto de operativos neoconservadoras mal entrenadas y mal vetadas que eran responsables de reconstituir a Irak de acuerdo a su propia visión neoliberal.

Por ejemplo, el reporte apunta al grupo de planificadores encargados de reorganizar todo el sistema penitenciario iraquí. El equipo no tenía ninguna experiencia practica. De hecho, todo lo que tenían en común es que eran miembros de una fraternidad de la universidad de la cual se habían graduado recientemente.

Naturalmente que esta clase de corrupción y auspicio político no es particular para Irak. Es el premio típico para los que se ponen del lado que “gana” en una guerra imperialista. Pero el PBS no hubiera sacado esto al aire si es que los objetivos de la ocupación hubieran llegado a realizarse y las ganancias del petróleo estuvieran llenando los bancos imperialistas.

En una serie de entrevistas, “El año perdido” demuestra intencional o no intencionalmente los comportamientos racistas del personal estadounidense que administró la ocupación diariamente.

En una entrevista, por ejemplo, la embajadora en la Oficina para Ayuda Humanitaria, Bárbara Bodine trata de desacreditar al movimiento de resistencia diciendo que sus orígenes pueden ser encontrados en los disturbios y caos civiles que ocurrieron en Bagdad después del colapso del estado iraquí. Ella compara el crecimiento del movimiento de resistencia a una enfermedad que tiene sus orígenes biológicos en aquellos eventos.

Esta analogía racista contra el heroico pueblo iraquí que se levanta contra la ocupación, viniendo por una embajadora “humanitaria” que supuestamente está bien versada en el arte de la diplomacia, es un claro ejemplo de que es lo que verdaderamente sienten y como piensan los militares y los estrategas de la política imperialista, de un pueblo ocupado.

Poder militar versus resistencia popular

La administración de Bush tomó la decisión de invadir Irak en los primeros días después de las elecciones de 2000. Este es un hecho que ha sido documentado ahora por muchas fuentes, como la autobiografía del antiguo Secretario de Tesoro, Paúl O’Neill.

El imperialismo yanquí enfocó sus recursos sin paralelo de los campos tecnológico, económico, político y militar, con el propósito de dominación global: satélites vigilantes, la nación con la hegemonía más poderosa políticamente y militarmente en la ONU y en comando de las instituciones financieras internacionales como el Fondo Monetario Internacional.

El Pentágono puso a miles de planificadores a trabajar en la preparación de la invasión y ocupación. Expertos prepararon cientos de escenarios y opciones. La prensa capitalista gastó miles de horas en campañas de televisión e infinitas páginas de periódicos y sitios Web para prepararle al público para la guerra. —aun antes de los ataques del 11 de septiembre del 2001. Los diplomáticos agrupaban aliados quieran o no, en las capitales alrededor del mundo.

La culminación de estos esfuerzos condujo a la invasión de Irak el 19 de marzo de 2003.

Pero como todos los imperios anteriores, los planificadores del imperialismo estadounidense subestimaron el poder de las masas para resistir. Toda la planificación ignoró el deseo del pueblo iraquí a ser soberanos y acontrolar su país y sus recursos.
El militar estadounidense no puede ser derrotado militarmente en el sentido formal—en los campos de batalla con tanques, aviones y buques. La guerra no es solamente un projecto militar. Por siglos un ejército de soldados sin interés material en la victoria—como en este caso, el sometimiento de todo un pueblo a nombre de la ganancia petrolera—no tiene contrapartida en la resistencia profundamente enraizada en la población y en su ferviente deseo de liberación nacional.

Esta fue la lección que las fuerzas de liberación vietnamitas re-enseñaron a los generales del Pentágono y a los políticos imperialistas. Este era el sueño de la pandilla de Bush para comprobar que la lección estaba equivocada.

El pueblo iraquí desea acabar con la ocupación. Esto se demuestra en los actos diarios de resistencia y en las encuestas que se han conducido por el mismo régimen ocupante.

A la vez, la gente en los Estados Unidos se está oponiendo a la guerra cada vez más. Miles de soldados han muerto y miles más han sido heridos seriamente. Mientras billones de dólares se gastan en la guerra, se han hecho recortes a los servicios sociales o se los ha eliminado.

Los residentes de Bagdad celebran el retiro de los lugares de inspección por las tropas, 31 de oct.
Photo: Reuters/Kareen Raheem

El problema que encara la administración de Bush es que el Pentágono no puede derrotar a la insurgencia de Irak, tampoco puede retirarse fácilmente sin iniciar otras insurrecciones anti Estados Unidos en Egipto, Jordania y Arabia Saudita. Por lo tanto el principal objetivo de los políticos del Pentágono y de todo el establecimiento imperialista es evitar dar la impresión de una derrota militar. Esto es de alguna manera una repetición del mismo predicamento que encaró la administración de Nixon cuando este asumió el poder en 1969.

A finales de 1969, Nixón y los militares se dieron cuenta que una victoria en Vietnam, en el sentido clásico, era imposible. Su nuevo objetivo era escapar de una derrota catastrófica. Treinta mil soldados estadounidenses más y cientos de miles de vietnamitas más tuvieron que morir entre 1969 y 1973 antes de que las instituciones políticas de los Estados Unidos reconocieran que una derrota catastrófica era inevitable.

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