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Por qué EE.UU. apoya a Gen. Musharraf

El 3 de noviembre, el gobierno de la dictadura militar de Pervez Musharraf declaró estado de sitio, suspendió la constitución e impuso un Orden Constitucional Provisional mediante el cual es posible gobernar por decreto. Musharraf señala al “incremento de la militancia Islámica” y “la creciente interferencia judicial en el desempeño del gobierno” como las razones para declarar ley marcial.


Él también suspendió por completo la Corte Suprema. Entre los




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magistrados suspendidos se encuentra el juez Iftikhar Mohammad Chaudhry, el cual fue atacado y removido durante el comienzo del corriente año, solamente para ser reinstalado luego de intensas manifestaciones en su favor. Las fuerzas militares respondieron rápidamente y rodearon el edificio de La Corte Suprema, arrestando a todos los jueces. Ellos han sido puestos bajo arresto domiciliario y se les ha suspendido toda comunicación.


Las fuerzas de seguridad pakistaníes han atacado despiadadamente las manifestaciones que han sido dirigidas por abogados que se oponen a la ley marcial. Miles de abogados, activistas, defensores de los derechos humanos, miembros del partido de oposición y otros han sido arrestados.


El gobierno militar ha impuesto sanciones severas en la prensa. Al menos una docena de estaciones de noticias han sido forzadas fuera del aire. Inclusive cadenas informativas de países imperialistas como BBC y CNN fueron suspendidas.


Mientras tanto en Islamabad, la policía ha cerrado el acceso a los edificios del Parlamento y La Corte Suprema. El 8 de noviembre, Musharraf anunció que habrán elecciones parlamentarias en feb. de 2008.


La inestabilidad de la dictadura


Estas medidas represivas eran algo anticipado. Ya en el 8 de agosto, el gobierno había anunciado que estaba considerando imponer estado de emergencia en respuesta a las “amenazas internas y externas.” El tiempo en que se impuso la represión podría estar relacionado con la decisión de la Corte Suprema que se opone a la reelección de Musharraf. Debido a la naturaleza fraudulenta de las elecciones sostenidas bajo el dominio militar, se anticipaba ampliamente que la decisión de la corte no favorecería a Musharraf.


Pero los problemas del dictador no solamente están limitados a la batalla con la Corte Suprema. En el Valle de Swat, en el noreste de Pakistán, combatientes leales al clérigo Mullah Fazlullah han ocupado los poblados de Matta, Khawazkela, Kalm, Madian y Bahrein. Las tropas paramilitares y de la policía se han rendido y han entregado sus armas a los combatientes.


El día antes de la imposición del estado de sitio, los ingenieros de Aerolínea Internacional de Pakistán se fueron a la huelga, demandando incremento salarial y mejoras en las condiciones del trabajo. La huelga obligo a la cancelación de 92 vuelos locales e internacionales.


Existe un incremento en las luchas laborales, particularmente dentro de los trabajadores del agua y la energía, las telecomunicaciones, el transporte ferroviario, la industria de la costura y otros. En meses recientes, diferentes segmentos de la población pakistaní se han movilizado en oposición a la dictadura, esta es una grave amenaza para Musharraf y sus jefes en los EE.UU.


Una historia de estado títere


Desde su formación como país en 1947, los gobernantes de Pakistán han sido indispensables para las políticas imperialistas en la región.


Cuando el poderoso movimiento de la gente por la independencia derrotó a la dominación colonial británica en India, la división de estas regiones étnicas fue la manera de Inglaterra de mantener control sobre una parte de lo que fuera su colonia.


Mohammed Ali Jinnah, fundador de la Liga Musulmana y primer líder de Pakistán, se mantuvo cómodamente al lado de los imperialistas. Pero la India, dirigida por Gandhi y Nehru, era ferozmente independentista y por consiguiente una espina en el pie de sus antiguos colonizadores. India paso a convertirse en líder del movimiento de los países no-alineados y sostuvo lazos amistosos con la Union Soviética. El gobierno de EE.UU. alentó al estado de Pakistán en contra de India.


La posición de Pakistán lo convierte en pieza importante de la estrategia geopolítica del imperialismo. Pakistán está situado en la parte occidental del sub-continente indio, con Afganistán e Irán al oeste, India y China al este y el Mar Arábigo al sur. Los puertos de Pakistán en Mar Arábigo y sus fronteras con Irán, Afganistán y China lo convierten en un país estratégico para los Estados Unidos.


Desde su fundación, Pakistán ha sido gobernado por dictaduras militares, con breves periodos de “democracia” civil controladas muy de cerca por el ejército.


Cuando los Estados Unidos se encontraban en plena campaña para derrocar al régimen izquierdista de Afganistán durante los años 80, Pakistán desempeñó un papel clave facilitando apoyo norteamericano a los Mujahedeens, los “luchadores por la libertad” de la CIA.


Cuando cayó Kabul en 1992, los Mujahedeens mostraron ser muy fragmentados y muy criminales para poder implementar algún tipo de estabilidad en Afganistán que pudiera servir los intereses a largo plazo de los imperialistas. El servicio de inteligencia de Pakistán, el ISI, fue el arquitecto de la formación del Taliban. Con apoyo de los EE.UU., el ISI ayudó al Taliban a capturar la mayoría de Afganistán en 1996.


Inmediatamente después del 11 de septiembre de 2001, los Estados Unidos lanzaron su nueva “guerra contra el terrorismo,” lo cual se traduce como guerra contra todas las fuerzas independentistas en todo el mundo. Washington invadió Afganistán para sentar las bases y militarmente “trazar el nuevo mapa del Medio Oriente.” El gobierno de Pakistán rompió vínculos con el Taliban, desde entonces Pakistán ha sido instrumental en ayudar a las fuerzas de la OTAN dirigidas por los EE.UU. que ocupan Afganistán en sofocar la resistencia del pueblo Afgano.


Pero el papel de los gobernantes de Pakistán, en su mayoría militares, de ninguna manera refleja el sentimiento de la gente pakistaní. La vasta mayoría de los pakistaníes odian la dictadura militar de Musharraf al servicio del imperialismo. Algo que refleja este sentimiento popular es la encuesta conducida por Pew Global Attitudes de 2007, la cual muestra que solamente un 15 por ciento de pakistaníes tienen una opinión favorable del gobierno estadounidense.


No reacción de EE.UU. ante ley marcial


El general Musharraf llegó al poder por medio de un golpe militar y ha estado allí desde 1999. Desde entonces ha prometido la restauración de la democracia.


Aunque el pueblo tuviera el poder de votar en elecciones burguesas, no significaría necesariamente que el gobierno estaría al servicio de sus intereses. Pero la dictadura de Musharraf es tan impopular que cualquier tipo de “elecciones libres” garantizarían que perdiera el poder.


Lo que a Musharraf le hace falta en apoyo popular y legitimidad, lo compensa con el apoyo de los Estados Unidos. Pakistán ha sido uno de los países que más ayuda ha recibido de los Estados Unidos desde el 2001, aproximadamente $10 billones. En su mayoría esa ayuda ha sido destinada al ejército.


Washington preferiría darle al estado títere de Pakistán una careta democrática. Esta es la razón por que apoyó la negociación patrocinada por Inglaterra entre la ex primer ministra Benazir Bhutto y Musharraf, la cual permitiría que Musharraf se mantuviera en el poder mientras Bhutto seria elegida “democráticamente” como la primer ministra.


Esa formula ha sido muy cara para Bhutto y hasta hoy no ha rendido fruta. La popularidad de Bhutto ha sufrido, no solamente dentro de la población, pero específicamente en las filas de su propia organización, el Partido del Pueblo, muchos de sus miembros es oponen a todo tipo de negociación con la dictadura militar. Por esta razón Bhutto ha hablado contra la imposición de la ley marcial en los últimos días.


Si Musharraf suspende su estado de emergencia y restaura la seudo-democracia que existía previo a la ley marcial, es posible que la alianza Musharraf-Bhutto se materialice. Ese es el escenario que prefiere Washington. Pero Washington no está dispuesto a tomar ningún riesgo y perder control del estado pakistaní.


Si esta crisis significara el colapso político del establecimiento pakistaní, Washington apoyará a Musharraf a cualquier costo.


Desde la imposición de la ley marcial, los gobernantes de EE.UU. han hecho proclamas públicas a favor de la democracia en Pakistán.


El 7 de nov., el presidente Bush dijo a los reporteros que él había conversado con el general Musharraf y le había dicho que debería quitarse el uniforme militar y debería de sostener elecciones. Pero cuando los reporteros cuestionaron por que el tono era más suave con Pakistán en contraste con Myanmar, Bush respondió: Pakistán ha estado en el camino hacia la democracia.”


Sin embargo, Pakistán es un país que ha estado gobernado por un dictador militar durante los últimos 8 años y por toda su historia.


La verdadera diferencia, claro está, es que en Pakistán, la dictadura militar sirve los intereses de Washington, lo cual no sucede con Myanmar.


Los oficiales de la administración Bush han sido muy cautelosos en sugerir que los Estados Unidos suspenda la asistencia a Pakistán, destacando sus servicios en la “guerra contra el terrorismo.”


Cuando el secretario de estado suplente, John Negroponte, testificó ante el Comité de Relaciones Exteriores Sobre Pakistán dijo: “Ningún país ha hecho más en términos de causar daños y castigar al Taliban y al-Qaida desde 11/9/01. Su trayectoria es muy impresionante.”


Ahora que los jueces de la Corte Suprema han sido removidos y las manifestaciones han sido reprimidos por el momento, Musharraf podría suspender la ley marcial y “restaurar la democracia” si él considera que la situación está bajo control.


Pero con o sin ley marcial, la pregunta es si esta impopular dictadura militar sobrevivirá, o si la lucha de las masas pakistaníes llegará a un nivel que ningún tipo de represión podrá derrotarlas.

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