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A 50 años del golpe contra el pueblo y Allende: Lecciones del movimiento revolucionario en Chile

Foto: Salvador Allende se dirige a las masas de la clase trabajadora que lo apoyan

En septiembre de 1970, Salvador Allende se convirtió en el primer presidente marxista con un programa de gobierno socialista electo democráticamente. Hoy se cumplen 50 años de su derrocamiento por el golpe planificado y apoyado por la CIA que inauguró la sangrienta dictadura de tinte fascista liderada por el general del ejército Augusto Pinochet. Este golpe, que se recuerda, con justa razón, como uno de los crímenes más infames del imperialismo estadounidense, le puso fin a un periodo de auge de movimientos populares que transformaba profundamente la sociedad chilena. Este periodo y el golpe que derrocó a Allende nos ofrecen importantes lecciones que son cruciales de estudiar medio siglo más tarde. 

Allende era el líder de la coalición Unidad Popular (UP), integrada por comunistas, socialistas y una facción marxista de la Democracia Cristiana. Esta ensayaba una vía electoral hacia el socialismo. El movimiento popular chileno y sus partidos políticos marxistas alcanzaron esta victoria en medio de una importante crisis del imperialismo estadounidense y del orden económico mundial impuesto por los acuerdos de Bretton Woods, lo cual también apuntaba a la crisis final del proyecto de desarrollo de industrialización por sustitución de importaciones. Ganar las elecciones no fue tarea fácil. Fue el resultado de décadas de crear y acumular poder dentro del movimiento popular y sus partidos políticos.

Una vez en la presidencia y no sin contradicciones, el gobierno de Allende desencadenó un salto cualitativo en el avance y masividad de las organizaciones populares, tanto políticas como sociales. Las tierras expropiadas por pobladores, comunidades mapuche y campesinas, así como la reforma educativa y la ideología revolucionaria en escuelas y universidades, llevaron el movimiento social a un nuevo estadio. En este estadio de desarrollo, la pregunta por la conquista del poder se volvió importante en la vida cotidiana del pueblo. Así, los eventos que tomaron lugar en los años de la Unidad Popular significaron tanto la consolidación de décadas de acumulación de poder así como su superación para alcanzar estadios más altos. 

Con el golpe apoyado por los Estados Unidos en septiembre de 1973, la clase dominante chilena comenzó una larga dictadura cívico-militar que terminó tajantemente con el largo desarrollo del movimiento popular. La represión sangrienta de 1973 a 1989 y la pronta reorganización del país de acuerdo con un programa neoliberal desde 1975 no fueron solo una reacción al gobierno de Allende o a las ideas socialistas, sino también, y sobre todo, al poder del pueblo que, en ese entonces, se volvía incontenible.

Olas de protestas

La base de datos del conflicto social del grupo de Protesta Social Global (Arrighi Center) encabezado por los sociólogos Beverly Silver y Sahan Karatasli se puede usar para dar cuenta del desarrollo del movimiento popular chileno en un periodo de larga duración. El método usado para medir la propuesta social en un país específico consiste en contar el número de menciones anuales en la sección internacional de los periódicos The New York Times y The Guardian entre 1850 y 2017. Un año se considera una ola grande de protesta si el número de artículos publicados es 1.5 veces mayor que el promedio de los 5 años anteriores y dos veces el promedio anual del periodo. La siguiente tabla muestra las olas identificadas usando este método.

Con este método, vemos que casi todas las olas grandes de protesta ocurren entre la Gran Depresión de 1929 y el golpe del 11 de septiembre de 1973. Aunque discontinuas en el tiempo, las olas de protesta son la escuela de las y los revolucionarios, permitiendo la maduración del movimiento y organizaciones políticas. En conjunto, este es un periodo de fortalecimiento del movimiento popular que provee la infraestructura necesaria para transformar la ideología marxista en una fuerza material en manos del pueblo.

La crisis del imperialismo estadounidense entre 1967 y 1973 marcada por su derrota en Vietnam y el final del patrón oro impulsó en Chile una nueva etapa del movimiento popular y la lucha de clases. Hasta 1967, las formas legales de movilización, como las huelgas legales y marchas, predominaron sobre tácticas ilegales. Pero eso cambió ese año, particularmente entre las y los pobladores campesinos, trabajadores rurales y mapuche, quienes cada vez con mayor frecuencia tomaban terrenos. Eran los qué el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) teorizó como pobres del campo y la ciudad. Este desarrollo fue detenido con el golpe. Durante seis años, las masas populares estuvieron permanentemente movilizadas.

Partidos marxistas

Al igual que con el movimiento popular, los partidos marxistas también tienen una larga trayectoria de desarrollo. Los partidos comunista y socialista fueron fundados en 1922 y 1932 respectivamente. Estos dejaron atrás la influencia de ideas anarquistas que predominaron a fines del siglo XIX. En 1938, estos partidos gobernaron como parte del Frente Popular, siendo la segunda experiencia frentepopulista del mundo después de León Blum en Francia. Los partidos marxistas fueron parte de los gobiernos del Frente Popular que siguieron a Pedro Aguirre Cerda, hasta que el partido comunista fue excluido, ilegalizado y perseguido de 1948 a 1958 con el apoyo de EEUU. 

Siendo aún ilegal el PC, en 1956, los partidos de izquierda incluídos el comunista y el socialista, formaron la coalición electoral FRAP (Frente de Acción Popular), escogiendo a Salvador Allende como su candidato. En 1958, Allende obtuvo 28% del voto, solo 3 puntos por debajo del ganador derechista, José Alessandri. En 1964, el FRAP creyó que podrían ganar. Sin embargo, las fuerzas del centro y la derecha con apoyo de EEUU se unieron en torno a la figura de Eduardo Frei Montalva, quien ganó la elección con el 58% y sumió a la FRAP en una crisis. La UP surgió como la reorganización de estas fuerzas políticas después de esta derrota.

En este contexto, la izquierda marxista llegó a la crisis nacional e imperialista de fines de los 60s con un candidato probado, Salvador Allende, y una fuerte experiencia electoral. Ella estaba preparada para proponer un gobierno que saque a Chile de la crisis y lo dirija hacia el desarrollo económico y democrático.

Al mismo tiempo que se consolidaba la vía electoral de la izquierda marxista, surgieron nuevos partidos que criticaban a los líderes reformistas del PC y, parcialmente, del Partido Socialista (PS). Por un lado, agrupando a marxistas cristianos, el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) y la Izquierda Cristiana (IC) se separaron de los Demócratacristianos. Por el otro lado, la derrota de Allende de 1964 produjo la convergencia de pequeños grupos revolucionarios que, en 1965, formaron un nuevo partido inspirado por la Revolución Cubana, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). El MAPU y la IC se unieron a la UP, mientras que el MIR mantuvo un apoyo crítico al gobierno sin nunca unirse a la coalición.

A finales de los años 60, los partidos políticos habían sido transformados por la lucha de clases, lo que se expresa en los fraccionamientos de los partidos burgueses, la reorganización de la coalición electoral de partidos marxistas, y la formación de un partido revolucionario, el MIR,  que consistentemente se negó a acumular poder en instituciones de la burguesía, incluido en poder ejecutivo del estado. Este proceso se radicalizó con el desarrollo del movimiento popular durante el gobierno de Salvador Allende, especialmente con la movilización de los que el MIR llamó los pobres del campo y la ciudad: pobladores, campesinos, mapuche y trabajadores rurales.

El protagonismo del pueblo

A finales de los 60 y principios de los 70, la lucha de clases se intensificó y el movimiento popular impulsó varias acciones directas como marchas, huelgas, ocupaciones de terrenos en el campo y las ciudades. Este fue un periodo de vibrante organización, lucha y resistencia desde abajo en todos los niveles de la sociedad chilena. Cientos de miles de pobres y trabajadores en todo el país luchaban todos los días por lograr condiciones de vida más justas y dignas. Hubo varios hitos históricos que marcaron este movimiento popular y que dan cuenta del nivel de organización y conciencia política alcanzado en esos años.

Muchas de las organizaciones de masas que se formaron en la lucha contra la clase dominante chilena y el imperialismo emergieron antes de que la UP llegara al poder. El gobierno de Allende escuchó las demandas del pueblo mientras este presionaba al Estado por cambios radicales, desencadenando las condiciones para un protagonismo popular en el proceso de cambios. Para entender el papel del movimiento popular en el proceso de construcción de esta nueva sociedad basada en principios socialistas, es necesario considerar cuatro sujetos revolucionarios que constituyeron el movimiento popular de aquel entonces, así como las tácticas que usaron para alcanzar sus objetivos.

Entre 1967 y 1973, se conjugó una alianza revolucionaria entre todos los actores políticos, incluídos los pobladores, trabajadores, campesinos y mapuches, y estudiantes (de secundaria y universidad). Todos fueron parte del movimiento popular chileno y jugaron un rol decisivo en la construcción del socialismo durante los años de la UP. Las organizaciones y la lucha de clases se fortalecieron a medida que la conciencia de una sociedad entera crecía día a día. En este contexto, los partidos se vieron forzados a reorientar sus estrategias, tácticas, y participación con el pueblo. Como resultado, estos partidos alcanzaron un nivel superior de síntesis en su análisis y praxis.

Movimiento de Pobladores: El movimiento de pobladores creció en los años de la UP, y la represión contra las ocupaciones y de los desalojos disminuyó significativamente. Las movilizaciones y la acción directa se intensificaron y expandieron, específicamente las ocupaciones de terrenos y casas. Las y los pobladores formaron alianzas políticas con partidos e instituciones estatales para alcanzar sus metas de acceso a la vivienda y la expansión de las políticas gubernamentales sobre el derecho a la vivienda. En 1971 había 238 campamentos en Santiago. Entre 1970 y 1973, Valparaíso y Concepción alcanzaron un récord de 244 y 588 movilizaciones. Después de una toma de terreno y del establecimiento de un campamento, la organización se orientaba a resolver problemas de infraestructura y urbanización, tales como, servicios de agua, alumbrado, transporte, salud y educación. Los campamentos desarrollaron estructuras políticas con alto nivel de organización que contribuyeron a construir gérmenes de poder popular a nivel local. Esto sucedió principalmente a través de los comités de los sin casa y asociaciones vecinales. El nivel de organización de los campamentos estaba determinado por la dirección política y los partidos involucrados (PC, PS, DC, MIR).

Trabajadores: en los años 60, las y los trabajadores lucharon por salarios justos y mejores condiciones laborales. Las tácticas que usaron fueron sobre todo huelgas en fábricas, y huelgas generales a nivel nacional. Estas acciones fueron violentamente reprimidas por el gobierno de la DC. Sin embargo, las y los trabajadores intensificaron sus acciones directas hacia el fin de la década, y comenzaron a organizar ocupaciones de fábricas y otros centros de producción, construyendo experiencias genuinas del control del proceso de producción. En esta lucha de clases, grupos importantes de obreros optaron por el control territorial de sus lugares de trabajo. Por tanto, las y los trabajadores de la construcción se tomaban las obras, las y los trabajadores del tránsito público los estacionamientos donde se guardaban autobuses, y las y los funcionarios públicos sus oficinas. Un ejemplo clave de esta movilización fueron los cordones industriales, los que eran organizaciones de coordinación territorial entre trabajadores de un área geográfica específica, de varias docenas de fábricas, empresas y sindicatos. Su importancia radica en que fueron un ejemplo concreto de gérmenes de poder dual. Las y los trabajadores tomaron el control de su futuro, tanto políticamente como a nivel de la producción, sin esperar a que el gobierno o algún otro actor político dirigiera sus acciones. Hacia el final de la UP, los cordones industriales eran el corazón de la lucha revolucionaria. 

Campesinos y mapuche: la reforma agraria de 1962 facilitó la emergencia del movimiento campesino a nivel nacional, tendencia fortalecida con la Ley de Sindicalización Campesina de 1967. Una de las formas de organización campesina fueron los Consejos Comunales Campesinos (CCC), los que tenían como objetivo el unir a todos los campesinos. Estas organizaciones fueron herramientas en la lucha de clases para expandir la reforma agraria. Las tácticas principales usadas en las luchas mapuche y campesina fueron la corrida de cercos y las ocupaciones. Las y los campesinos también establecieron una alianza histórica con el movimiento del pueblo mapuche, con quienes, a pesar de cada uno tener sus horizontes políticos propios,  unieron fuerzas en contra de los terratenientes para reclamar tierras y acabar con su distribución desigual, y para poner fin a las injusticias históricas que continuaban afectando sus vidas. Una de las organizaciones más notable en esta alianza fue el Movimiento Campesino Revolucionario (MCR), el que propuso una estrategia de insurrección para la disolución de los latifundios, paso clave para la implementación de un sistema socialista de tenencia de la tierra.

Lecciones para el presente

La UP marcó un periodo único de la historia chilena. En última instancia, la experticia de la UP probó la imposibilidad del camino parlamentario al socialismo que descansaba en medios electorales para desplazar y reemplazar el poder de la burguesía. Sin armas y sin la posibilidad de combatir militarmente el golpe, miles de las y los heróicos luchadores de la clase trabajadora fueron masacrados. El gobierno de la UP fue forzado a promover generales “constitucionalistas”, lo que irónicamente llevó al nombramiento de Pinochet como líder de las fuerzas armadas por el mismo Allende. Otras formaciones militares como el Frente Patriótico Manuel Rodríguez se formaron más tarde para luchar contra el régimen dictatorial. 

Hoy en Chile, estamos en una fase radicalmente diferente a la de los tiempos de la UP. No venimos de un largo periodo de acumulación de poder. El reciente surgimiento de fuerzas de ultraderecha bajo la propuesta fascistoide de José Antonio Kast ha intensificado el derrotismo derivado del repliegue de las fuerzas populares en los años que siguieron al heróico levantamiento del 2019, dejando a fuerzas de izquierda y cuadros militantes hambrientos por una dirección política para continuar la lucha.

A 50 años del golpe de estado, debemos recordar las lecciones históricas de esa época en la que el pueblo, como fuerza social y política, fue el protagonista de sus propias vidas. El movimiento popular impulsó la lucha de clases en todos los frentes, unido por la convicción de que el único camino hacia la justicia y la dignidad es el poder del pueblo. La clase trabajadora y sectores populares más concientizados de toda América Latina fueron destruidos por el imperialismo de EE. UU. y la burguesía nacional, pero su legado nunca se podrá borrar, nuestras luchas del presente y futuro se asegurarán de que así sea. Hoy, en un mundo donde las crisis capitalista e imperialista se profundizan, la experiencia chilena de construcción de una sociedad socialista debe darnos fe en que el devenir será popular.

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