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Editorial PSL – El problema es el imperialismo estadounidense

Foto: Asamblea General de la ONU – Créditos Patrick Gruban

El discurso del Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, en la apertura de la Asamblea General de la ONU de este año dio cuenta de un mundo en crisis. “No nos hagamos ilusiones”, dijo Guterres, “Navegamos aguas turbulentas. Un invierno de descontento se perfila en el horizonte”. Se avecina una crisis del costo de la vida. La confianza se está desmoronando. Las desigualdades están explotando. Nuestro planeta se está quemando… Tenemos el deber de actuar. Y, sin embargo, estamos estancados en una disfunción global descomunal”.

El decir que estamos en una “Disfunción global descomunal” es una acertada forma de describir las condiciones actuales de la política mundial. Sin embargo, Guterres, ex primer ministro de Portugal, miembro de la OTAN, se negó a nombrar o identificar el culpable detrás de esta realidad: el imperialismo estadounidense.

Guterres dedicó gran parte de su discurso a la guerra en Ucrania y las ramificaciones económicas globales del conflicto. Estados Unidos planificó la expansión de la OTAN hacia las fronteras de Rusia después de la caída de la Unión Soviética, creando así una permanente preocupación de Rusia respecto a su seguridad, y generando las condiciones para que este conflicto fuese inevitable. Las consecuencias de esto fueron advertidas por muchos al comienzo de la campaña de ampliación de la OTAN. Además, la administración de Biden se ha movilizado para convertir este conflicto en una guerra de poder total, concretamente entregando financiamiento ilimitado al ejército ucraniano, y proporcionando sistemas de armas avanzadas e imponiendo masivas sanciones a Rusia.

El gobierno de Estados Unidos se ha negado a tomar medidas decisivas necesarias sobre el cambio climático, a pesar de que ha sido la clase capitalista estadounidense la que más ha contribuido a las emisiones globales de carbono desde la revolución industrial. La industria de los combustibles fósiles que está acabando con el planeta está anclada en los Estados Unidos, y es respaldada por Wall Street y protegida por Washington.

En América Latina, los pueblos de Cuba y Venezuela se enfrentan a una permanente guerra económica. El bloqueo de Estados Unidos a Cuba ha estado vigente durante más de 50 años y se ha vuelto aún más hermético desde que la administración de Trump impuso 243 nuevas medidas contra la isla. Esto ha causado graves problemas en todos los sectores de la economía, tales como el sector eléctrico. Venezuela también es un objetivo principal para el cambio de régimen, con la intención de Washington de evitar que el país utilice sus vastos recursos naturales en beneficio de su pueblo. La administración de Biden ha mantenido la absurda política de Trump de reconocer a Juan Guaidó como presidente oficial en lugar del jefe de Estado reconocido internacionalmente y elegido democráticamente, Nicolás Maduro.

Los enfrentamientos están estallando de nuevo en el norte de Etiopía con el grupo armado Frente de Liberación Popular de Tigray (FLPT) que está luchando contra las fuerzas del gobierno en un intento de restablecer su dominio absoluto sobre el país. El FLPT gobernó brutalmente Etiopía durante casi 30 años con el respaldo de Estados Unidos, siguiendo fielmente los dictados de Washington en asuntos internacionales. Ahora, Washington comienza a imponer sanciones al gobierno etíope con el pretexto de violaciones de derechos humanos, pero con la verdadera intención de sofocar cualquier movimiento hacia una mayor unidad e independencia en la región del Cuerno de África.

Por otra parte, en su campaña de “competencia entre grandes potencias” contra China, los Estados Unidos está imponiendo un contexto de Nueva Guerra Fría en el mundo, donde la paz y la cooperación internacional están en peligro mientras que el gobierno está tratando desesperadamente de aferrarse a su dominio del mundo. El reciente viaje de Nancy Pelosi a Taiwán, facilitado por la administración de Biden, planteó la posibilidad de un conflicto total catastrófico.

En los próximos días, los líderes mundiales se reunirán en la Asamblea General y expondrán su perspectiva sobre esta “disfunción global colosal”. Esta reunión anual puede ser una oportunidad clave para que los gobiernos a los que apunta Washington puedan hacerse escuchar, pero, en última instancia, no tiene ninguna significancia para reorganizar los asuntos mundiales de una manera más justa. Para ello, es necesaria una lucha categórica y continua contra el imperio estadounidense, una lucha en la que la clase obrera estadounidense tiene todo el interés de unirse.

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