El pillaje capitalista de los océanos

Los océanos del mundo son vastos y profundos. Ellos cubren el 71 por ciento de la superficie terrestre y contienen el 97 por ciento del agua del planeta.

Los océanos parecen no tener límite del agua, de vida marina y de energía para mantener la vida y la atmósfera del planeta.

Pero los océanos están experimentando un estrés profundo, debido a factores directamente relacionados con la escalada de la producción capitalista y la degradación del medio ambiente.

Informes alarmantes de los científicos marinos han hecho sonar el peligro para los océanos del mundo y la necesidad de una acción urgente. Una reconocida organización internacional oceánica advierte que una “extinción marina masiva” puede estar ya en marcha, debido al rápido empeoramiento de las tensiones sobre los ecosistemas marinos. Pero a medida que la búsqueda por ganancias para el capitalismo se intensifica, la devastación de los océanos se acelera.

Tres tensiones principales: el calentamiento global, la acidificación de los océanos y la disminución del oxígeno, han dado lugar a estas disminuciones en muchos de los ecosistemas marinos. En algunos casos estas condiciones están presentes o inclusive sus niveles han superado “el peor de los casos” predichos en la década de 2000-2010.

El Programa Internacional sobre el Estado de los Océanos (IPSO- síglas en inglés), declaró en 2011: “[N]osotros, en la actualidad, enfrentamos la pérdida de especies y ecosistemas marinos enteros, como los arrecifes de coral, dentro de una sola generación. Si no se toman medidas ahora, las consecuencias de nuestras actividades están en un alto riesgo de causar, por los efectos combinados del cambio climático, la sobreexplotación, la contaminación y la pérdida de hábitat, la próxima extinción en el océano de gran importancia mundial. Es notable que la presencia de múltiples factores de estrés de alta intensidad ha sido un requisito previo para todos los cinco eventos de extinción globales de los últimos 600 millones años”.

Esta sería una catástrofe, no hace falta decir, afecta a la humanidad y a toda la vida en la Tierra. Sin embargo, en los foros internacionales los capitalistas han rechazado acuerdos básicos que limitan la explotación de los océanos o frenan el eructo de los combustibles fósiles en el medio ambiente. Por supuesto, el mayor agresor del medio ambiente es Estados Unidos.

El dióxido de carbono

El uso masivo de combustibles fósiles, la deforestación y las acumulaciones del dióxido de carbono resultantes causan quizás el mayor daño ambiental en los océanos. Sin embargo, de todos los ecosistemas de la Tierra, los océanos han sido los menos estudiados y monitoreados.

El Laboratorio del Medio Ambiente Marino del Pacífico de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA-siglas en inglés) estima que se añaden 22 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono a los océanos cada día.

El resultado es la acidificación. Con el aumento del ácido, especies enteras — desde fitoplancton hasta algas, los corales, los crustáceos y todo tipo de moluscos, como las ostras y almejas — están en peligro debido a que el ácido dificulta o impide su capacidad para formar conchas usando su proceso natural de calcificación.

Los arrecifes de coral están muriendo por la decoloración debido al aumento de las temperaturas del océano. Tan sólo en los últimos tres años, han muerto comunidades enteras de ostras en el noroeste del Pacífico, en la Bahía de Chesapeake de Maryland y la región Panhandle de Florida debido al cambio de la acidificación y la salinidad. Como cada especie está interconectada y dependiente de la otra, hay un efecto cascada con la muerte de cualquier forma de vida.

Al principio de la Revolución Industrial, el dióxido de carbono en la atmósfera era aproximadamente 228 partes por millón (ppm). Para el año 2006 fue de 381 ppm, su primer aumento de 50 ppm ocurrió en 175 años, y el segundo de 50 ppm ocurrió sólo 30 años. Estos datos provienen el Comité Nacional sobre el Cambio Global de la Academia Francesa de Ciencias, que predice que la saturación podría llegar a 700 ppm de dióxido de carbono en la atmósfera de la tierra en el 2100. El 10 de mayo de 2013 el nivel oficial llegó a 400 ppm.

Conglomerados quitan los recursos

Antes del desarrollo de alta tecnología de los arrastreros de pesca gigantes y la explotación industrial masiva del océano, las delicias del mar como camarones, ostras y salmón en los Estados Unidos y los países desarrollados no eran tan fáciles de conseguir. Los organismos marinos podían reproducirse a un ritmo sostenible.

Hoy en Estados Unidos, Europa, Japón y otros países industrializados, hay cantidades aparentemente ilimitadas de mariscos para consumir.

A partir de la década de 1980, la publicidad que acompañó al gran aumento de la pesca industrial y el comercio globalizado, ha llevado a un gran aumento de la producción y el consumo.

Pero la disponibilidad de poder comer cualquier cantidad de “langosta, de camarón y de salmón tiene un precio alto, mucho más allá de lo que se paga en un restaurante o en un supermercado. Por ejemplo, la producción de un salmón “cultivado” toma entre 5 y 8 libras de pescado.

El extensivo informe de “Estado mundial de la pesca y de la acuicultura” 2012 de la Organización de Agricultura y Alimentación de las Naciones Unidas, la FAO, muestra que sólo el 13 por ciento de las pesquerías del mundo — las reservas gigantes naturales en los océanos — son explotados a un nivel que asegura la reproducción a una tasa positiva. Alrededor del 57 por ciento de las pesquerías están “totalmente explotadas,” lo que significa que están en su máxima capacidad antes de que afecte la sostenibilidad, mientras que el 30 por ciento es “sobre-explotada”. Este último significa una pérdida neta en la población.

Por lo tanto, la sobrepesca ha afectado gravemente al 87 por ciento de la pesca mundial. Los países subdesarrollados de África ven sus pesquerías oceánicas explotadas, a menudo ilegalmente o mediante contratos firmados por los gobiernos sin escrúpulos con las empresas pesqueras extranjeras. A falta de la tecnología, los pueblos de esos países no pueden beneficiarse de los recursos de su propia región.

Con un sistema mundial de planificación y cooperación basado en los principios económicos socialistas, los científicos oceánicos, los ecologistas y los gobiernos podrían cumplir los acuerdos para limitar la pesca. De esta manera la pesca podría recuperarse y mantenerse a largo plazo.

Acabar con una especie, luego con otra

El jurel es sólo un ejemplo de cómo en el capitalismo, las empresas, pasan de una especie a otra, en su búsqueda de ganancia.

El jurel en el Pacífico Sur fue atacado poco después de que otras especies de peces grandes se redujeron. Ahora se enfrenta a la desaparición total. A partir de una captura anual promedio de 5 millones de toneladas en la década de 1990 por los pescadores industriales de la costa de Chile, se redujo a 700 mil toneladas en 2010.

El 25 de enero de 2012 el artículo escalofriante del New York Times, “El saqueo del jurel, señales del colapso de un pez”, declaró que los buques europeos capturaron sólo 2.261 toneladas en 2012, un descenso del 98 por ciento de sus 111.000 toneladas en 2009.

El artículo citaba al eminente oceanógrafo, Daniel Pauly, que describe la situación del jurel en el Pacífico Sur como indicación dramática del ecosistema en su conjunto. “Este es el último de los búfalos”, dijo. “Cuando se vayan, todo se habrá ido”.

Los superarrastreros noruegos, holandés, chilenos, rusos, chinos y otros se pelean por los restantes del jurel, pero los científicos advierten que es necesaria una prohibición de cinco años de pesca para tener alguna esperanza de salvarlos. Es poco probable que suceda.

El atún se ha convertido en un pez muy apreciado para el sushi y otros productos del mar. Ahora 5 de 8 especies, sobre todo el Atlántico, el Pacífico y aleta azul del sur, están “extremadamente en peligro de extinción” y en peligro de extinción a menos que su producción se detenga en realidad. Sin embargo, varios intentos de prohibir su explotación han fracasado debido a los importadores y a los productores más grandes.

La disminución de una especie a su vez afecta la viabilidad de otras especies causando del efecto global se magnifique.

Sistema de circulación de la Tierra

El tiempo en todas sus formas — estaciones, tormentas, nieve y lluvia — se origina y es conducido por los océanos. Las diferencias en las temperaturas y los niveles de sal del océano generan corrientes continuas y la circulación del aire. El agua que baja del cielo para alimentar la vida, los vientos fríos y cálidos de la tierra, son el resultado de la circulación de los océanos, conocido como “circulación termohalina”.

Los cambios importantes y continuos en el contenido de sal y los niveles de dióxido de carbono y las temperaturas oceánicas más cálidas están creando tormentas de clima más intensos, por una parte, y la aceleración del derretimiento del hielo, por otra.

El número de huracanes de la categoría 4 y 5 huracanes casi se duplicó desde 1970 hasta la década de 2000, de 50 por cada cinco años a 90, por cada cinco años. Más de 100 millones de personas viven dentro de los tres pies del nivel medio del mar. Las poblaciones más pobres son los más vulnerables a los cambios globales del hábitat, el calentamiento y el aumento del nivel del mar.

Los ecologistas, oceanógrafos y otros científicos se reúnen frecuentemente en conferencias y publican documentos de análisis para advertir sobre la necesidad urgente de imponer restricciones a las corporaciones y de recuperar el medio ambiente. Sin embargo, todas las políticas pro-ambiental, aunque importantes, no son suficientes.

La situación es realmente grave. Pero no es momento de desesperación. Es un momento para educar, organizar y luchar contra la destrucción capitalista de la tierra. Y más urgente que nunca la necesidad de la lucha revolucionaria y el sistema socialista para salvar el planeta. No es retórica, es la realidad.

Related Articles

Back to top button