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Elecciones históricas en Colombia: El aspirante progresista frente al establecimiento de la derecha rebautizada

Foto: Masivo mitin de cierre el 22 de mayo para la candidatura de Gustavo Petro/Francia Márquez. Crédito— @petrogustavo

La candidatura progresista de Gustavo Petro y Francia Márquez, de la alianza de izquierdas Pacto Histórico, quedó en primer lugar en las elecciones presidenciales colombianas del domingo, con más del 40% de los votos. Para sorpresa de muchos y en contraste con la mayoría de las encuestas, Rodolfo Hernández, un millonario de derecha que presenta una campaña “anticorrupción”, quedó en segundo lugar con algo más del 28% de los votos, superando a su colega de derecha Federico “Fico” Gutiérrez, el candidato preferido por la mayoría de la clase dirigente, incluyendo al presidente saliente Iván Duque. 

Aunque Petro quedó en primer lugar, no obtuvo la mayoría necesaria de votos para evitar una segunda vuelta electoral. Ahora tiene que enfrentarse a Hernández en una segunda vuelta para decidir el futuro de este país largamente asolado por la guerra, la desigualdad y la intervención imperialista. 

La mayoría de los principales medios de comunicación colombianos y estadounidenses califican los resultados de la primera vuelta como una gran sorpresa y un enfrentamiento entre dos candidatos “populistas”. Calificar a Rodolfo Hernández de candidato antisistema es lo más alejado de la realidad. Hernández es conocido popularmente como el Donald Trump colombiano y en más de una ocasión ha proclamado su admiración por Hitler. El hecho de que se autodenomine como un cruzado “anticorrupción” y “antisistema” es irónico porque actualmente está siendo investigado y se enfrentará a un juicio el 21 de julio acusado de corrupción cuando era alcalde de la ciudad de Bucaramanga. Como alcalde gozó de mucho apoyo y respaldo de los tradicionales uribistas de extrema derecha, incluyendo su principal representante, el ex presidente colombiano Álvaro Uribe, mentor de Duque.

Estos titulares ponen al descubierto la estrategia de la derecha colombiana de intentar disfrazar a Rodolfo Hernández como un candidato antisistema capaz de derrotar la masiva campaña progresista de Gustavo Petro. Desde hace meses han encumbrado a Fico como su candidato oficial, mientras que en los últimos meses han apuntalado discretamente a Hernández como su candidato de facto, capaz de recoger los votos de los tibios votantes conservadores desilusionados con los últimos cuatro años del gobierno de Duque. 

Las encuestas muestran que dos tercios del país quieren algún tipo de cambio frente al fracaso de la actual administración para detener la inflación disparada, la corrupción, la creciente y peligrosa amenaza de los cárteles de la droga y la mala gestión de la crisis de salud pública COVID-19. El hecho de que Hernández se hiciera pasar por un “outsider” fue la estrategia de humo y espejos de la derecha para disfrazar una nueva mutación del uribismo, disfrazada de “cambio” y “antisistema”. El telón final fue el apoyo inmediato de Fico a la campaña de Hernández inmediatamente después de los resultados de las elecciones, en un intento de consolidar su base conservadora bajo un solo candidato.

Esta carrera ya se está convirtiendo en la elección más importante y polarizante de todos los tiempos en Colombia. Por un lado, Petro y Francia ofrecen un nuevo camino a millones de colombianos que anhelan un cambio. Se presentaron con una plataforma progresistas que incluye el aumento del presupuesto para la educación, un sistema de salud pública universal y muchas otras reformas sociales muy necesarias mediante el cobro de impuestos a los ricos. Planean normalizar la relación con Venezuela, mantener los acuerdos de paz de La Habana de 2016, completamente desmantelados por Duque, y desafiar a los grupos armados ilegales y a las organizaciones paramilitares de derecha a las que se les permite operar con impunidad y sembrar el terror y la violencia contra el pueblo colombiano. 

Por otro lado está Hernández, que no es más que la continuación de las décadas de violencia y terror estatal de sus predecesores derechistas. Es un comodín que cambia constantemente su posición sobre la despenalización del aborto, la defensa de los acuerdos de paz y la normalización de las relaciones con Venezuela, mientras que al mismo tiempo propone una política fiscal conservadora tradicional para reducir el gasto mediante la eliminación de programas e instituciones públicas muy necesarias, como la Alta Consejería para la Equidad de la Mujer. En una ocasión hizo comentarios extremadamente sexistas y xenófobos al referirse a las mujeres venezolanas migrantes que viven en Colombia como “fábricas de niños”. 

La batalla que se avecina

Aunque Petro lidera las encuestas, va a ser una segunda vuelta electoral difícil, ya que es muy probable que se intensifique la violencia y la intimidación que ya ha visto su campaña. Como nota prometedora, la ventaja de 12 puntos de Petro frente a Hernández en la primera vuelta es una mejora significativa con respecto a su candidatura presidencial de 2018. Petro recibió más votos en la primera vuelta de las elecciones de este año que en la segunda vuelta de las elecciones anteriores.

Los sectores de la derecha colombiana temen la posible victoria histórica de la candidatura progresista de Gustavo Petro y Francia Márquez, lo que conduce a un peligroso ambiente político. Su posible triunfo histórico amenaza con romper el dominio de décadas de estos sectores conservadores y de extrema derecha del país. 

En su discurso de victoria en la primera vuelta del domingo, Petro aprovechó para lanzar una crítica directa a su contrincante en la segunda vuelta, diciendo que “no se combate la corrupción con videos de Tik Tok”, refiriéndose a cómo Hernández ha utilizado principalmente las redes sociales para popularizar su campaña y ni siquiera asistió a los últimos debates presidenciales nacionales. Petro añadió que “la corrupción se combate arriesgando la vida. Nosotros hemos arriesgado la vida muchas veces para luchar contra el régimen de corrupción”. 

En su discurso, Petro se refería a las múltiples y graves amenazas de muerte que ha recibido su campaña desde su inicio. En uno de los mítines de cierre de campaña previos a las elecciones del domingo, la candidata a la vicepresidencia, Francia Márquez, fue apuntada con un láser en la cabeza en medio del escenario mientras pronunciaba un discurso ante miles de simpatizantes en una plaza de la ciudad de Bogotá, capital de Colombia. La escena parece sacada de una película de acción de Hollywood. Los vídeos en las redes sociales captaron el momento en que sus guardaespaldas la cubrieron inmediatamente con escudos antibalas para evitar un posible atentado contra su vida. 

Desafiante como siempre, la candidata siguió agitando a sus oyentes mientras la bajaban del escenario gritando: “No pasarán, liberaremos a nuestro pueblo”. Esta fue la cuarta amenaza de muerte desde marzo.

Francia Márquez es una abogada y activista afrocolombiana. De ganar, se convertiría en la primera vicepresidenta negra del país. Francia no es ajena a las amenazas de muerte. En 2016, se vio obligada a huir de su casa tras enfrentarse a violentas amenazas por parte de grupos armados ilegales contratados por ricas empresas mineras en su nativo Valle del Cauca. Colombia encabeza cada año la lista de países más peligrosos del mundo para ser activista medioambiental y de derechos humanos. Sólo este año, cerca de 70 activistas han sido asesinados en 2022. Tanto Petro como Francia han tenido que suspender y cancelar en varias ocasiones actos de campaña por sospechas de posibles atentados contra sus vidas.

A Petro, ex alcalde de la capital colombiana, Bogotá, y ex miembro del grupo guerrillero Movimiento 19 de Abril (M-19), le preguntaron en una entrevista con un canal de televisión francés si temía ser asesinado en plena campaña, a lo que respondió que “el fantasma de la muerte nos acompaña… Cuando me mezclo entre la multitud, cuando estoy en una tarima y hay una plaza llena, que en cualquier lugar alguien podría disparar”. Este tipo de preguntas a un candidato presidencial o la imagen de Francia cubierta por escudos antibalas pueden resultar chocantes, pero en Colombia estas amenazas contra los candidatos progresistas son reales y han manchado al país con una larga y sangrienta historia de asesinatos de figuras políticas.

Asesinatos y terror de la derecha

Las amenazas de muerte contra Gustavo Petro y Francia Márquez tienen un peso histórico en Colombia y no pueden ser ignoradas o tomadas a la ligera. La historia del asesinato en Colombia comienza con el asesinato del candidato presidencial progresista del Partido Liberal, Jorge Eliécer Gaitán, en 1948. Esto dio inicio al período conocido como “La Violencia” durante dos décadas, desatando miles de muertes en el país. 

En otro momento, el candidato presidencial del partido de izquierda Unión Patriótica, Jaime Pardo Leal, fue asesinado en 1987. Sólo tres años después, su sustituto, el senador Bernardo Jaramillo, fue asesinado en 1990. Otro de los asesinatos más sonados fue el del líder del “nuevo liberalismo” Luis Carlos Galán, que fue asesinado en 1989 tras prometer que se enfrentaría a Pablo Escobar y al narcotráfico si era elegido presidente. Y para terminar esta larga y sangrienta lista, está el asesinato de Carlos Pizzaro, antiguo líder del M-19 en 1990.

La posible victoria de Petro hace que la clase dirigente colombiana se sienta en peligro de perder -o incluso de ver disminuido- el poder político y los privilegios que ostenta.

El pasado mes de febrero, la subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos de Washington, Victoria Nuland, visitó Colombia para mantener conversaciones de alto nivel en materia de seguridad, durante las cuales denunció la existencia de “actores extranjeros” que intentan subvertir las próximas elecciones. Además, prometió que el aparato militar y de inteligencia de Estados Unidos trabajaría junto con sus equivalentes colombianos para garantizar “elecciones libres y justas”. Estas fueron las palabras de Victoria Nuland, arquitecta clave del golpe de Estado de 2014 en Ucrania. Sus comentarios en Colombia deben tomarse como una amenaza que pone en peligro la voluntad democrática del pueblo, especialmente si Petro y Francia salen victoriosos.

Unas elecciones críticas

Colombia es conocida como la guarnición militar de Estados Unidos en América Latina, cuyo gobierno intenta que los países de la región se ajusten a los dictados de Washington. Colombia es uno de los mayores receptores de ayuda del gobierno estadounidense bajo el notoriamente mortífero “Plan Colombia”, firmado por Bill Clinton, y su sucesor, el plan “Paz Colombia”, bajo el mandato de Obama. Desde el año 2000, Colombia ha recibido cerca de 12.000 millones de dólares en ayuda a la “seguridad” de Estados Unidos, bajo el pretexto de la lucha contra las drogas.

Laura Capote, miembro de la organización colombiana Marcha Patriótica y del secretariado de la alianza regional ALBA Movimientos, comentó a Liberación que estas elecciones son, “fundamental en la historia de nuestro país”. También añadió que la posible victoria del dúo de Petro y Francia significaría, “la posibilidad de pasar por fin la página de más de 20 años de un proyecto político que ha sido el proyecto del uribismo, un proyecto que ha fortalecido las políticas de violencia y exclusión en nuestro país y ha profundizado la desigualdad y la violación de los derechos humanos.”

El proyecto del uribismo al que se refiere Capote fue puesto en marcha por el ex presidente y principal representante de la extrema derecha colombiana, Álvaro Uribe. El uribismo ha sido responsable de una ola de derramamiento de sangre que ha asolado el país durante más de dos décadas a pesar de un acuerdo de paz firmado. Representa una corriente política de extrema derecha. 

El uribismo mantiene una estrecha relación con los escuadrones de la muerte paramilitares que llevan a cabo un reino de terror asesinando habitualmente a líderes de organizaciones sociales, como los movimientos afrocolombianos, indígenas, campesinos y sindicales. Sus partidarios políticos están implicados en un inmenso número de escándalos y violaciones de los derechos humanos, entre ellos el de los “falsos positivos”, en el que más de 6.400 civiles fueron asesinados por los militares y luego disfrazados de guerrilleros para justificar sus asesinatos. El año pasado, ocho niños fueron asesinados en Caquetá y hechos pasar por combatientes enemigos.

La victoria de Petro y Francia sería un paso importante para Colombia. Abriría la posibilidad de dejar atrás más de 60 años de uno de los conflictos más sangrientos del mundo, liderado por gobiernos de derecha respaldados por Estados Unidos y responsables de la militarización y represión del país por parte del ejército, la policía y los paramilitares.

Una de las principales promesas de campaña de Petro es mantener los acuerdos de paz firmados en 2016. Se trata de una serie de medidas que pusieron fin al conflicto armado de más de 60 años entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC. Tres son las partes principales del acuerdo: Proyectos productivos para la reinserción civil de los combatientes desmovilizados que llevaban décadas luchando para que pudieran tener un trabajo y un medio de vida, mecanismos institucionales y tribunales para poder juzgar los delitos cometidos durante el conflicto y garantías de seguridad para los excombatientes de la guerrilla. Todos y cada uno de los aspectos de estos acuerdos de paz han sido socavados, desfinanciados y violados por el presidente saliente Duque.

Más de 1.000 líderes sociales y combatientes desmovilizados han sido asesinados desde la firma de los acuerdos de paz, y la mayoría de estos asesinatos se produjeron bajo la administración del presidente Duque. El uribismo ha sido en la práctica una guerra contra el pueblo pobre y obrero con altas consecuencias económicas y sociales. Los autores de este artículo señalan que sus familias también son víctimas de las políticas del uribismo que los obligaron, junto con otros millones de colombianos, a abandonar nuestra patria en busca de trabajo y de la oportunidad de una vida mejor y de paz en Estados Unidos y Europa.

La segunda vuelta electoral, entre Petro y Hernández, se celebrará el 19 de junio. Las semanas anteriores serán testigo de una intensa lucha contra la derecha en su nuevo disfraz de “antisistema”. Y si Petro y Francia se imponen, los movimientos populares de Colombia se enfrentarán a una nueva etapa de lucha con nuevos dilemas y desafíos. El país se encuentra en la cúspide de una nueva era en su política.

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