La feminización de la pobreza

Según la información contenida en el censo de 2010 de los Estados Unidos, el nivel de pobreza entre las mujeres se elevó a 15,5%, el nivel más alto en los últimos 17 años. Los “niveles de pobreza extrema” dentro de las mujeres, es decir aquellas que ganan menos de la mitad de lo que estipula el gobierno federal como la pobreza, resultaron ser el 6,3%, más elevados que nunca antes. Dentro de un total de 17 millones, las cifras colocan a más de 7,5 millones de mujeres en esa precaria categoría.

Dichas cifras son substancialmente más elevadas que los niveles de la pobreza entre los hombres. Las cosas son peores para las mujeres de avanzada edad, cuyos niveles de pobreza son el doble de lo que son para hombres ancianos. Los niveles de pobreza se incrementaron y se elevaron aún más para las mujeres latinas y negras—a 25%.

Más del 40% de las madres solteras vive ahora en la pobreza. En total, el nivel de pobreza dentro de la niñez alcanzó el 22%.

Un problema mundial

A pesar de que la brecha de género creada por la pobreza es más elevada en los Estados Unidos que en ningún otro país desarrollado, la “feminización de la pobreza” es un problema mundial. El Proyecto Mundial de la Pobreza calcula que un sorprendente 70% de los pobres en el mundo son mujeres.

Según las Naciones Unidas, la mujer “gana solamente 10% del salario mundial y es dueña de menos de un por ciento de la propiedad mundial.” Lo anterior no es a causa de que las mujeres trabajen menos. Al contrario: las mujeres producen la mitad de la comida mundial y algunos cálculos indican que las mujeres cumplen con las dos terceras partes de la jornada laboral mundial.

¿Cómo sucedió todo esto? De acuerdo a investigaciones arqueológicas y antropológicas, se ha determinado que las mujeres no sufrieron opresión durante la mayor parte de la vasta existencia humana. Los hombres y las mujeres realizaban distintas labores que estaban ligadas a la procreación y la reproducción de la comunidad. Todos los miembros de la comunidad eran apreciados por sus contribuciones en favor de la sobrevivencia de su sociedad. Las mujeres eran altamente estimadas.

Una vez que la sociedad se dividió en clases sociales, las mujeres fueron relegadas a un papel subordinado. Los hombres se adueñaron de la propiedad privada y sus herencias de generación a generación. La mujer se convirtió en la propiedad de sus padres y esposos, de la misma manera que los esclavos eran propiedad de sus amos. Tanto las mujeres libres como los esclavos, por lo general no poseían ninguna propiedad ni derecho legal. Fueron confinadas a la cruel, y sin remuneración, tarea del trabajo doméstico, y si tenían empleos fuera del hogar, el fruto de su labor era controlado por el hombre. Para justificar esta subordinación como algo de “orden natural” se inventaron todo tipo de excusas.

El capitalismo y la opresión de la mujer

La etapa capitalista ha incorporado a millones de mujeres en la fuerza laboral fuera del hogar. Lo anterior sucede por la sed de ganancias que sienten los capitalistas, no por generosidad o algún deseo de eliminar a la opresión de la mujer.

Por lo general las mujeres son sobreexplotadas, por cada dólar que gana un hombre, una mujer que cumple la misma tarea gana solamente 77 centavos. La brecha entre salarios se agiganta más para las mujeres de color, descendiendo a menos de 50 centavos por cada dólar que un hombre de raza blanca gane. El salario promedio mundial de la mujer es aproximadamente la mitad de lo que un hombre gana.

Los economistas y estadistas en Estados Unidos han reservado el término “trabajo” para las personas que realizan tareas por un salario. A causa de esta definición no se remunera económicamente a las tareas que todavía se consideran el trabajo de mujeres en esta sociedad, como el cocinar, el trabajo doméstico y el cuidado de niños. Según algunos cálculos, esta labor sin salario representa del 25 al 50% de toda la actividad económica.

Toda esta labor sin remuneración enriquece enormemente a la clase dominante, dicha labor también sustenta y reproduce a la clase trabajadora. ¡Imagínate qué sucedería si los capitalistas tuvieran que pagar por ese tipo de tareas!

A pesar de que ahora muchas mujeres tienen empleos a tiempo completo, todavía se les exige que se encarguen de los quehaceres hogareños.

El movimiento a favor de los derechos de la mujer ha alcanzado importares logros, pero aun si fuese que la mujer tuviera igualdad legal con el hombre, la opresión de la mujer no puede ser erradicada bajo el capitalismo. El derecho legal a la igualdad de sueldos no ha disminuido la brecha entre salarios. El derecho legal al aborto no lo ha hecho accesible y disponible para todas las mujeres trabajadoras.

La feminización de la pobreza es un problema mundial, pero eso no lo convierte en uno permanente. Una sociedad socialista aboliría prontamente la pobreza y sentaría las bases para erradicar permanente a la división sexista del trabajo que por tanto tiempo ha mantenido subordinada a la mujer.

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