El capital se va a la huelga

El presidente de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, escribió recientemente un artículo en el Wall Street Journal sobre cómo la elección ofrece una oportunidad para que las grandes empresas puedan reparar su relación “improductiva” con la Casa Blanca. El artículo pasa por alto el enorme valor político que significa para los súper-ricos tener a Obama como presidente durante esta crisis económica. Sin embargo, pone de manifiesto cómo la clase capitalista mantiene su dictadura sobre toda la sociedad, utilizando su posición para exigir obediencia de los responsables políticos.

Blankfein explica: “hay más de un billón ($1,000,000,000,000) de dólares en efectivo sentados en el balance” de las corporaciones no bancarias. (Además, cada uno de los cuatro grandes bancos comerciales basados en los Estados Unidos controla 1 billón de dólares.) Él dice que estas empresas podrían invertir este dinero en efectivo, y crear puestos de trabajo, si tuvieran una mayor “confianza en las finanzas públicas” y en la seguridad “sobre las tasas de impuestos”.

Estas declaraciones, que pasan como un comentario normal, revelan mucho. El jefe del banco más importante del país, el director de facto de la comunidad empresarial, está admitiendo que en un momento de enorme pobreza, desempleo y sufrimiento, hay un gran potencial de inversión rentable. Pero Blankfein afirma que están aguantando hasta que sus condiciones se cumplan: utilizar el acuerdo del “precipicio fiscal” para recortar el gasto social y mantener los impuestos de las corporaciones bajos y luego eliminar las regulaciones y las consideraciones ambientales que están deteniendo la extracción de petróleo y fracturamiento hidráulico.

‘La huelga del capital’

Amplios sectores de la clase capitalista han negado intencionadamente invertir para orquestar un ambiente más favo-rable con respeto a los impuestos y las regulaciones.

El bien conectado escritor conservador, Charles Krauthammer, hizo esta estrategia aún más explícita: “Por lo tanto, en cada área, va a haber un aumento en la incertidumbre, sabes, en el aumento de la regulación. Y cuando no sabes lo que va a suceder, no se invierte. Estamos en medio de una huelga del capital”.

En 2011, el magnate de los casinos, Steve Wynn, un Demócrata, soltó de manera similar:
“Todo el mundo se queja de cuánto dinero está dejado de lado en Estados Unidos. Seguro que sí. Y hasta que no cambiemos… la conversación desde Washington… aquellos de nosotros que tenemos oportunidades de negocio y el capital para hacerlo vamos a sentarnos… todo el mundo va a estar sentado, esperando”.

El Partido Republicano en el Congreso y durante la campaña presidencial hizo referencia en repetidas ocasiones sobre la “incertidumbre” de los negocios, para explicar la lenta recuperación económica. En una reciente conferencia de los grandes negocios organizada por el Wall Street Journal, fue marcada con declaraciones apocalípticas de los consejeros delegados en todas las ramas de la economía, exigiendo que se haga un acuerdo sobre el “precipicio fiscal”, y si no, reducirían drásticamente las inversiones.

“Incertidumbre” es un eufemismo para lo que realmente está pasando: la insistencia por parte de las grandes empresas por más y más concesiones. Como Wynn ha indicado, se sentará y no invertirá en oportunidades rentables a menos que el gobierno se aparte de los proyectos de nuevas regulaciones modestas y de las alzas de impuestos a los ricos.

Los bancos se vuelven más poderosos durante la crisis

A falta de una lucha de masas de la gente pobre y trabajadora, parece probable que se pueda pasar un nuevo paquete de austeridad. Wall Street estará francamente jubiloso si recibe un significativo recorte del Seguro Social, del Medicare y Medicaid a cambio de que algunas corporaciones renuncien a las escapatorias fiscales. La gran ironía es que la clase capitalista realizará estos sueños largamente esperados en el preciso momento en que la población parece haber tomado un giro “progresista” y haber rechazado el programa derechista del Partido Republicano.

Después de que Washington rescató a Wall Street con un rescate masivo de estímulo — medidas que detuvieron el colapso total de las instituciones de crédito y bancaria — las mismas empresas luego pasaron a la ofensiva política para mantener el resto de la economía como rehén. Al igual que en la crisis económica de 1970, esta crisis ha puesto de manifiesto la dependencia de la economía global en los principales bancos y corporaciones, que acaparan la riqueza social en el capitalismo y por lo tanto son las únicas instituciones capaces de reanudar el crecimiento económico. Por lo tanto, Wall Street tiene más poder político en la crisis, a pesar de haberla creado.

Wall Street sigue controlando a los políticos y el aparato de gobierno que teóricamente se supone que deben regular la industria. De las 14 principales entidades de cabildeo sobre la política financiera en 2012, todos son bancos, instituciones de inversión, y grupos de comercio industrial. Los primeros 50 están casi totalmente dominados por las empresas de servicios financieros. La mitad de los esfuerzos de cabildeo por parte de Goldman Sachs se ocupó de dar forma a la política fiscal o la Ley Dodd-Frank, que se suponía iba a controlar su comportamiento. El zorro realmente tiene las llaves del gallinero.

Esto demuestra lo absurdo de dejar la economía en manos de las grandes empresas. No es sólo una cuestión de normas o políticas de impuestos, si no, quién controla los vastos recursos de la sociedad, y por lo tanto las decisiones de qué puestos de trabajo se crearán, y cuándo. El Partido Socialismo y Liberación ha levantado la demanda de conquistar a los grandes bancos y ponerlos bajo el control democrático popular.

Para lograr el pleno empleo y el crecimiento económico, junto con la sostenibilidad ambiental y el nivel de vida verdaderamente humano requiere un sistema completamente nuevo. Necesitamos el socialismo, un sistema donde las necesidades de la sociedad son el principio de organización, en lugar de las ganancias del individuo; donde los trabajadores y el pueblo pobre no están sujetos a los caprichos de un interminable ciclo de auge y caída, y se elimina a Wall Street del poder.

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