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La represión del estado no logrará intimidar al movimiento de solidaridad con Palestina

El Partido por el Socialismo y la Liberación (PSL) condena la represión excesiva que están usando las autoridades estadounidenses para intimidar y silenciar a las y los activistas alrededor del país. Dado a que no han podido controlar la imagen de la guerra genocida de Israel, ni cambiar la opinión pública, especialmente entre los jóvenes, las fuerzas de la represión estatal han decidido utilizar la fuerza bruta, el acoso, y la criminalización. 

Aunque el estado pretende importarle los crímenes de odio que ocurren en contra de la gente palestina, árabe y musulmana —como los tres jóvenes a los que les dispararon por traer puestas kufiyas en Vermont— la verdad es que la retórica del gobierno en sí ha sido directamente responsable por estos crímenes. “Joe Biden le disparó a mi hijo”, es lo que el padre de uno de los estudiantes nos dijo recientemente. Los que pintan a todas las manifestaciones por los derechos y las libertades palestinas, hasta las que piden un cese al fuego, como manifestaciones por el “terrorismo”, no pueden lavarse las manos ante las consecuencias de su retórica. 

A mediados de octubre, la FBI en conjunto con los medios de derecha inventaron una campaña alarmista alrededor de un “Dia de Yihad” que amenazaba a algunas ciudades estadounidenses, cosa para la que no había evidencia y que no resultó en nada más que la demonización de los manifestantes mientras comenzaba una movilización mayor dentro de la comunidad musulmana. El liderazgo de la FBI testificó ante el congreso diciendo que habían iniciado una ronda de nuevas investigaciones de “extremistas” domésticos que supuestamente tenían vínculos con Hamás. Hay cada vez más informes de agentes de la FBI visitando los hogares y los lugares de trabajo de la gente. En el periodo posterior al 11 de septiembre, esto resultó en redadas indiscriminadas de inmigrantes, y una enorme operación al nivel federal y local para infiltrar las mezquitas y las organizaciones musulmanas e inculpar a la gente frecuentemente utilizando esquemas descabellados. En Nueva York, estas actividades de la policía fueron declaradas inconstitucionales, pero sería absurdo pensar que no están intentando hacer lo mismo actualmente.

Cualquier movimiento social serio tiene que enfrentar la realidad de la violencia del estado. Aquellos quienes conocen la historia de los movimientos sociales saben que las autoridades estadounidenses siempre han usado estas tácticas para frenar su impulso, además de los tipos de subterfugios como vigilancia ilegal, entrampamiento, infiltración, agentes provocadores, difusión de rumores y la generación de riñas entre organizadores. La represión de la FBI no solo parece violencia directa, sino más que nada significa atacar a los líderes, el financiamiento y la reputación del movimiento. Aunque esto normalmente se considera cosa del pasado, durante los periodos del Temor Rojo o del Programa de Contrainteligencia (COINTELPRO, por sus siglas en inglés), la verdad es que nunca terminó. El momento en el que comenzó a retroceder la energía de las masas detrás del movimiento de Occupy Wall Street, se inició un asalto coordinado a mano de la FBI, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) y la policía local para destruir el movimiento en ciudades alrededor del país; la respuesta al levantamiento heroico en Ferguson en el 2014 fueron asaltos diarios con tanques y gas lacrimógeno, combinado con ataques en contra de sus líderes de base; en el 2020, cientos de activistas fueron arrestados y muchos sufrieron heridas que les cambiaron la vida a mano de la policía, mientras que los alcaldes y los gobernadores impusieron toques de queda para tratar de criminalizar a todo el mundo. Al mismo tiempo, intentaron dividir a estos movimientos con una narrativa del manifestante “bueno” contra el “malo”. Tenemos que aprender las lecciones de cada uno de estos movimientos.

En la narrativa en los medios de comunicación dominantes, siempre se reescribe la historia para pintar a los que se alzan en contra de la injusticia como animales y a las autoridades que imponen violencia como los que “mantienen la paz”. Pero los que tienen experiencia directa en estos movimientos conocen la verdad. 

Desde el principio de las protestas en defensa del pueblo palestino el mes pasado, la policía ha arrestado arbitrariamente a gente en varias ciudades, incluidas Atlanta, Ann Arboy y Nueva York. Una universitaria de Jordania en Florida recibió un cargo por felonía de agresión porque se defendió de una muchedumbre de contraprotestantes. Después de esto, la universidad disolvió el grupo estudiantil. Al mismo tiempo, grupos proisraelíes de extrema derecha organizaron campañas de acoso en campus universitarios para intentar publicar la información privada de estudiantes pro Palestin, hasta entrando a sus hogares. 

Hace dos semanas, policías en atuendo antimotines asaltaron a los protestantes que asistían una reunión del Comité Nacional Demócrata en Washington –solo para inmediatamente pintarse a sí mismos como las víctimas, y acusar a los manifestantes de agresión. Una miembro del congreso ridículamente dijo que tuvo más miedo ese día que el 6 de enero.

Las autoridades en Nuevo Hampshire acusaron de delitos a unos jóvenes quienes, indignados por el genocidio israelí, presuntamente cometieron un acto de vandalismo en contra de una fábrica de armas de Elbit Systems. En su papel como un proveedor principal de drones a las fuerzas asesinas de la ocupación israelí, se entiende por qué la gente con conciencia no aceptaría la presencia de una empresa como esa en su propia comunidad durante un genocidio. El gobernador y los senadores de Nuevo Hampshire, quienes también están en los bolsillos de los fabricantes de armas, se mostraron consternados por pintura en aerosol, pero no por el asesinato de más de 5,000 niñas y niños a manos de sus armas.

El viernes, la policía vergonzosamente violentó a unos manifestantes en varias ciudades e hicieron cobardes intentos de prevenir que la gente ejerciera su derecho a la protesta. En Atlanta, ocho personas que estaban participando en una acción no violenta en solidaridad con Palestina fueron arrestadas violentamente por la policía. En Filadelfia, la policía entró a la multitud, dio órdenes de dispersión y confiscaron dos vehículos que estaban pasando con seguridad como parte de la marcha.  

Al mismo tiempo, acaban de retirar los cargos contra una concejal pro israel en Nueva York que asistió a una manifestación estudiantil abiertamente portando una pistola (lo que es ilegal en la ciudad de Nueva York).  

No podemos con solo desearlo cambiar la realidad que el estado se opondrá, con todos los medios que tenga a su disposición, a un movimiento popular que desafíe el poder del imperio y de la élite empresarial. Pero el estado no es invencible. Su mayor debilidad es que representa una pequeña clase de capitalistas e imperialistas, mientras que el movimiento popular representa las aspiraciones de decenas de millones de personas, y en verdad de la mayoría de la población del mundo. Ellos quieren acobardarnos y que nos tapemos las caras, que tengamos miedo y nos hagamos pequeños. Si hacemos eso, ellos ganan. 

Nuestra respuesta es:

  1. Seguir movilizando. Mientras que las tácticas siempre cambian de acuerdo con el momento político y el sentimiento de la gente, nuestra fuerza está en nuestros números, en nuestra solidaridad, y en nuestra habilidad de continua y orgullosamente tomar espacio público. Esta gran visibilidad contribuye significativamente al clima político y al balance de fuerzas, y le da a la gente la confianza de unirse al movimiento y continuar la lucha. Muchas de las veces son cuando se disminuyen las movilizaciones que incrementa la contraofensiva del estado.
  2. Unirnos en contra de la represión estatal. No importando las diferencias organizacionales o tácticas, esta es solidaridad básica. Cualquier acto de represión o criminalización en contra de un individuo o grupo es un ataque en contra de todos los que estamos luchando por Palestina. También debemos estar conscientes que dado a que los movimientos de hoy ocurren en un ambiente dominado por las redes sociales, esas son los espacios preferidos para la vigilancia, la infiltración, y para fomentar la división; los activistas deben de llevar a cabo los debates necesarios con un alto grado de madurez y sofisticación,  y no entregarle la llave al enemigo. 
  3. Construir organizaciones sólidas. Vivimos en una cultura dominada por el individualismo, las celebridades y los influencers, que nuestro movimiento debe de luchar a superar. Cuando el movimiento llega a un punto alto, esto puede dar la impresión de que las organizaciones son menos necesarias. Pero el estado está altamente organizado y centralizado, y tiene mayor capacidad para manipular, reprimir y aislar un movimiento atomizado. Las organizaciones que existen deben fortalecerse y donde no existen, ahora es tiempo de crearlas. Las últimas 7 semanas han demostrado cómo la marea política puede cambiar cuando la gente se alza. Nada puede detenernos si seguimos luchando juntos.

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