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La Semana de solidaridad con Haití enfrenta al imperialismo estadounidense

Foto: Protesta del año pasado exigiendo la renuncia de Jovenel Moïse. Crédito: Alba Movimientos

El 16 de diciembre fue el 30o aniversario de la primera elección libre y democrática en la historia de Haití. En 1990, el teólogo de liberación antiimperialista Jean-Bertrand Aristide y el partido de izquierda Fanmi Lavalas fueron electos al poder con un gran apoyo por parte de las masas (67 por ciento), con un programa para garantizar los derechos sociales de la clase trabajadora. Menos de un año después, un golpe de estado respaldado por los Estados Unidos derrocó a Aristide e instaló una dictadura militar que asesinó a miles de haitianos e intentó sofocar la energía popular masiva detrás del movimiento Lavalas. Después de ser reelegido en el 2000, Aristide fue nuevamente derrocado por un golpe respaldado por los Estados Unidos en el 2004. Solo el año pasado se liberó finalmente a Haití de las tropas estadounidenses que patrullaban las calles para contener el fervor revolucionario desde el derrocamiento.

Hoy, el pueblo haitiano sigue enfrentándose a las mismas fuerzas que protagonizaron los golpes de estado del 1991 y el 2004, ahora bajo la forma de una dictadura del presidente Jovenel Moïse, respaldado por los Estados Unidos y las Naciones Unidas. No obstante, el poderoso movimiento de base por la democracia y la justicia solo continúa creciendo en tamaño y fuerza, como lo demuestran los más de 18 meses de protestas masivas diarias para derrocar al liderazgo corrupto de Moïse del 2018 al 2019. Aún así, Moïse permanece en el poder y ha respondido a el movimiento con violenta represión policial y paramilitar, asesinatos de líderes de base y masacres contra comunidades activas.

La semana internacional de solidaridad con Haití, del 10 al 16 de diciembre, convocada por el Comité de Acción de Haití, ha presentado las siguientes demandas de solidaridad con el pueblo haitiano frente al imperialismo estadounidense: (1) Poner fin a las masacres en Haití, (2) Poner fin al financiamiento estadounidense del terror policial en Haití, y (3) Apoyar el movimiento por la democracia y la justicia en Haití.

Aristide, Fanmi Lavalas y el intervencionismo estadounidense

De las cenizas de la brutal dictadura militar de Duvalier del 1957 al 1986, que duró casi treinta años, surgió el movimiento popular Lavalas a fines de la década de 1980. El movimiento, junto con Aristide, fue uno de los símbolos más potentes del cambio político progresista en el mundo en un período de gran dificultad para la izquierda, que abogaba por políticas de crecimiento equitativo. Buscaron soluciones soberanas y antiimperialistas para la crisis de inestabilidad política, el régimen militar colonial y los déficits de infraestructura de Haití, rechazando las medidas de austeridad impulsadas por el Fondo Monetario Internacional que a menudo vienen acompañadas de un control político y económico de letra pequeña. Al asumir la presidencia en febrero del 1991, Aristide y Lavalas instituyeron programas para promover la alfabetización a través de la inversión en educación, mejorar el sistema de atención de salud y elevar a los más pobres del país en la política nacional.

Sin embargo, las reformas de Aristide enfurecieron a los militares y la élite de Haití, y representaron una amenaza para el dominio, la seguridad económica y el reinado político que los Estados Unidos mantuvo y sigue teniendo en el hemisferio occidental, en particular América Latina y el Caribe. Con su elección llegó un embargo económico a la nación por parte de los Estados Unidos y una campaña de demonización contra Aristide para internacionalizar la llamada “crisis política” en Haití. En septiembre del 1991, solo ocho meses después de asumir la presidencia, Aristide fue derrocado en un golpe orquestado por el gobierno de los Estados Unidos en colaboración con fuerzas de derecha sobre el terreno en Haití.

Nuevamente, Aristide fue elegido en el 2000, esta vez con el 92 por ciento de los votos, pero su importancia para el pueblo haitiano y la reconstrucción de la nación después de siglos de agitación neocolonial les importó poco a las potencias occidentales dominantes. Antes de su segundo derrocamiento en el 2004, orquestado de nuevo por las fuerzas estadounidenses y haitianas de derecha, los Estados Unidos promulgó sanciones sobre ayudas internacionales a Haití, y solo en el 2003, la administración de Bush invirtió casi un millón de dólares en esfuerzos de cambio de régimen en el país. A lo largo de la década de 1990 y hasta la década del 2000, el Banco Mundial se separó de Haití y estableció las condiciones para la reanudación que requirieron que el gobierno haitiano emprendiera reformas sectoriales.

Irónicamente, si bien se consideró que Haití había atravesado una crisis humanitaria y política debido al ascenso de Aristide y el partido Fanmi Lavalas, la nación de hecho estaba dando sus primeros pasos monumentales para superar el legado del intervencionismo occidental desde la Revolución Haitiana del 1804. El supuesto motivo para “difundir la democracia” a menudo presentado por la Casa Blanca en realidad siempre ha sido, en el caso de Haití, un intento enmascarado de frenar la amenaza de una fuerza que promueve la liberación negra en el Caribe. De manera similar, la misión de las Naciones Unidas de “estabilizar” a la nación después de los golpes, cuando lo que realmente se necesitaba era el desarrollo soberano, era de hecho solo un mandato para mantener la paz del cementerio.

¡Detengan las masacres y el terror policial de la dictadura de Jovenel Moïse!

Tres décadas después, el pueblo haitiano se enfrenta a los restos de las monstruosas dictaduras de Duvalier respaldadas por los Estados Unidos, a manos de François “Papa Doc” (1957 al 1971) y Jean-Claude “Baby Doc” (1971 al 1986), las cuales se manifiestan de nuevo a través de la represión paramilitar y el asfixia político apoyado por la administración gobernante de Moïse.

Bajo Papa Doc Duvalier, la infame fuerza paramilitar Tonton Macoutes o “Boogeymen”, fue creada para infundir miedo en el movimiento de masas por la democracia. Aunque los Tonton Macoutes fueron formalmente disueltos al final del régimen de Duvalier, hoy la proliferación de represión al estilo de los escuadrones de la muerte continúa asesinando haitianos inocentes y los intentos de contener la energía revolucionaria del pueblo.

El gobierno de Moïse ha envalentonado a la policía haitiana, entrenada principalmente por los Estados Unidos durante la ocupación militar que siguió al golpe del 2004, junto con las fuerzas paramilitares. La impunidad por los crímenes de lesa humanidad, principalmente masacres, asesinatos políticos y agresiones sexuales, ha empoderado a esas fuerzas para seguir reinando el terror sobre las masas haitianas. Solo este año, decenas de haitianos han sido asesinados a manos de las diversas fuerzas militares del país, incluido el estudiante universitario y activista prodemocrático Gregory Saint-Hilaire, quien ha pedido la oposición al gobierno, y Christella, una de las muchas mujeres de clase trabajadora haitiana que ha sido asesinada por un escuadrón de la muerte por resistirse a la violación. Del mismo modo, la estudiante de secundaria Evelyne Sincère fue asesinada con impunidad después de ser secuestrada y retenida para pedir rescate.

Si bien el gobierno de Moïse ha intensificado su represión contra el pueblo de Haití, Estados Unidos ha aumentado de manera similar su financiamiento para las fuerzas policiales haitianas. Desde el 2016, el Departamento de Estado de EE.UU. Ha cuadriplicado su apoyo a la Policía Nacional de Haití.

Aún así, el pueblo de Haití continúa resistiendo frente a la corrupción del gobierno y la intervención imperialista de los Estados Unidos. El Partido por el Socialismo y la Liberación se solidariza con el pueblo haitiano para exigir el fin de las masacres, el fin de la financiación estadounidense del terrorismo policial y el apoyo al movimiento popular por la justicia, la democracia y la soberanía en una Haití libre.

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