La revolución socialista y la liberación de la mujer

En 1949, la historia de una mujer joven llamada “Flor de Oro” se hizo conocer alrededor del mundo como un ejemplo del camino hacia la liberación seguido por millones de mujeres chinas.

La guerra civil estaba en su apogeo entre los comunistas y los nacionalistas burgueses de las fuerzas del Kuomintang liderados por Chiang Kai-Shek en aquellos días. La guerra culminó con el triunfo de la revolución el 1 de octubre de 1949.

La historia de Flor de Oro fue hecha famosa por el periodista Jack Belden en su libro de 1949 “China Sacude al Mundo”. Belden escribió sobre un pequeño poblado en el norte de China que fue transformado por el Partido Comunista de China y el Ejército Rojo antes del triunfo de la revolución.

El nombre de la mujer en chino era Kinhua—Flor de Oro en español. Kinhua fue forzada a un casamiento arreglado de antemano a pesar de su amor por otro hombre. Su esposo y su suegro abusaron de ella diariamente.

En 1945, un representante del Ejército Rojo llegó al poblado e hizo un llamado a todas las mujeres para que formaran una asociación de mujeres. A pesar de que Kinhua tenía temor de asistir a la reunión, una amiga de la asociación recientemente fundada vino a verla y le preguntó sobre su sufrimiento. Kinhua contó su historia.

Días después, cuatro mujeres de la asociación de mujeres visitaron a su suegro para discutir la forma en que trataba a Kinhua. Cuando les gritó que se fueran, llamaron a 15 mujeres más con palos y sogas. Cuando él se negó a cambiar de postura, lo ataron y lo tomaron prisionero en la asociación de mujeres.

Tres días después, convocaron una reunión general de mujeres del poblado para decidir su destino. Kinhua testificó sobre su sufrimiento. Sintiendo el poder de las mujeres en la sala, el suegro prometió cambiar.

Al regresar a la casa de su esposo, la conducta de Kinhua cambió. No regresó a la vieja forma de servilismo y docilidad. Fue elegida para liderar un grupo de diez mujeres para investigar el tratamiento de otras mujeres en el poblado.

Cuando la ofensiva nacionalista del Ejército Rojo se hizo más fuerte, ella luchó contra hombres del poblado que no querían que sus esposas trabajaran en el campo. Las mujeres cultivaban alimentos para los soldados comunistas. Ellas alentaban a sus esposos para que pelearan en el Ejército Rojo, reconociendo sus nuevas libertades como producto de la revolución que se estaba llevando a cabo.

Mujeres y hombres jóvenes comenzaron a casarse libremente. Las mujeres desafiaron las viejas tradiciones y costumbres, respaldadas por la asociación de mujeres, en contra de las amenazas de sus esposos.

El suegro de Kinhua quería continuar sometiéndola. La desafiante Kinhua llamó a su esposo. Cuando el padre de su esposo le contó lo que había pasado, éste amenazó a Kinhua con golpearla hasta matarla. Ella acudió a la asociación de mujeres y trajo a su casa varias mujeres con ella.

Su esposo se mantenía amenazante, por lo tanto las mujeres lo ataron y lo llevaron a la asociación de mujeres. Todavía sin arrepentirse, las mujeres le pegaron hasta que prometió reformar su conducta.

Pero cuando regresó a su hogar, el esposo de Kinhua dijo que él no apoyaba la nueva sociedad. Amenazó con unirse a los nacionalistas. Cuando trató de pegarle a Kinhua, ella se agachó para evitar el golpe y corrió a la asociación de mujeres.

Al encontrar a la presidenta de la asociación de mujeres, ella gritó: “Mi esposo aún no se ha reformado”. La presidenta fue al techo de su casa e hizo un llamado a través de un megáfono. “¡Mujeres camaradas! ¡Vengan ya mismo! ¡Algo de importancia!”

Las mujeres llegaron desde casi todas las casas del poblado. Apresuradas hacia el edificio de la asociación de mujeres, escucharon a la presidenta explicar: “¡El esposo de Flor de Oro es malo otra vez! ¡Busquen sogas y atrápenlo!”

Con Flor de Oro liderando, cuarenta mujeres corrieron por el poblado. Pero su esposo se había escapado. Las mujeres lo corrieron por tres millas, pero logró escaparse en la oscuridad de la noche.

Las mujeres chinas se organizaron e hicieron crecer su poder

Existen literalmente millones de historias como la de Kinhua. Mientras que la revolución derrocaba a la clase latifundista y capitalista, las mujeres eran libres para deshacerse de siglos de viejas tradiciones de abuso de parte de sus esposos y de los terratenientes.

Por toda China, las mujeres formaron asociaciones de masa de mujeres como la del poblado de Kinhua. Crearon cortes del pueblo para mujeres. Hombres abusadores eran atados y forzados a participar en largas reuniones donde las mujeres testificaban sobre los abusos. Las asociaciones también garantizaban que las conductas abusivas no continuaran.

Una de las primeras leyes aprobadas por el gobierno revolucionario chino fue la Ley de Matrimonio. Esta ley prohibía la compra de esposas, poligamia, concubinas y casamiento de menores, y garantizaba el derecho al divorcio iniciado por ambas partes. Al año siguiente, hubo más de 20.000 divorcios, casi 80 por ciento iniciados por mujeres.

El nuevo gobierno también puso énfasis en campañas para elevar el nivel de alfabetización de las mujeres. En 1950, muchas ciudades reportaron que alrededor del 95 por ciento de mujeres trabajadoras analfabetas estaban tomando clases.

Se organizaron clases también en áreas rurales. En la provincia de Shantung había casi 600 clases de alfabetización para mujeres en 1949. Para el 1950, el número de clases se triplicó, envolviendo a más de 40.000 mujeres. (Ruth Sidel, Women and Child Care in China, 1972.)

El progreso de las mujeres en China continuó en los años después de la revolución.

La revolución rusa avanza los derechos de la mujer

Lo mismo sucedió después de la Revolución Rusa de 1917, la primera revolución donde la clase trabajadora tomó el poder exitosamente y lo mantuvo.

En alguno de los primeros actos legales del nuevo gobierno revolucionario, las mujeres ganaron derechos que no tenían en el mundo capitalista, incluyendo el derecho a votar y al aborto. Las restricciones sobre los divorcios fueron anuladas. Los Bolcheviques abolieron las viejas leyes que alentaban la desigualdad entre géneros. También terminaron con las leyes en contra de los homosexuales. Las nuevas leyes fueron diseñadas para darles a las mujeres derechos sociales, sexuales y económicos.

A pesar de este progreso increíble, sería un error pensar que la revolución socialista libera a las mujeres de un día para otro. Pero, la organización socialista de la sociedad busca liberar a las mujeres de la esclavitud económica a la que son subyugadas en la sociedad de clase. De esta forma, sólo el socialismo ofrece el camino real para la liberación de la mujer.

Los gobiernos y estados socialistas no sólo cambian todas las leyes, el socialismo establece las bases económicas para la liberación real. Esto viene a liberar a las mujeres de lo que las ata a sus hogares—la responsabilidad de la crianza de sus hijos y el trabajo doméstico. Esas tareas asignadas a las mujeres en una sociedad de clase limita la participación plena de la mujer en la vida económica, social, política y cultural.

Socializando y colectivizando esas funciones, la mujer puede liberarse de la casa y la unidad del núcleo familiar. Las responsabilidades pueden ser compartidas, no sólo con los hombres, pero con toda la comunidad.

Nadie reconoce esto mejor que los líderes de las revoluciones socialistas. En “El Gran Comienzo”, escrito en 1919, V.I. Lenin escribió: “En este campo, ni un sólo partido democrático en el mundo, ni siquiera en las repúblicas burguesas más avanzadas, ha hecho en décadas ni un centésimo de fracción de lo que nosotros hemos hecho en el primer año en el poder.

“A pesar de todas las leyes emancipando a las mujeres, ellas continúan siendo esclavas domésticas, porque el trabajo de la casa las estrangula, las destruye, las desanima y las degrada, las encadena a la cocina y a los niños, y ella gasta su labor en tareas bárbaramente improductivas, y exasperantes sufriendo tormentos, y aburrimiento.

La emancipación real de la mujer, el comunismo real, comenzará solo donde y cuando una lucha total comience (encabezada por el proletariado ejerciendo el poder del estado) en contra de este trabajo en el hogar, o mejor aún, cuando la transformación completa en gran escala de la economía socialista comience.”

El gobierno soviético, organizó comedores comunales, lavanderías y guarderías para comenzar el proceso de cambio del papel de la mujer en la sociedad. La gran mayoría de mujeres soviéticas ganaron igual acceso a la educación y al trabajo fuera de la casa. Las mujeres constituían el 47 por ciento de los científicos, 30 por ciento de los ingenieros, 79 por ciento de los médicos y 33 por ciento de los supervisores de granjas colectivas. Recibían cuatro meses de sueldo por ausencia de maternidad y cuidado de niños.

A pesar de que el nuevo gobierno pudo tomar pasos concretos para apoyar a las mujeres, era imposible terminar con el viejo sistema patriarcal y de la familia por decreto del gobierno. Todas las ataduras sociales que no dejaban que la mujer se desarrollara solo podían ser revertidas a través de los años. El viejo sistema patriarcal de la “familia” no podía ser abolido en las circunstancias de escasez y pobreza.

Los revolucionarios rusos de aquella época, hombres y mujeres por igual, entendieron que las bases materiales de la opresión de la mujer debían ser eliminadas para alcanzar la liberación.

Las revoluciones socialistas no sucedieron en los países donde el capitalismo estaba más avanzado. Triunfó en países donde el capitalismo era más reciente y más débil.

Aunque la clase gobernante derrocada era más débil, también quiere decir que esos países eran económica e industrialmente menos desarrollados. Este hecho, combinado con la agresión militar y el bloqueo económico por parte de los países capitalistas, ha tenido como resultado de que socialismo no ha sido libre de realizar todo su potencial.

Las revoluciones de rusa, china y de otras partes sufrieron escasez. Siglos del feudalismo y la dominación colonial pesaron fuertemente en las sociedades que no tenían experiencia ni siquiera en una revolución burguesa. La superación de esos elementos está conectada entrincadamente a la liberación de la mujer.

Con las contra revoluciones en la Unión Soviética y Europa del este desde 1989 a 1991, esos gobiernos cayeron en las manos de clases fundamentalmente diferentes, una nueva clase capitalista dominante. El impacto negativo no podría haber sido más evidente que en el cambio de estatus de las mujeres.

Actualmente, las mujeres constituyen el 80 por ciento de los desempleados en la ex Unión Soviética. El acceso a las guarderías, la educación, y el cuidado de salud se ha deteriorado enormemente. Más adolescentes están teniendo hijos. El abuso de drogas y alcohol y la violencia en contra de la mujer está aumentando. Y la expectativa de vida de la mujer ha disminuido.

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